El coronavirus toma el bastón de mando
Elegir entre lo malo y lo peor. Esa parece ser la inquietante disyuntiva tanto para el gobierno nacional como para el porteño. Pero para la administración bonaerense, las alternativas pueden ser todavía mucho más angustiantes: si el virus llegara a esparcirse en las zonas más pobres del conurbano, el número de infectados podría subir exponencialmente. Sería como ir de peor al abismo.
¿Qué es lo malo para Horacio Rodríguez Larreta? Lo malo es confinar precariamente en hoteles a cientos de turistas que llegaron provenientes de países con riesgo de coronavirus.
¿Qué es lo malo para Alberto Fernández?: haber decretado el cierre aéreo total, que deja varados en el exterior, con mínimas excepciones, a millares de argentinos sin fecha cierta de regreso. Su antecesor le pidió por Twitter que revea la medida.
¿Qué es lo peor que suponen ambos mandatarios evitan con tan drásticas decisiones?: que la curva de propagación del coronavirus, que hasta entrado marzo se coló como quiso por el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, no escale y permanezca lo más chata posible.
Cada gestión lidia con su propio infierno: la de perfil sanitario más comprometido es la de Kicillof, al que la cuarentena le pega de lleno ya que hay zonas del Gran Buenos Aires con una pobreza tan extrema que se agrava hora tras hora con su gente hacinada adentro de cubículos imposibles. Cartoneros, vendedores ambulantes, personas que viven de changas o de ínfimos emprendimientos son los que peor la están pasando. Se refuerza la asistencia alimentaria en zonas totalmente carenciadas, pero también la seguridad. Nadie lo quiere, pero de prevalecer o, peor aún, agravarse esas condiciones, el estallido social puede estar a la vuelta de la esquina.
La ciudad ya tiene operativos 14 hoteles y prevé llegar a 34. La idea original era, y sigue siendo, usarlos como descarga de pacientes leves cuando la pandemia nos pegue más fuerte. El gobierno porteño se enteró quince minutos antes de que atracara en Puerto Madero el barco que venía de Uruguay con el joven que se declaró enfermo de coronavirus en plena travesía. En un operativo exprés, las autoridades locales debieron trasladar al resto de los 400 pasajeros a un hotel céntrico para aislarlos. Los autos de muchos de ellos quedaron en la bodega de la embarcación. Al provenir de un país sin riesgo como Uruguay, salvo quienes ocuparon las cuatro filas alrededor del turista infectado, los demás fueron recuperando su libertad en pocos días.
Pero la llegada incesante de pasajeros de naciones golpeadas por el letal virus hasta hace muy pocos días hizo que el gobierno porteño se volviese mucho más estricto y ya no les dejara ir a cumplir la cuarentena a sus casas. Esto generó una primera irritación en pasajeros de los mismos vuelos que si consignaban domicilio en la provincia de Buenos Aires podían marcharse, pero que si declaraban vivir en la Capital Federal perdían automáticamente su libertad. ¿Causa de tal diferencia?: "Falta de infraestructura y de hoteles", comenta en estricto off un altísimo funcionario sobre la provincia.
Larga amansadora primero en el aeropuerto y después conducidos en ómnibus sin explicaciones hasta hoteles vaciados de su personal habitual, que se resguardan en sus casas de eventuales peligros, y en su lugar voluntarios que poco y nada saben contener las múltiples demandas y aflicciones de los recién llegados. Unos cuantos confinados a cuartos diminutos, en condiciones pésimas de salubridad y deficiente alimentación. Un aislamiento aplicado a rajatabla hasta allegados ideológicos al color político que manda en Buenos Aires, como el sobrino de un conocido senador o un exfuncionario de la Casa Rosada de la era Macri.
Hablando de Macri, en las redes sociales hace rato circulan chistes e ironías sobre que hubiese pasado si siguiera el gobierno anterior con esta crisis sanitaria y se alegran de haberse salvado de esa posibilidad. La paradoja es que se les escapó un detalle: la Capital Federal sigue en manos de Cambiemos, al igual que Jujuy, y ambos distritos comenzaron a tomar recaudos antes de que el gobierno nacional se despabilara. Mar del Plata, del mismo signo ideológico, ya había suspendido las clases cuando el presidente Alberto Fernández aún se resistía a hacerlo. Lo importante ahora es que quienes fueron elegidos para gobernar cooperen entre sí sin distinción de banderías, como lo vienen haciendo. Y que esa buena costumbre perdure cuando todo haya pasado.
Mientras tanto, Alberto Fernández alcanzó, al parecer, la cumbre de su momento "alto, rubio y de ojos celestes". No solo lo percibe así la propia tropa, sino una parte de la población que hasta hace poco no lo podía ni ver. Así lo consignan las mediciones de las principales consultoras. Las causas nacionales (en este caso, mundiales) activan al máximo pulsiones patrioteras y de pensamiento único que conviene dominar. Frente a tan graves acontecimientos, todos son detalles menores, pero que en la TV Pública su directora tomara el control de la entrevista al Presidente marca cierto sesgo inconveniente que convendría rectificar a tiempo.
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