Cuando esto pase
Si algún sesgo positivo se le puede atribuir al coronavirus es que la cuarentena ha puesto a mucha gente ante un fenómeno cuyo alcance resulta difícil de mensurar: el redescubrimiento de valores esenciales como la casa, la familia, el tiempo, la comunicación. Padres que por fin tienen horas enteras para jugar, estudiar y hablar con sus hijos. Hijos que se dan una panzada con padres antes apurados o huidizos. Adictos al trabajo que empiezan a no extrañar el trabajo. Parejas que se reencuentran o revalorizan. Amigos que se buscan después de años. Maridos que, más vale tarde que nunca, lavan platos, hacen camas, barren. De pronto afloran ganas de leer, escuchar música, ordenar, rezar. Y de sacarle lustre a la comida. El no apuro, la necesidad de llenar agendas en blanco y el cimbronazo emocional de la pandemia están provocando un estallido de ingenio y creatividad: surgen canciones, poemas, humor, movidas solidarias, desafíos. Un abogado de 36 años corrió ayer una maratón (42 km) en su departamento de Belgrano. No es novedad: empujado hasta los límites, el hombre tiende a superarse.
Un día, el Covid-19 estará en retirada. Seguramente la memoria retendrá algo más que su secuela de contagios, crisis y muertes.