Por qué el dólar une y separa a Macri y Alberto Fernández
La vertiginosa dinámica política y económica de esta semana hace que los seis días transcurridos desde las PASO parezcan una eternidad. Pero después del resultado, que sorprendió al oficialismo y a la oposición y provocó en los mercados otra debacle de proporciones históricas, aparecieron varios datos que no pueden pasarse por alto.
Uno, la tardía llamada telefónica de Mauricio Macri a Alberto Fernández, que abrió una instancia de diálogo civilizado, con una dosis de cordura imprescindible pese al clima de confrontación de la campaña electoral.
Otro, que el candidato presidencial más votado en las PASO disolvió el "club del helicóptero", un fantasma agitado por el kirchnerismo a lo largo de la gestión macrista, hasta que Cristina Kirchner eligió el perfil más moderado de Alberto F. para subir su techo electoral. "El Presidente tiene que llegar al 10 de diciembre", afirmó. No dijo cómo, pero presupone que no avalará paros ni protestas callejeras que compliquen la gobernabilidad. Pero aclaró: "La solución está en sus manos, no en las mías", ya que su triunfo con más de 47% de los votos no lo convierte en presidente electo. Esto es tan cierto como que los traspasos forzados de poder fueron preludios de otras crisis que inicialmente llevó tiempo superar.
La inesperada magnitud de su derrota en las PASO hizo que Macri demorara dos días en comunicarse con Alberto F. tras virar hacia la autocrítica para reducir daños políticos. No solo admitió el voto castigo por los malos resultados económicos de su gestión, sino que pidió disculpas por sus desafortunadas declaraciones del lunes, cuando responsabilizó implícitamente a quienes ganaron por el salto del dólar, el desplome de acciones y bonos argentinos y la explosiva suba del riesgo país, debido a "la falta de credibilidad del kirchnerismo en los mercados".
Este viraje lo llevó archivar el argumento del "único camino" y anunciar –en dos tandas sucesivas– la amplia batería de medidas inmediatas para aliviar transitoriamente los bolsillos de la clase media para abajo y los apremios impositivos de las pymes, que parecen inspiradas en los clásicos recetarios peronistas. De lo contrario, hubiera resultado poco creíble que intentará sumar a quienes no votaron en las PASO para achicar la diferencia de 15 puntos y llegar el ballottage, aunque esta hipótesis sea más factible matemática que políticamente.
Por su lado, Fernández contribuyó el jueves a calmar a los mercados al declarar que no propone un default ni dejar de pagar vencimientos de deuda y que considera razonable un valor del dólar de $60 (que implica una devaluación del peso de 22% solo desde las PASO).
Cada uno a su manera, terminaron por aceptar una realidad del resultado electoral que Héctor Torres (representante de la Argentina ante el FMI entre 2004 y 2008) describió acertadamente por radio: "Tenemos un presidente que asusta a la gente y un candidato que asusta a los mercados".
La perspectiva del dólar ubica a Macri y a Fernández en el mismo barco, con la necesidad común de que la economía no se descontrole y los pasajeros entren en pánico. Pero sus rumbos son diferentes.
Para Macri es imprescindible estabilizar cuanto antes el tipo de cambio, aun en el actual escalón de $60, un 33% más arriba del que el Banco Central había logrado mantener hasta comienzos de agosto ($45) sin intervenir en el mercado de contado. Si no lo consigue, sus chances electorales se complicarán aún más porque la volatilidad del dólar pasó hace tiempo a ser el termómetro de la economía, al igual que el riesgo país; incluso para quienes no pueden ahorrar ni nunca suscribieron un título público.
Pero el aplastante triunfo de Fernández, que previamente había considerado el dólar artificialmente bajo, hizo trizas los pronósticos y cambió totalmente el escenario. No solo gatilló la primera corrida cambiaria de 2019, sino el desplome de los mercados internos y externos, tras el desarme de carteras de activos argentinos comprados a precios de liquidación por descontar un resultado más favorable al oficialismo. Los números hablan por sí solos: en los siete meses y medio de este año el tipo de cambio acumuló una suba de 54% (algo más del doble de la inflación), pero 35 puntos porcentuales corresponden solo a los tres días posteriores a las PASO, cuando trepó hasta $63.
El impacto sobre la economía real se tradujo en remarcaciones –o desaparición– de precios debido a la incertidumbre por los costos de reposición. El alentador índice de precios de julio (2,2%) quedó desvirtuado por proyecciones que subieron a casi 5% para agosto y a 50% para fin de año. Y corre riesgo el congelamiento de Productos Esenciales, calculado con un dólar de $48 para fin de octubre. El BCRA comenzó a intervenir en el mercado cambiario, con licitaciones iniciales por US$150 millones diarios (más los 60 millones que coloca por cuenta del Tesoro), elevadas luego a 250 millones, sin sobrepasar el techo acordado con el FMI, y finalmente obligó a los bancos a reducir sus tenencias en moneda extranjera para incrementar la oferta de divisas. Pero también debió subir la tasa de Leliq a 75% anual (12 puntos porcentuales en una semana) para absorber pesos. No se verificó un traslado significativo de plazos fijos a dólares, monitoreado día a día. Pero el efecto recesivo de estas tasas puede ser peor que la inflación, si se mantiene sin capitalizarse el "efecto riqueza" de la suba cambiaria.
Para un gobierno de Alberto Fernández un dólar alto sería un buen arranque si el BCRA preserva cierto nivel de reservas netas. Así, el "trabajo sucio" de ajustar el gasto público en dólares habrá corrido por cuenta de Macri y también podrá atribuirle la herencia de una mayor inflación, incluso con componentes reprimidos (tarifas y combustibles). Pero, además, le dejaría más libertad para ensayar controles cambiarios o un desdoblamiento del mercado y reduciría el stock de Leliq medido en dólares. Con bonos argentinos a precios de reestructuración, le resultaría menos traumático proponer un canje voluntario a bajo costo y mayor plazo.
Sin embargo, por el "prontuario" populista del kirchnerismo y la evidencia de que populismo sin plata es sinónimo de crisis, no es seguro que pueda reabrir los mercados externos en 2020, cuando se habrán agotado los desembolsos del FMI y los vencimientos de deuda ascienden a US$24.000 millones. A priori, otra incógnita es si el equipo económico será armado por Alberto F. con economistas market friendly o aparecerá el dedo de Cristina Kirchner, Máximo y La Cámpora.
nestorscibona@gmail.com
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