Volver al futuro
Una pareja de jóvenes profesionales se casa en 1971 en un registro civil de la calle Warnes, en el barrio porteño de Villa Crespo. Días después, buscan el certificado que acredita la unión y lo guardan con el resto de la documentación personal en una caja de madera que los acompañará por décadas en su periplo por el sur del país. Pero el paso del tiempo es implacable con ese trozo de papel maquillado con sellos y firmas. Casi 50 años después -y ante el requisito de un trámite jubilatorio-, el matrimonio va al rescate de ese pequeño papel, que en pocos segundos se hace cenizas en las manos. Apenas se pueden distinguir algunos nombres, fechas y el número de partida emitidos en una oficina que en la Buenos Aires de hoy ya no existe. Con esos pocos datos, el hijo mayor es encomendado a solicitar de inmediato un nuevo certificado. En minutos, un formulario online y esas pocas evidencias numéricas se convierten en la mágica poción de la reconstrucción. Apenas una semana después, una réplica moderna del documento viaja de manera instantánea a través de WhatsApp rumbo a la Patagonia. La memoria y la tecnología, unidas, lograron vencer al tiempo... y a la burocracia laberíntica que supimos construir.