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Mamá en cuarentena. Relatos de 3 mujeres que recibieron a sus bebés en plena pandemia




Sofía Stravou. Mamá de Delfina (de 1 mes)

Yo tenía fecha de parto para el 15 de marzo y ya el 10 decidí quedarme en casa. Con el correr de los días empecé a angustiarme, creo que el entorno me afectó. La gente me preguntaba mucho. Tenía en contra la ansiedad de que mi beba no nacía y, encima, el contexto de pandemia.
A pesar de estar preparada para un parto natural, con un equipo pro parto respetado, la situación tan incierta me hacía dudar. Pensaba que tal vez era necesaria una inducción para evitar que siguiera pasando el tiempo, porque no se sabía qué iba a pasar en las clínicas. Finalmente, el 22 de marzo –a las 41 semanas y media– tuve contracciones. Pasé casi todo el trabajo de parto en casa hasta ir al sanatorio.
Mi beba llegó al mundo acompañada de la canción de Coldplay "Viva la vida" (no me parece casual, dentro de este contexto). Un momento duro fue cuando mi médico nos dijo: "Muero de ganas de darles un abrazo". No podíamos, pero las miradas reemplazaron el contacto físico.
Durante la internación estuvimos muy cuidados. Nunca salí de la habitación, la comida me la traían envuelta en nylon, siempre usando alcohol tanto nosotros como los médicos.
A los dos días me dieron el alta. Salí con la gorda en brazos y me largué a llorar. Me agarró miedo. En la clínica estaba contenida; ahora salía al mundo real y no tenía ni la posibilidad de levantar el teléfono para que viniera mi mamá. Era una mezcla de alegría por volver a casa y de angustia por lo incierto. Con Aldo, mi marido, estamos viviendo el postparto más unidos que nunca.

Inés Pujana, redactora de OHLALÁ!, mamá de Joaquín (22 meses) y de Isabel (1 mes)

Tengo amigas viviendo en España que nos contaban lo que pasaba allá y me habían dado una idea de lo que podíamos esperar por acá. Pero nunca llegué a prepararme para una cuarentena con 37 semanas de embarazo (ahora ya estoy de 40), un hijo de menos de dos años, una instrucción médica de reposo por contracciones y un marido que, por el rubro en el que trabaja (salud), no puede quedarse en casa. Colapsé. ¿Quién iba a cuidar a Joaqui cuando naciera Isabel? Mi mamá ya no era una opción. ¿Cómo íbamos a llegar al hospital? Y llegado el momento, ¿mi marido iba a poder estar conmigo? Porque me había enterado de que en algunos hospitales de Estados Unidos ya no permitían acompañantes en la sala de partos. Viví un par de días de angustia hasta que surgieron las ideas. Así fue que empezamos a apalabrar a los amigos y familiares –que no estaban en el grupo de riesgo– que podían ayudarnos llegado el momento. También hablé mucho con el obstetra, la partera y hasta el anestesista, que me mantienen al tanto de cómo viene la situación y me dan tranquilidad. El miedo se disipa poniéndose en acción e informándose, no haciéndose la cabeza.
En cuanto a todo lo demás que está fuera de mi control, no me queda otra que confiar, enfocándome en mi rutina diaria, hasta que llegue el día en que Isa decida salir a conocer el mundo, pandemia mediante, pero con la certeza de que la espera una familia amorosa.
Nota editorial
La beba de Inés, Isabel, nació el 8 de abril y tuvo un parto natural, sin complicaciones. Con sus palabras, Inés quiso tranquilizar a otras madres que estén por parir, diciendo: "No se preocupen porque el sistema de salud está funcionando bien. Los partos se cuidan todavía más que antes y está lleno de médicos y parteras a disposición. No hay que tener miedo porque todo está funcionando bárbaro. Lo único que cambia es que te vas cuanto antes a tu casa y que no podés recibir visitas, pero más allá de eso, no hay por qué asustarse. Mantener la tranquilidad es fundamental".

Nadia Dolinsky. Mamá de Helena, Milena, Juana y Manuela

Helena nació el 18 de marzo, dos días antes de que comenzara la cuarentena obligatoria. Es mi cuarta hija –tengo a Manuela, de 19, Juana, de 17, y Milena, de 9 años– y la primera para mi pareja, Darío. Los días previos al parto estaba todo muy raro y después de que Helena llegó al mundo se instalaron las reglas más firmes. A la clínica solo pudo entrar a verla mi hija mayor, esa mañana del jueves 18; ya por la tarde a mis padres y a mis otras dos hijas no los dejaron pasar. Estuvimos los tres solos hasta que nos dieron el alta.
Mis hijas nos ayudan con Helena, hay muchos brazos para tenerla, cambiarle el pañal y mimarla (sobre todo). Mi compañero está en todo momento, somos un equipo llevando adelante la casa. Aunque, claro, extrañamos la ayuda de nuestras familias y amigos.
Con el paso de los días, mi preocupación pasó a ser cómo llevarla a los controles de salud. Conseguimos pediatra cerca de casa, pero nos paró la policía varias veces por la calle. Aunque podemos explicar por qué salimos, todo me resultaba tan extraño: los barbijos, los permisos para circular, la distancia que hay que mantener.
Lo que veo de positivo es que podemos estar todos juntos. Nosotros, al ser tantos, no solemos coincidir con los horarios y ahora compartimos más tiempo en familia. La llegada de Helena nos unió mucho.
Lo más triste es que aún nuestras familias no conozcan a Helena, pero sabemos que falta poco para que puedan estar cerca y darle su amor. Nosotros aquí estaremos con más fuerza que nunca para recibirlos.

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