Distancia
Phoenix, EE.UU.- Desde que nacemos, nuestro vínculo con el mundo se desarrolla gradualmente. Nos valemos de nuestros sentidos para llegar a percibirlo lo mejor posible, y así también comenzamos a conocer a los otros, por medio de juegos, de conversaciones, de contacto físico más o menos cercano. En la infancia, no hay explicación verbal que reemplace la comprensión de lo que nos rodea por medio del tacto, de la observación directa, de la atención sobre detalles que los adultos no tienen en cuenta o han olvidado, de miradas que tornan singulares las cosas más cotidianas. Tampoco hay pantalla que sirva de sustituto de esa experiencia, por más que intente reproducir la realidad de formas asombrosamente llamativas. Quizás el de esta imagen sea un intento de preservar algo de esa percepción directa en tiempos en que la cercanía está demonizada. Pero la realidad seguirá más allá, asépticamente distante.