Despedida sin gloria, regreso sin certezas
Se huele un aire a despedida sin gloria y a regreso sin certezas.
En las paredes de los despachos hay marcas de los cuadros ya devueltos al museo de la Casa Rosada. Solo queda aún la foto del presidente saliente y algún objeto personal a punto de ser embalado en cajas que escenifican la circunstancia.
Hay un clima de paréntesis. Como el que representó Macri. Y sin que nadie sepa dónde retomará el relato el autor dominante de la política argentina desde 1989. Todo se ve como suspendido en el tiempo de una transición nunca compartida y menos urgida de lo imaginado.
No habrá allí ceremonia en el que el inquilino saliente reciba al nuevo. Se nota. Solo unos pocos de los que llegarán se ven o hablan a hurtadillas con los que se mudan. Pero hablan. Aunque sea de nada relevante. No hay acuerdos sobre políticas de Estado que trascenderán a un gobierno. Tampoco llegan gases de la plaza.
Es la normalidad que se pudo conseguir. No es poco tras 90 años. Quizá sea mucho. Ojalá sea el augurio de un cambio definitivo de tendencia. No un paréntesis. O una excepción.