El arte mayor de la entrevista
Los alrededor de 15.000 médicos que participan del Congreso Europeo de Diabetes (EASD 2019), donde se dan a conocer las últimas investigaciones en materia de drogas y tratamientos para esta patología que avanza a pasos agigantados con el crecimiento de la obesidad, se sumaron esta semana a la habitual muchedumbre llegada de todas partes del mundo a una "Ciudad Condal" todavía engalanada con la exquisita tibieza y los cielos celestes de un verano tardío.
De día se concentran en la Fira, centro de convenciones cuyos inmensos salones permiten realizar sesiones con hasta ¡dos mil especialistas! por presentación. Hay que ejercitar una particular agudeza para orientarse entre hallazgos de todo tipo: desde que los conductores de vehículos y los trabajadores de limpieza tienen un riesgo triplicado de desarrollar diabetes tipo dos comparados con los profesores universitarios, o que el control de esta enfermedad le insumió a Inglaterra tres mil millones de libras en tratamientos hospitalarios evitables.
En los intervalos o al atardecer, se los ve recorriendo esta metrópolis rebosante de vida social. Encanta ver cómo los catalanes se reúnen a tomar una cerveza o degustar las tradicionales "tapas" en barcitos con mesas a la calle en La Rambla, la Gran Vía, el Barrio Chino o la Barceloneta hasta las once o doce de la noche, incluso en días de semana.
Había estado allí hace más de 20 años (por apenas tres días), y me había quedado con la idea de que los habitantes de esta urbe milenaria no eran muy condescendientes con los extranjeros; por ejemplo, se negaban a hablar en español. Ahora, a las bellezas con que deslumbran a los visitantes, como sus museos (el de Picasso y el de Tàpies, superlativos), sus callejuelas góticas y su celebérrima Sagrada Familia, se le suma la gentileza de su gente. Es decir, de su gente y de innumerables personas, la mayoría jóvenes, que llegan en busca de una residencia permanente, o de una experiencia de tres meses al borde del Mediterráneo y a una hora de avión de varias capitales europeas.
Entre ellos y los turistas, los argentinos son tantos, pero tantos, que casi no se puede dar un paso sin escuchar el inconfundible acento de esta parte del mapa.
Setenta y dos horas me bastaron para desterrar aquella primera impresión y quedarme con el deseo de volver. Ya de regreso, me preocupé por no olvidar las grabaciones y apuntes tomados durante la reunión científica, y me aseguré de llevar bien a mano mis audífonos para mirar un par de películas durante el vuelo. Pero no los usé. Como siempre, había llevado un libro para sobrellevar las horas vacías en el aeropuerto y durante el viaje. Esta vez fue el de Liliana Villanueva, Lloverá siempre. Las vidas de María Esther Gilio (Criatura Editora, 2018), la gran maestra uruguaya de la entrevista, que murió en 2011, a los 89 años. Fue empezar a hojear esa cálida biografía realizada esencialmente a partir de una charla de ocho horas con la que fue "la leyenda viviente del periodismo rioplatense", para ya no poder dejarla. Graduada de abogada, Gilio convirtió el diálogo en un arte mayor. Lo ejercitó con figuras como Troilo, Bonavena y Onetti (con quien la unió un extraño amor), presidentes, artistas y personajes marginales. Ensayó todas las variantes de la entrevista e hizo periodismo de investigación antes de que el género tuviera nombre. Vivió 13 años en el exilio e hizo muchas cosas para vivir, pero en todas partes abrazó su oficio con ardor. Para ella, entrevistar, dice, "es una adicción (...) Si no pudiera seguir entrevistando me volvería loca". Y en otro pasaje comenta que el periodismo fue lo que más placer le dio en la vida.
Villanueva recrea su voz mientras Gilio repasa una existencia de novela, revela el detrás de escena de algunas de sus piezas más logradas y desgrana lecciones invalorables sobre este trabajo. Un viaje (otro) maravilloso.