Pulverizador Pichetto para "pechos fríos"
Paradojas de la vida: tuvo que llegar un peronista al gobierno de Cambiemos para reivindicar al capitalismo en voz alta y con orgullo. Y ahí nomás se fue a celebrar con los muchachos cambiemitas, de peronismo asordinado, para canturrear aquello de "combatiendo al capital" de la marchita. Deliciosas contradicciones argentinas.
Desde que hace doce días Mauricio Macri sorprendió al anunciar a Miguel Ángel Pichetto como su candidato a vicepresidente, los mercados reaccionaron con entusiasmo, el dólar y la inflación empezaron a bajar y las encuestas vuelven a sonreírle al Presidente. Todo por la incorporación al equipo oficial del senador justicialista, tan adusto como Jorge Bergoglio cuando solo era cardenal, ostensiblemente más proclive a la sonrisa y al buen humor desde que es papa. Salvando las distancias, parecido derrotero transita Pichetto. Es que a ambos, como buenos peronistas, el poder los pone en estado de euforia. "Una montaña rusa", define sin quejarse del traqueteo multiplicado exponencialmente al que se ha sometido el hombre que, de pronto, quedó ungido como eje crucial de este particular momento de la política local.
Pichetto, a diferencia del núcleo duro oficialista, inclinado del todo a las redes sociales, otorga trascendencia a los que él denomina "medios tradicionales" y los abastece generosamente con sus definiciones tajantes, con la impunidad social que se le concede a cualquier peronista para decir lo que quiera. ¿Se imaginan el escándalo que se habría armado si hubiese sido Macri, en vez de Pichetto, el que rotulara de "comunista" a Axel Kicillof? ¿Acaso habrían perdonado a María Eugenia Vidal que aludiera a la sexualidad de Cristina Kirchner? Con el despelote que armaron por la simple portada de una revista, imaginen los desagravios que hubiesen dedicado a la multiprocesada senadora.
Sobre el final del mandato, el macrismo terceriza la vocería de su frígida administración a un extraño como Pichetto, al estilo de César Jaroslavsky (en tiempos de Alfonsín), Carlos Corach (cuando gobernaba Menem) o Aníbal Fernández (en la era cristinista). Contrasta con la impronta insípida de Marcos Peña (que solo parecía recuperar sangre en las venas cuando lo pinchaba algún kirchnerista en el Congreso) y las disruptivas e intermitentes apariciones mediáticas de Elisa Carrió (más para defender sus propias posturas que las del Gobierno).
Mientras los tres máximos referentes oficialistas -Macri, Larreta y Vidal- continúan con sus incursiones más light en las redes sociales, en muy pocos días Pichetto se convirtió en el nuevo macho alfa que domina el centro del escenario real y no virtual de las comunicaciones, con acciones públicas muy atractivas para los medios y paralelamente con otros "bordados" mucho más silenciosos, conversaciones con gobernadores, legisladores y otros dirigentes. Pichetto maneja una ambulancia con la sirena apagada, pero que ya recorre incesantemente los caminos de la política en busca de sumar más nombres a su nueva y original cruzada.
Con Pichetto, ¿el Gobierno cambia de piel o es convocado solo para entonar el "pecho frío" con que comunican casi todo?
Marcos Peña y Jaime Durán Barba, con quienes ya viene teniendo varias reuniones, lo alientan a que siga fiel a su naturaleza sin mimetizarse con las maneras cool de las huestes de Pro. Ni falta hace aclarárselo.
La armonía en la diversidad es total: mientras Peña seguirá siendo el atildado CEO de la compañía, Pichetto es el flamante public relations, un tanto peculiar por lo temible y áspero que pueda llegar a ser. Traducido a lenguaje perruno: si Carrió es el rottweiler que aparece en el momento menos pensado para repartir tarascones entre la oposición y algún que otro propio, Pichetto es un pitbull bien adiestrado que sabe hundir sus afilados colmillos exclusivamente en los enemigos de los gobiernos de turno a los que supo servir (sucesivamente, el menemismo, el kirchnerismo y ahora el macrismo; no importa cuán distintos hayan sido o sean entre sí, él siempre ha sido fiel y su máxima se mantiene inalterable: "Obrar con lealtad y disciplina").
Pichetto saltó al oficialismo actual cuando vio que Alternativa Federal, que él había fundado, se diluía ("por la mezquindad de Lavagna"), y con ella, la posibilidad de concretar una propuesta de peronismo republicano. Para el senador, que está armando su propio bloque en la Cámara alta sumando voluntades (de un momento a otro podría acompañarlo también Carlos Menem), el kirchnerismo propone una "anomalía institucional" (una candidata a vice que elige al candidato a presidente), que, además, pretende copar la provincia de Buenos Aires con La Cámpora e instalar como candidato presidencial para 2023 a Máximo Kirchner.
¿Y el propio Pichetto se ve para ese año como sucesor de Macri por un solo mandato si es elegido? Él lo niega alegando que su ciclo vital, a los 68 años, está cumplido y que, de triunfar, tras el 10 de diciembre, prefiere volver a sumergirse en el Senado, ya como titular de ese cuerpo, "donde la luz no me ilumine mucho".
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