Francisco Martínez Mojica: "Tarde o temprano será posible modificar la especie"
El científico español considerado el "padre" de la técnica que permite cortar y pegar genes, firme candidato al Nobel, recibe esta tarde el honoris causa de la Universidad de Quilmes
A principios de los años noventa, y mientras hacía su tesis de doctorado en un lugar conocido como Salinas de Santa Pola, Francisco Martínez Mojica descubrió una auténtica rareza: vio que en el genoma de unos microorganismos que estaba estudiando se repetían regularmente unos fragmentos de ADN. "Nosotros queríamos averiguar cómo sobrevivían estos microbios en ambientes salinos -recuerda ahora, desde su oficina en el Departamento de Fisiología, Genética y Microbiología de la Universidad de Alicante-. Diez años más tarde, descubrimos que esas secuencias eran un sistema de defensa de las bacterias frente a virus. Fue investigación básica pura y dura, 'serendipia', cuestiones que uno se encuentra, le llaman la atención y se dice: pues vamos a ver qué es esto".
"Esto" resultó dar lugar a la herramienta más poderosa con que se cuente para la edición genética: la técnica conocida con el acrónimo de Crispr-Cas 9, una suerte de "tijeras genéticas" para cortar y pegar genes a la manera en que se trabaja con un procesador de texto y que, al permitir editar el genoma de cualquier ser vivo de manera sencilla y económica, está revolucionando la biotecnología.
Nacido en Elche, España, e hijo de zapateros, Martínez Mojica está de visita por primera vez en la Argentina para recibir el título de doctor honoris causa de la Universidad Nacional de Quilmes y dar una clase magistral. "Un galardón otorgado por un establecimiento público es un hecho que me supera -afirma-. Aunque no lo busco, me emociona como un niño. Toda mi vida he apostado a la educación pública y de calidad. Solo tengo palabras de agradecimiento".
-Siempre se dice que la herramienta desarrollada a partir de su descubrimiento es muy fácil de aplicar. ¿Es así?
-Sí, es tremendamente sencilla. Antes, los procedimientos que teníamos eran complicados y caros. Al desarrollarse las herramientas Crispr, se simplifica tantísimo que uno puede pedir que te sinteticen un ARN de la secuencia que tú quieras, que es bastante barato, y luego tú le dices adónde tiene que ir, va y corta. Son dos componentes que se pueden obtener muy fácilmente. Los puedes comprar, los puedes sintetizar en el laboratorio, o, si tienes un yogur en casa y tienes conocimientos básicos de biología molecular, los puedes obtener tú mismo en unas horas.
-¿Y es absolutamente precisa?
-Bueno, no, porque esto es un sistema de inmunidad que reconoce una secuencia predeterminada. Y si encuentra una que no es idéntica, pero es parecida, también corta. En la naturaleza estos sistemas no funcionan de una forma tan, tan exacta. Si de 20 nucleótidos que tiene que reconocer encuentra solamente 19, también corta. Con menos frecuencia, pero también lo hace. Y si encuentra 18 o 16, pues también. Esto quiere decir que cuando uno pretende cortar y editar el genoma dentro de una célula nuestra, que tiene 3000 millones de pares de bases, ocurre que de vez en cuando va a otros lugares y también corta. Lo que ocurre es que, gracias a la colaboración de tantísimos grupos de investigación, estas herramientas se han ido puliendo y mejorando, aumentando muchísimo la especificidad. De hecho, muy probablemente eso tarde o temprano se va a resolver. De todas maneras, todavía hay otras cuestiones relacionadas con la precisión que quedan por solucionar. Es decir, todavía no se está en condiciones de trasladarla a una terapia en humanos, como algunos pretenden.
-¿Cree que podría descontrolarse su uso y avanzar hacia modificaciones genéticas que podrían torcer el destino de la humanidad u otorgar ventajas a ciertos grupos?
-Cuando surgió la tecnología de ADN recombinante, también se sintió temor de que se modificara la especie humana. Pasaron 70 años desde entonces y no ha ocurrido. Es cierto que ahora esa posibilidad está muchísimo más cerca. A lo mejor no con Crispr, pero sí con otra herramienta, tarde o temprano será posible. Hay que regular el uso de este tipo de técnicas como todo lo que pueda tener consecuencias nocivas para el ser humano o el medio ambiente. A veces es difícil: la ciencia va mucho más rápido que los legisladores.
-Usted llegó a este descubrimiento haciendo investigación básica. ¿Qué dice cuando se discute la inversión en la ciencia guiada por la curiosidad?
-Hay que investigar lo que pueda dar un rédito para el país y también lo que nutre ese conocimiento. Si no se va alimentando la investigación aplicada, no se puede hacer absolutamente nada. Siempre he dicho que la diferencia entre investigación básica y aplicada es que la básica tiene muchas más aplicaciones [se ríe]. El ejemplo de Crispr es uno de muchos. El conocimiento tarde o temprano va a tener una aplicación. ¿Quién se beneficiará? Pues con que se beneficie la humanidad ya está bastante bien.
-¿Cómo llegó a la biología?
-Mi padre tenía un taller de calzado y allí trabajaban mis hermanas, mi madre y yo en los veranos. Eran artesanos. En mi familia, de mi generación, solamente estudiamos un primo, que fue arquitecto, y yo. Cuando decidí hacer esto, me decían: "Pero por qué estudias biología, que eso no sirve para nada". Pero siempre me ha encantado el mundo natural. Tengo tres hermanas y tenía que jugar solo, con ellas era complicado porque eran bastante mayores. De modo que me gustaba jugar con animalitos, observar lo que me rodeaba... Creo que los momentos más felices de mi vida siempre han sido en un bosque o en una montaña, viendo la naturaleza. Hace diez años, me vine a vivir a las afueras y ahora salgo al campo y estoy encantado de la vida. Para mí, no hay nada más bonito.