Un proceso que divide al país y hasta las mesas familiares
MOUNT PLEASANT, Carolina del sur.- En este rincón relativamente progresista de Carolina del Sur, es comprensible que Kathryn Whitaker esté a favor del juicio político al presidente Donald Trump: no solo es demócrata, sino también candidata al Senado del estado.
"El presidente realmente puso sus intereses personales y profesionales por encima de los intereses del país", dice Whitaker, de 37 años. "Lo agarraron haciendo abuso de su poder".
Pero su posición la pone en conflicto con la relación más íntima y personal de su vida: su esposo desde hace 15 años, Gabe Whitaker, es un republicano que piensa que el juicio político a Trump "es una enorme pérdida de tiempo".
"Solo la conversación está creando división, que es lo que cada parte intenta hacer", dijo Gabe Whitaker, de 41 años. "Me estoy cansando de todo eso".
La polarización política que se vive en Washington, donde la Cámara de Representantes votó anoche por iniciar el juicio político al presidente, suscitó virulentos enfrentamientos entre los legisladores, tanto en el recinto como en las pantallas de los canales de noticias. Pero esa ríspida división en la capital del país también se hizo evidente en escenarios más chicos a lo largo de Estados Unidos.
Con posturas opuestas, aunque mucho menos grandilocuentes, la batalla que se libra en torno al juicio político se va extendiendo de cuadra en cuadra, de casa en casa, y hasta divide la mesa familiar.
Tal vez nadie espere realmente que el Senado saque a Trump de su cargo, pero esa falta de suspenso por el resultado no impidió que muchas personas sostengan posiciones apasionadas, especialmente en lugares como los suburbios de Charleston, donde se encuentra el distrito más reñido de Carolina del Sur, una delgada franja costera de tendencia republicana representada sin embargo en el Congreso por un legislador demócrata.
El representante Joe Cunningham, un demócrata novato en un distrito donde los republicanos tienen 10 puntos de ventaja, ha sido blanco de ríspidos debates en todo su distrito desde hace semanas.
En Charleston, un aviso televisivo urgía a los votantes a llamar a la oficina de Cunningham para exigir que vote en contra del juicio político a Trump. El aviso fue pasado incluso el domingo, durante el horario de televisión más inofensivo, en la tanda publicitaria de un canal que proyectaba La novicia rebelde.
Pero los votantes demócratas ya le advirtieron a Cunningham que si bien podrían dejar pasar que votara en disidencia con su partido en otras cuestiones, no están dispuestos a ser tan comprensivos en un tema tan trascendente como el juicio político al presidente.
El lunes, Cunningham y otros demócratas moderados anunciaron que votarían a favor del juicio político. Pero en un país que ya parecía cansado de oír hablar del tema, el intenso debate que se está dando en Charleston ha suscitado discusiones interesantes entre amigos y compañeros de trabajo durante el almuerzo, entre parientes en fiestas familiares, y entre vecinos en reuniones y encuentros: se está dando una inusual circunstancia en la que un tema político logra trascender el imparable flujo de las noticias.
Linda Ketner, aportante y militante demócrata, dice que un amigo hasta le preguntó su opinión sobre el juicio político durante el sermón del domingo en la iglesia local.
"Me preguntó qué creía yo que Cunningham tenía que hacer", recuerda.
Patrick Garrison, de 33 años, dice que su madre prohibió que se hable del juicio político a Trump durante la cena del Día de Acción de Gracias. Pero Garrison, un republicano que se dedica al negocio inmobiliario, dice que inevitablemente el tema surgió después de la cena en un reciente casamiento familiar, y durante un viaje en auto a Asheville, Carolina del Norte, junto a uno de sus primos, James Shelley, que es demócrata.
Shelley, cuyo interés en la política se despertó cuando descubrió The West Wing en Netflix hace seis o siete años, dijo que había donado diez dólares a la campaña de reelección de Cunningham como agradecimiento por su voto político.
"Usar mis dólares de impuestos para tratar de obtener favores políticos de un gobierno extranjero para asegurar su reelección, la continuación de su poder, me asusta", dijo Shelley sobre Trump. "Creo que hay una razón por la que tenemos esta cláusula en la Constitución, y es porque no queremos un rey".
Esa postura sin embargo no lo distancia de Garrison. "Realmente agradezco la oportunidad que tuve de hablar con alguien que sigue de cerca el tema y que se informa a través de otros medios de comunicación distintos a los míos", dice Shelley, de 30 años, representante contable de una empresa de software y vecino de Charleston Norte. "Valoro su opinión, a la que llegó después de reflexionar largamente, al igual que yo".
Garrison opina lo mismo: "Mejor hablar de política que de fútbol americano". Garrison es hincha del equipo de la Universidad de Carolina del Sur, mientras que Shelley es hincha de Clemson, que últimamente ha tenido más triunfos.
Relaciones
Pero no todos en el distrito de Charleston lograron mantener tanta cordialidad en sus relaciones personales. Jen Gibson, una demócrata de 45 años que vive en el condado de Berkeley, el sector más conservador de Charleston, dice que después de la elección presidencial prácticamente cortó relaciones con los parientes que posteaban memes a favor de Trump en las redes sociales.
Nieta de un minero iletrado y criada en Virginia Occidental, Gibson dice que las políticas de Trump -y los posts de su familia- le parecen insensibles. "No entiendo cómo pueden dejar de lado a todos los que no piensan como ellos", dice.
Pero en una ciudad conocida por su amabilidad sureña, muchos vecinos están orgullosos de mantenerse por encima de la refriega política. Allyson Kirkpatrick dice que el juicio político es "poco razonable", pero no está dispuesta a quedar atrapada en divisiones políticas cuando su mejor amiga y vecina trabajó para el gobierno demócrata de Barack Obama.
"Ante todo, somos ciudadanos de Charleston", dice Kirkpatrick, que vive junto a la costa de la península y se ha vinculado con sus vecinos en torno a problemáticas comunes, como el anegamiento de las calles. "Nos encontramos cuando sacamos a pasear al perro y simplemente no hablamos de política", añade.
Sus vecinos incluyen a Anna Laszlo y Gil Kerlikowske, un excomisionado de Aduanas y Protección Fronteriza designado por el presidente Barack Obama. Su vestíbulo muestra prominentemente fotos de la época de la pareja en Washington. Aunque este es el sur, dice Laszlo, y la mayoría de las personas son demasiado educadas para hacer muchas preguntas políticas.
"Espero que lo que la gente vea sea: 'Bueno, Anna y Gil son más como nosotros que diferentes a nosotros. Tal vez no todos los demócratas son mala gente'", señala Laszlo.
Más tarde esta semana, la vecina republicana Allyson Kirkpatrick está organizando un cóctel en su casa organizado para los amigos del barrio. Entre ellos están Laszlo y Kerlikowske.
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
Patricia Mazzei
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