Relaciones. A Japón le va bien en China, a pesar de la rivalidad
Sin embargo, las disputas entre EE.UU. y el gigante asiático podrían poner al país en aprietos
The EconomistEn 1977, cinco años después de que Japón y China restablecieran relaciones diplomáticas, Miyakoshi, Un fabricante de electrónica, se convirtió en la primera firma japonesa en recibir un permiso del Partido Comunista para hacer negocios, autorizándolo a hacer grabadoras de cassette. En 2017 alrededor de 32.000 compañías japonesas tenían inversiones por valor de US$117.000 millones en China continental, una de las mayores huellas corporativas extranjeras. El año pasado volcaron cerca de US$11.000 millones a China, un aumento de la mitad desde 2010 y no lejos de la cuenta estancada de larga data de Estados Unidos. Las compañías japonesas grandes que cotizan en bolsa obtuvieron de China 17% de sus ganancias en el extranjero, según cálculos de Jesper Koll, un administrador de fondos de Tokio.
La relación entre la segunda y la tercera mayores economías del mundo nunca estuvo mejor. El año pasado funcionarios chinos visitaron Panasonic, Canon y Toyota en Japón para reunirse con ejecutivos y atraer a sus firmas a nuevas zonas de libre comercio. Hace un año Shinzo Abe, primer ministro de Japón, viajó a China para participar de un foro en el que hubo mil empresarios. Durante el viaje los dos países anunciaron 500 acuerdos por valor de más de US$18.000 millones. Pero a pesar de tanta bonhomía, es un momento inusualmente delicado para las empresas japonesas en la República Popular.
La primera razón es la naturaleza cambiante de las relaciones comerciales entre la China enriquecida y el mundo.
Las firmas japonesas han navegado este cambio bien, no desplegando nada del exceso de confianza que afectó su aventura fallida lanzada a todo dar en Estados Unidos en la década de 1980. Al encarecerse la mano de obra en China, muchos han trasladado su manufactura a lugares más baratos de la región. Uniqlo, un fabricante de ropa japonés, es una de un número de empresas que se fueron al sudeste asiático.
Al mismo tiempo, muchas de las mismas compañías se han convertido exitosamente en marcas deseadas en China. Los consumidores chinos buscan la ropa bien confeccionada de Uniqlo. Cansados de los escándalos de seguridad de los productores locales, prefieren golosinas y bebidas de marcas japonesas como Sahi o Yoshioya o productos médicos de Kobayasi. Kao, una firma de productos de consumo masivo japonesa, recientemente comenzó a producir una versión premium de sus pañales Merries sólo para el mercado chino.
Este verano boreal Toyota invirtió US$600 millones en Didi Chuxing, un gigante de los viajes compartidos chino. Miyakoshi, que ahora vende propiedad inmueble en vez de reproductores de cassette, genera todas sus ventas en China. El consumo chino ya ha pasado "el punto sin retorno", dice Takeshi Niinami, el patrón de Suntory, una destilería gigante japonesa.
Los productos japoneses resultan atractivos no solo para los consumidores chinos sino también para sus corporaciones. En abril, Toyota acordó vender tecnología de automóviles eléctricos a Singulto, un fabricante chino de vehículos de bajas emisiones.
En junio anunció asociaciones para producir baterías con CATL, una compañía tecnológica, y Byd, un fabricante de autos.
Cuando en 2015 jd.com decidió construir la mayor fábrica hidropónica de China en las afueras de Pekín, el gigante del comercio electrónico chino fue tan lejos como Israel y Holanda en busca de la tecnología adecuada para regular la temperatura de sus salas de producción de semillas y su producción de vegetales sin tierra. Al final se decidió por los productos de Mitsubishi Chemical. La firma japonesa ya ha ayudado a construir cerca de 20 fábricas como la de jd.com en China y apunta a iniciar los trabajos en diez más por año.
Las firmas japonesas se enfrentan a las mismas vallas que las demás al intentar hacer negocios en China. Los empresarios en Tokio se hacen eco de las quejas occidentales acerca de reglas complicadas, aplicadas de modo arbitrario, un sistema impositivo que favorece a las compañías chinas, un sistema judicial poco confiable y el robo de propiedad intelectual.
Pero el gobierno y las asociaciones empresarias de Japón pueden estar haciendo más para ayudar a sus empresas que las de Estados Unidos o Europa para las suyas. Su embajada en Pekín y la Organización de Comercio Exterior de Japón, un ente gubernamental independiente, han empleado expertos para ayudar a sus firmas. Publicitarios japoneses se han instalado en China para ayudar a sus compatriotas a comercializar de acuerdo al gusto local.
Habiéndose quemado los dedos en China hace unos años, en mayo Rakuten, un gigante del comercio electrónico japonés, abrió una oficina en Dalian, una ciudad costera china que ahora alberga alrededor de 1500 compañías japonesas.
A pesar de sus éxitos de los últimos tiempos en China, Japón aún debe andar con cuidado allí. Una razón son los fantasmas del pasado. En 2005 un cambio controvertido en los libros de historia japonesa oficiales, que se vio como un intento de borrar los pecados del Japón imperial, llevó a protestas descontroladas en China y el boicot de empresas japonesas.
En 2002, durante un conflicto político por la disputa de las islas Senkaku, que Japón controla pero China reclama como propias (y llama las islas Diaoyu), fueron incendiadas concesionarias de Toyota y Honda, así como una planta de Panasonic.
Las firmas japonesas han aprendido a manejarse mejor con las quejas chinas por el hecho de que Japón no ha asumido suficientemente su responsabilidad por la ocupación de partes de China en la guerra, cuando firmas tales como Mitsubishi Materials forzaron a personal chino a trabajar en minas japonesas.
Hace trece años Mitsubishi llegó a dar una disculpa formal, cosa rara, y ha estado creando un fondo de compensación. Pero el resentimiento está a flor de piel y fácilmente podría estallar si la confianza de los chinos en sí mismos encuentra su expresión en un nacionalismo asertivo.
Entre el águila y el dragón
Y está también el espectro de la rivalidad sino-estadounidense. Las firmas japonesas desde hace mucho se han beneficiado de la proximidad geopolítica con Estados Unidos y la cercanía geográfica con China. Los dos países son los mercados más importantes para muchas compañías japonesas, cuyas cadenas de producción abarcan ambos.
Al disputar las superpotencias por todo, desde el comercio hasta la tecnología, está bendición se ve cada vez más como una maldición. Dado que las firmas japonesas están más expuestas a China que las americanas -China es el mayor socio comercial de Japón- les resultaría más difícil retirarse del mercado chino.
Sería una "pesadilla" tener que elegir entre el mayor vecino de Japón y su principal aliado estratégico, dice Ichiro Hara de la organización económica Keidanren, un lobby empresario japonés. Al afectar la geopolítica el comercio globalizado, puede volverse inevitable tener que elegir. •
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