Milagro en Olivos: una luz salvadora
Me impresiona cómo la vida, no sé si por azar o por disposición suprema de la providencia, tiende al equilibrio, a la compensación. Lo digo porque esta fue una semana espantosa para el país. Pero acaso inmejorable para Cristina. ¿Y Alberto? De Alberto no sé qué decir. Todo lo que se me ocurre son palabras desdeñosas, lo cual está mal. Cualquier análisis sobre él reclama levedad. Anteayer dijo en Tucumán que "la cuarentena no es un sacrificio". No creo que corresponda desmentirlo. Debemos ser comprensivos y atender, otra vez, el mecanismo natural de compensaciones. Millones de personas la pasan muy mal encerradas, la economía se destruye hora tras hora, pero nuestro querido profesor soporta de buen talante el confinamiento en las 30 hectáreas de la quinta de Olivos, con un helicóptero en la puerta.
Gran semana para Cristina, les decía. Le llovieron buenas noticias. El Presidente dio su aval al impuesto a la riqueza, también llamado impuesto a los que votaron a Macri, que empezará a ser debatido en el Congreso. La señora aguardaba con mucha tensión y los dedos cruzados la decisión de Alberto: ¿aprobaría sin más un proyecto impulsado por ella y por Máximo? Tuvieron suerte: no le tocó una coma. Madre e hijo festejaron abrazados y sin barbijo. Todavía no se sabe mucho de la iniciativa: por ejemplo, cómo harán los Kirchner, y los empresarios amigos de los Kirchner, y los funcionarios de los Kirchner, para zafar de un tributo sobre las grandes fortunas. Se sabe, sí, que es una mala noticia para el país. Un impuesto a la riqueza se superpone con Bienes Personales, detalle que debería hacerlo jurídicamente inviable. No solo va a provocar una catarata de juicios, sino una estampida. Parece que las radicaciones de argentinos en Uruguay, entre otros países, no paran de crecer. Una lástima: se rajan justo cuando lo mejor está por llegar.
La diputada Fernanda Vallejos no tuvo la misma suerte. Su idea de que el Estado se quede con una parte de las empresas a las que ayuda a pagar sueldos durante la cuarentena no estaría recibiendo el respaldo de la Casa Rosada. Desahuciada, Fernandita quizá recurra al Instituto Patria, en general menos escrupuloso para avanzar sobre la propiedad privada. No creo que le convenga enfrentar a Alberto con Cristina, porque el resultado de esa contienda siempre es incierto. Imposible asegurar si va a ganar Cristina o si va a perder Alberto.
Otra good news para la señora: el presidente del Consejo de la Magistratura, Alberto Lugones, paralizó el juicio en el que es acusada, no sé con cuánto fundamento, de haber direccionado obra pública en favor de Lázaro Báez. Adujo que no se había encontrado una plataforma que permitiera sustanciar el juicio en forma remota. Siempre me asombraron los sacrificios que suele pedir el kirchnerismo a los que trabajan por la causa. Un ejemplo entre miles es el de Kicillof: un profesor de economía diciendo que conocer el número de pobres es estigmatizarlos. Ahora, el turno del estoicismo le tocó a Lugones: tuvo que negar la existencia de dispositivos digitales para conectar gente.
Cristina también celebró que su nieto Néstor Iván, de 7 añitos, ya recibió en su colegio los simpáticos e instructivos cuadernillos que está repartiendo en todo el país el Ministerio de Educación. No solo él, por cierto. Son 18 millones de ejemplares, cosa que ningún alumno de escuelas públicas quede sin ese material inspirador, en el que se dejan caer, como por descuido, contenidos políticos y propaganda del Gobierno. Por caso, notas de Página 12. La movida implicó un gasto de más de 400 millones de pesos, uno de los mayores desembolsos en compras durante la pandemia. Está plenamente justificado, pienso. No todos los chicos están familiarizados con la lectura de Página 12.
Cuando, hace un año, Cristina le hizo conocer a Alberto las condiciones que debía aceptar para ser candidato a presidente (el "Pacto de Constitución", como lo llama Jorge Liotti), una era evitar el default; es decir, la desagradable misión de acordar con los bonistas y con el FMI. Trabajosamente, parece que lo está logrando. Tarde y mal, se estaría acercando a la meta, con la lengua afuera. Una mirada piadosa es pensar que lidiar con bonistas, con la pandemia y con el desastre económico es acaso excesiva tarea para el profesor. Cristina lo sabe y sale en su apoyo. Le dijo que de la reforma judicial se olvidara, que se ocupaba ella. Le va a entregar un paquete cerrado, que podría incluir, ahora o después, una Corte de 12 miembros, con una sala penal a la que irían a parar los juicios por corrupción. Una sala formada por Cristina para juzgar a Cristina. Alberto sería incapaz de pergeñar esa carambola.
De seguir recortando las jubilaciones tiene que encargarse él, y eso sí lo está haciendo bien. En cambio, buscar un nuevo jefe para el Servicio Penitenciario recayó en La Cámpora. Máximo sugirió dos nombres: Boudou y De Vido.
Días atrás, el Presidente convocó a Olivos al padre Matías Forchieri, que tiene fama de milagrero. Según contó Maia Jastreblansky en su crónica en LA NACION, el cura le dijo que veía una "luz" para la Argentina.
¿Una luz? ¿Hoy? Flor de milagro.