Reciclar para cuidar el medio ambiente
Afinales del siglo pasado, un prestigioso investigador informático en Estados Unidos, Nicholas Negroponte, anticipó en su libro Ser digital la revolución de la información que estaba recién naciendo en los albores de internet. El autor logró anticipar nuestra realidad de hoy: un mundo donde los átomos, la materia, ceden cada vez más su lugar a los bits y a la información. Desde aquel momento, por contraposición al mundo analógico, "ser digital" se transformó en sinónimo de progreso, futuro, modernidad.
Un cambio de paradigma equivalente al de la revolución digital es el que nos impone hoy la preservación de nuestro planeta de los efectos devastadores que provoca -también en nuestro país- el cambio climático. A pocos días de haberse celebrado el Día Mundial del Reciclado, es necesario reflexionar que la economía "circular" es la economía del futuro, y que "ser circulares" en el tratamiento de los residuos es sinónimo de progreso, mejora de la calidad de vida y cuidado del medio ambiente.
Pensemos en nuestras familias, en nuestros hogares. La mayor parte de las cosas que usamos y tiramos pueden transformarse y reutilizarse: papeles y cartón, plásticos, vidrios, metales, si están secos y limpios son insumos de valor que pueden volver a la actividad económica. "Ser circulares" es separar en origen distinguiendo el material que puede ser reciclado y reutilizado: la botella plástica, el envase de tetrabrik, la caja de cartón, el vidrio que se ha roto, la impresora que ha dejado de funcionar, los papeles, no son desechos, sino recursos. Y así deben ser tratados.
El efecto de este cambio cultural sería una reducción notable en la cantidad de residuos y este es el mayor aporte al cuidado del medio ambiente que podemos realizar. Esto es más urgente cuando constatamos que todavía muchas personas continúan actuando "linealmente": usan una sola vez y tiran, sin pensar en las consecuencias que tiene este consumo irreflexivo e irresponsable. Baste consignar el consenso global sobre el impacto que el plástico provoca en los ecosistemas.
Desde mediados del siglo pasado, la humanidad produjo unos 8300 millones de toneladas de plástico, pero la mitad de todo ese plástico se produjo en los últimos 15 años. A más del 50% del plástico se le da un solo uso y va a parar a vertederos y a la naturaleza, especialmente al fondo de los océanos. En la ciudad de Buenos Aires, sin ir más lejos, lo mismo pasaba con las bolsas plásticas que terminaban contaminando el Río de la Plata u obstruyendo los sistemas de desagüe, hasta que fueron prohibidas. No en vano, la mayoría de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas tienen relación directa con la economía circular y con el cuidado de los recursos naturales.
Por supuesto que este cambio cultural tiene que ser acompañado por políticas públicas que lo hagan posible. En la ciudad de Buenos Aires se recupera diariamente más de la mitad de los residuos que se generan y seguramente, con un compromiso creciente, cada vez más distritos del país pueden mostrar una evolución favorable. Algunos autores han señalado que somos la primera generación que sufre los efectos del cambio climático y la última que puede hacer algo por remediarlos. Podemos vivir una auténtica ciudadanía ambiental siendo "circulares" y actores protagónicos de la economía del futuro.
Ministro de Ambiente y Espacio Público de la ciudad de Buenos Aires
Eduardo Macchiavelli
LA NACION