Horacio Rodríguez Larreta y un barbijo contra todo contagio
No sirve. No se recomienda. Es obligatorio. La pandemia del Covid-19 ha devenido en manual de la prueba y el error reeditado a velocidad supersónica. Lo demuestra el vaivén sobre el uso del barbijo, devenido en prenda obligatoria del vestuario otoño-invierno 2020.
Pero ya vemos sus cualidades. ¿La más evidente? Profundiza el carácter democratizador de la epidemia. A todos les llega. En las calles se cruzan miles de personas (se supone que lo son) indistinguibles. De nada valen la ropa más fashion o la última sesión de colágeno (¿tal vez por eso algunos se resisten a usarlo?).
El barbijo es multipropósito. Preventivo no solo de enfermedades infecciosas, sino, tal vez, de contagios de otro tipo. Eso pareció en la presentación del plan de reestructuración de la deuda. Horacio Rodríguez Larreta, que suele esmerarse por ser el mejor alumno, era el único ahí con el barbijo adecuado y bien colocado. Tan bien se cubrió el alcalde que nadie puede asegurar que haya sido él quien estaba al lado del Presidente. ¿Será por si algo no sale bien? Político prevenido sirve para otra elección.