Un inesperado reflejo de la polarización latinoamericana
BOGOTÁ.- La tarea de repintar el mapa político de la región llevará al menos unos días a los estrategas continentales, obligados a trabajar con capas de color muy suaves porque la realidad amenaza con imponer nuevas tonalidades sin avisar. Todo apunta a que el azul sustituirá al rojo en la otrora Suiza de América, que ya no se parece tanto al país europeo y recuerda más que nunca su condición latinoamericana.
Los 28.666 votos de ventaja que el centroderechista Luis Lacalle Pou mantiene sobre el oficialista Daniel Martínez, a la espera de los 35.229 votos observados que faltan por contar, ponen en entredicho que el giro continental a la derecha iniciado en 2015 haya llegado a su fin. Más allá de la carrera voto a voto, jamás antes unas elecciones en las que solo intervienen un par de millones de votantes se vivieron con tal intensidad fuera de las fronteras charrúas, confirmación de la hiperpolarización que sufre América Latina.
La bautizada en Caracas "brisa bolivariana", que va y viene de forma caprichosa por el continente, atenúa los colores de cada pieza del rompecabezas. Al día de hoy, la derecha sumaría seis países en ese mapa: Brasil y Paraguay, de forma más sólida; Chile y Colombia, en mitad de procesos negociadores; la Bolivia de Jeanine Áñez, hasta que se resuelva entre febrero y abril el proceso electoral, toda una incógnita, y el Uruguay del cambio, si finalmente se confirma el triunfo de Lacalle Pou.
"Uno menos para los moderados pro-Maduro, aunque no vislumbro ningún impacto significativo fuera del simbolismo", acota el politólogo Andrés Malamud.
Seis países con gobierno conservador, más dos aliados centristas: Perú y Ecuador. El segundo todavía sacudido por las protestas de octubre último y el primero a la espera de las legislativas de enero, con la tensión llamando a sus puertas, sobre todo después de la excarcelación, ayer, de Keiko Fujimori.
Enfrente, el peronismo que asumirá en unos días en la Argentina y la revolución chavista de Maduro, que nunca estuvo más sola, pero que pese al monumental derrumbe del país se maneja con márgenes de comodidad. A nivel continental solo le quedan sus aliados de México, Cuba y Nicaragua, aunque no da ni mucho menos la batalla perdida en Ecuador y, sobre todo, en Bolivia. La postura de Caracas respecto del país andino es muy clara: el presidente sigue siendo Evo Morales, víctima de un golpe de Estado, y las elecciones no se celebrarán pese a los avances de los últimos días.
Es precisamente Venezuela la que "dibuja" un mapa político a favor y en contra: solo mantiene cuatro aliados (Argentina, México, Nicaragua y Cuba) y enfrente ha sumado a un batallón de 14 países: por la derecha, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay, Bolivia, Uruguay, Guatemala y Honduras, y por el centro, Ecuador, Perú, Panamá, Costa Rica, El Salvador y República Dominicana.
La noche electoral más apretada que se recuerde se vivió con especial nerviosismo en Caracas, donde el gobierno de Maduro esperó hasta el final por la remontada de su aliado. Las palabras de Lacalle Pou y su desafío por "hacer las cosas bien" despejaron cualquier duda desde el minuto uno: "Un país que necesita abrirse al mundo y separarse de dictadores y defender los derechos humanos".
Uruguay, con uno de los mayores niveles de calidad democrática del continente y "la sociedad más moderada", añade Malamud, ha funcionado, sin embargo, como aliado perfecto del chavismo durante los 15 años del Frente Amplio. El mejor "blanqueador" posible a los desmanes de la revolución bolivariana porque nada hay más alejado de Venezuela a ojos de la comunidad internacional que un país serio como Uruguay, que además ha participado en el Grupo de Contacto con la Unión Europea y que ahora mueve fichas con el llamado Mecanismo de Montevideo, que más allá de llamados al diálogo tiene como principal objetivo mantener el statu quo actual.
"El triunfo de Lacalle debería significar un nuevo aliado para Guaidó y las fuerzas representadas en la Asamblea Nacional. Este cambio, junto a Bolivia, puede ser relevante, en especial por las votaciones en la OEA. Quizás ambos se integren en el Grupo de Lima", vaticina desde Washington el politólogo Gustavo Rojas Matute.
La última jugada de Maduro y de sus aliados, la conformación de una falsa mesa de diálogo con una oposición que no es tal, chocó ayer con los organismos europeos, que no aceptaron a los enviados presidenciales de ese supuesto diálogo. Una negociación teledirigida desde Caracas que el chavismo lanzó para suprimir los avances que Noruega iba consiguiendo con ambas partes. Y que el viejo gobierno de Uruguay aceptó con buenos ojos. Como siempre.
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