Deuda: una negociación a brazo partido pone al país a merced de los fondos buitre
En el sector financiero afirman que el nuevo presidente podría ordenar la situación
Acostumbrado a ver variables financieras con una pasión que el hombre de a pie jamás comprendería, el banquero, que habla con el presidente electo, Alberto Fernández, y en el pasado trabajó para Mauricio Macri, define el escenario que se le abrirá a la Argentina en pocos días con palabras adecuadas para un momento histórico. "La cosa está más fácil de lo que dicen -asegura-, pero lo suficientemente complicada como para que un error en la ejecución mande todo al diablo".
Se refiere a la renegociación de la deuda pública, señalada por el círculo rojo -economistas, políticos, dueños de bancos, inversores internacionales y hombres de negocios- como el punto más urgente de la agenda económica que deberá atender el próximo gobierno. Aunque se trata de un ítem menos visible que la tasa de inflación o de actividad, es más gravitante en lo inmediato.
Dicho de manera esquemática, una salida amistosa al problema implicaría que el país volvería a contar con crédito más temprano que tarde, se disiparían las dudas sobre el sistema financiero doméstico y se alejaría el ingreso a una lista negra de malos pagadores. La alternativa más ignominiosa sería una vuelta al default, del que el país salió recién en 2016.
El problema es complejo e implica tomar decisiones fuertes por parte de la gestión de Fernández, pero se puede resumir en pocas palabras: ¿hay que pedir a los acreedores privados una quita o más plazo para pagar (esta semana se sumó la opción de no pagar intereses)?
Un asesor consultado por fondos de inversión extranjeros hizo la cuenta. A la discusión por la deuda hay que quitarle algunos ítems que pesan en la planilla. Por ejemplo, nadie espera que se deshaga la negociación con el Club de París, a la que le puso la firma el ahora gobernador bonaerense Axel Kicillof, cuando era ministro de Economía. Son unos US$1915 millones. Tampoco se contabiliza la denominada deuda con organismos internos, como el Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) de la Anses y el Banco Nación, por ejemplo.
Los montos bajo la lupa sumaban a septiembre pasado US$147.316 millones, entre bonistas y el FMI. La mayor parte corresponde a los primeros ($103.807 millones), pero incluso entre los bonistas no son todos los mismo. Ocurre que US$36.256 millones representan bonos reestructurados por la celebrada gestión Roberto Lavagna-Guillermo Nielsen, uno de los economistas que ahora trabaja con Fernández y podría ocupar un lugar importante en su gabinete.
Los mercados manejan un código de convivencia: la deuda que ya fue reestructurada no debe volver a pasar por ese proceso. De manera que el monto a renegociar con los bonistas se achicaría a $67.551 millones, si es que el nuevo gobierno decide aceptar esa regla no escrita.
A partir de esa cifra comenzaron a hacerse en los últimos días una serie de cálculos. Si se le aplicara una quita del 20% -es una de las propuestas que la consultora de Daniel Marx le hizo llegar a los equipos de Fernández- el Estado se ahorraría US$13.510 millones, una cifra importante para la coyuntura. A pesar de eso, especialistas en finanzas con un pie en la política y otro en los mercados la relativizan.
Hoy el peso de la deuda como porcentaje del PBI está apenas por debajo del 91 por ciento. Si se aplicara la quita, esa cifra bajaría al 87 por ciento. Sugieren que es un premio magro que no justifica ganarse la molestia de los acreedores. Dicho de otra manera: ¿al presidente electo le convendría devolver menos de lo prestado para alivianar las cuentas o estirar los plazos de pago para ganar tiempo? El primer camino es el más arriesgado: implica negociar más fuerte y exponerse a jugadas de bloqueo. De hecho, un grupo de acreedores de deuda argentina en moneda extranjera formó un comité para tener un mensaje unificado frente al país. Algunos de los fondos que serían parte son Greylock Capital, Fidelity, T Rowe Price, Amundi y Blackrock.
Los bonos emitidos en la gestión de Mauricio Macri llevan una cláusula de acción colectiva (CAC), según la cual, si dos tercios de los tenedores de una serie aceptan la propuesta, arrastran al resto. La contracara es que el otro tercio podría actuar en conjunto y frenar la renegociación.
Los que levantan la segunda bandera sostienen que la salida amistosa derivará en una apreciación del tipo de cambio y, eventualmente, el crecimiento de la economía, dos ítems que disminuyen el porcentaje de deuda sobre el PBI.
No todos los que hablan con Alberto Fernández piensan lo mismo. Carlos Melconian, por ejemplo, dijo en varias ocasiones que la renegociación de la deuda debería plantear una quita y Martín Guzmán, de ascendencia en el equipo del presidente electo, sugiere congelar el pago de intereses por dos años.
Entre octubre pasado y septiembre del año próximo, la Argentina tiene vencimientos por $68.644 millones, de los cuales el 23% ($15.000 millones) corresponde a intereses.
Marx le hizo llegar una propuesta con quita al equipo de Fernández y Martín Redrado, otro de consulta del presidente electo, insiste en que todo depende de la consistencia del plan económico, fiscal y financiero, quizás uno de los dos puntos que suma adhesiones de todos los sectores. El otro es el tiempo.
El rol del FMI
El reloj imaginario de la renegociación de deuda tiene un límite de 90 días. Allí jugará un rol importante el FMI, otro de los actores que, al igual que el equipo de Alberto Fernández, juega callado. Una de las grandes dudas pasa por saber si el organismo le pedirá al país que les reclame una quita a sus acreedores privados.
Hay otros detalles nimios que pueden demorar la discusión. Desde la apacibilidad de Washington, los técnicos del Fondo suelen tener más tiempo que los ansiosos dirigentes argentinos. Le pasó al expresidente del Banco Central Luis Caputo el año pasado. Cuando buscaba un visto bueno telefónico urgente para intervenir en el mercado cambiario, le respondieron que podían discutir la cuestión en la próxima reunión con las autoridades argentinas, que estaba agendada para el mes siguiente.
Si la discusión se extiende, coinciden varios analistas, se degradará y podría sumar nuevos enemigos. "Si querés una quita real del 20%, pedís al principio 40%", resume un negociador de títulos públicos. Es probable que una indefinición a brazo partido hunda el precio de los bonos, algo que acerca a los fondos buitre otra vez a los papeles argentinos.
La paridad de los bonos locales está ahora por debajo de su valor técnico en casi todos los casos. Muchos de ellos oscilan entre el 40% y el 80%. Es decir, son baratos, pero aún están lejos de entre el 25% y el 35%, la cifra que atrae a los fondos buitre. Ese es, quizás, el riesgo mayor. Los acreedores hoy son duros, pero tienen la voluntad de negociar. En cambio, fondos como Elliott Management Corp (Paul Singer) prefieren discutir el tema en un estrado. Después de todo, les fue muy bien en el último pleito contra la Argentina.
Los números de lo que se debe
Cuáles son las cifras que mira el nuevo gobierno
147.316millones
- Es el monto de la deuda en dólares acumulada hasta septiembre entre lo acumulado por bonistas y el FMI
91%del PBI
- Es el porcentaje del producto bruto interno que ocupa hoy la deuda
103.807millones
- Es la deuda en dólares que corresponde a bonistas privados. Algunos todavía corresponden a los primeros años después de 2001
20% de quita
- Si el presidente electo decide negociar una quita del 20% sobre la deuda, el porcentaje del PBI sobre la deuda bajaría al 87% y, además, significaría un ahorro para el Estado de U$13.510 millones
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