Acerca de la poesía, la belleza y la felicidad
Fernando Aramburu advierte en la breve pieza que inaugura Vetas profundas (Tusquets), su último libro, su coincidencia con Borges en que es ingrato negar la felicidad. Despiertan la suya, dice, ciertas obras de Mozart, algunos cuadros de Caravaggio, poemas del propio Borges. El autor de Patria tiene 60 años: como el Borges más tardío, ofrece al lector cuarenta textos en los que medita a partir de cuarenta poemas en lengua castellana, sin alardes de estilo ni efectos academicistas. La prosa es límpida, sencilla, de una hermosa musicalidad; la mirada, la de un poeta consumado. Leemos a Alfonsina Storni, Vicente Aleixandre, Pablo Neruda, Federico García Lorca y Alejandra Pizarnik, y junto al escritor sentimos una emoción intensa ante el espectáculo de la belleza. El libro es la apacible meditación de un hombre acerca del mundo y sus prodigios. Cada tanto, su autor se detiene en la lección moral que dejan en su espíritu ciertos versos de Dámaso Alonso o Luis Cernuda, de César Vallejo o Miguel Hernández. La lección última es borgeana: estamos condenados a la hermosura y, acaso, a la felicidad.