Golazo
La AFA es un ejemplo mundial. En los meses en los que se paralizó el mundo, la institución argentina de la pelota siguió haciendo funcionar su vida política. Sin campeonatos en juego, los clubes cerrados y los jugadores rezando para cobrar los contratos, ayer mismo la AFA no solo reformó su estatuto, sino que además reeligió por otros cinco años a su presidente, Claudio Tapia. Chiqui, para los amigos.
Exyerno de Hugo Moyano, con origen como trabajador en la Ceamse, el dirigente del ilustre Barracas Central logró lo impensado: inició el camino hacia la reelección permanente de Julio Grondona.
No solo consiguió mandato hasta 2025 y obligó a regresar a la mesa a River. En poco tiempo, Tapia y sus amigos también diluyeron la Superliga, el contrapoder que había imaginado el macrismo para reducirle atributos a la AFA.
Quedan pequeños detalles por resolver. Por ejemplo, el quebranto de muchos clubes facilitado por la liberación del compromiso de rendir cuentas ante la Superliga. Otro: la renegociación de los contratos de televisación, una vez más con el interés de un gobierno para que se vean gratis los partidos. Apenas detalles. Al final, alguien pagará la fiesta. Más que gol, un golazo.