El espacio de trabajo como campo de batalla
Primero fue la demonización de las paredes, los despachos, y luego, de los tabiques de Durlock o vidrio, los cubículos, hasta que la mayoría de las oficinas se transformaron en "espacios abiertos", sean los de grandes multinacionales o los de modernas empresas de co-working. En todo caso, las finanzas y el diseño coincidieron en crear esos paisajes despojados, repletos de escritorios. Ahora, cuando la tecnología avanza sobre la vida personal y doméstica, la dinámica dentro del propio ámbito laboral también está cuestionada.
Las pretendidas creatividad, colaboración y eficiencia –sostienen los expertos citados esta semana por The Atlantic– no florecieron en los escritorios minimalistas. Y sí crecieron la frustración y la contaminación visual y auditiva, que predisponen a la dispersión. El artículo se títula "Los trabajadores aman sus auriculares porque los empleadores se robaron las paredes". El foco es la necesidad de recuperar concentración y cierto control de la privacidad bien entendida: si no de lo que sucede de los ojos para afuera, al menos de lo que esperamos de nuestros oídos hacia adentro.