La tregua con Jair Bolsonaro dio paso a las dudas entre vecinos
RÍO DE JANEIRO.- El transcurso de los días luego de la recomponedora visita del canciller Felipe Solá a Brasil sirvió para matizar la euforia. El balance de los encuentros que el canciller mantuvo la semana pasada con su par brasileño, Ernesto Araújo, y con el presidente Jair Bolsonaro siguió siendo, en esencia, el mismo: un optimismo rodeado de interrogantes abiertos.
"Estamos mejor. Era algo simple que los cancilleres de Brasil y la Argentina se encontraran, se vieran y hablaran, pero tenía que suceder. Ahora quedamos con varios canales de diálogo abiertos", dijo a LA NACION una calificada fuente diplomática argentina, que evitó el término "relanzamiento" de la relación bilateral.
El postergado primer cara a cara entre funcionarios de alto rango se entendía como necesario de ambos lados. Además de una primera aproximación, en Brasilia, las autoridades argentinas y las brasileñas escucharon de boca del otro las dudas que cada país tiene respecto de su vecino.
El principal mensaje que calmó a las autoridades brasileñas, según reconstruyó LA NACION de fuentes de ambos países, fue el compromiso de que la Argentina no pondrá trabas a la implementación del acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea.
Era -y en parte todavía es- uno de los mayores motivos de desconfianza del gobierno de Bolsonaro, y en particular del ministro de Economía, el liberal Paulo Guedes, quien conduce un proceso de liberalización de la mayor economía de Latinoamérica. La promesa de Solá trajo algo de tranquilidad.
Además, el canciller argentino intentó mostrarles a los funcionarios brasileños que la administración de Alberto Fernández no se opondrá al proceso de apertura comercial del Mercosur. Es una promesa con la cual el gobierno argentino practicará equilibrismo: cerca de Solá reconocen que su intención es ralentar el proceso lo máximo posible hasta que la economía muestre algún signo de revitalización.
"Si bien no se fueron 100% satisfechos, ellos están más tranquilos. Las preguntas que hicieron no se terminaron de responder", aseguró la misma fuente argentina.
Un funcionario clave del Ministerio de Economía brasileño mostró esta semana las dudas que persisten. Ante una platea de empresarios en San Pablo, Marcos Troyjo, secretario de Comercio Exterior y Asuntos Internacionales, dijo el miércoles que Brasil "necesita entender cuáles son las intenciones de las autoridades argentinas" en el camino de "modernización tarifaria" del Mercosur.
Troyjo mostró nostalgia por el entendimiento que había alcanzado Brasil con el gobierno de Mauricio Macri. Dijo que compartían la misma visión del mundo.
Al margen de las declaraciones y compromisos, no hubo definiciones con impacto inmediato tras las reuniones en Brasilia.
La coyuntura argentina impone un compás de espera a las decisiones que excedan el corto plazo. Solá pidió tiempo para avanzar sobre la política comercial regional. Cualquier movimiento está supeditado, aseguran cerca del canciller, a poder sortear el problema financiero de la Argentina, acuciada por los vencimientos de deuda. "No sabemos dónde va a terminar eso", reconocen.
En otro carril, Brasil está decidido a que el Mercosur alcance acuerdos de libre comercio con Canadá, Singapur y Corea. Mientras los entendimientos con los dos primeros países avanzan con mayor claridad, del lado argentino y del sector empresario automotor brasileño existen reparos sobre la viabilidad de un acuerdo con Corea.
Los encuentros entre Solá, Araújo y Bolsonaro dejaron como saldo un gesto tangible de aproximación: la concreción del esperado cara a cara entre los presidentes. Pero la cita quedó en suspenso luego de que Fernández confirmó que no podrá estar el 1º de marzo en Montevideo para la asunción de Luis Lacalle Pou.
El encuentro con Bolsonaro
Los cancilleres de ambos países ya iniciaron conversaciones para llegar a una nueva fecha, según supo LA NACION, que muy probablemente será en Brasil -tal vez fuera de Brasilia- durante alguna actividad oficial de Bolsonaro.
El objetivo que Solá se había planteado -intentar convencer al gobierno brasileño de que la administración de Fernández está lejos del "socialismo" al que se había referido Bolsonaro- pareció surtir efecto.
La troca de farpas -como la prensa brasileña calificó el intercambio de acusaciones entre presidentes- pareció haber llegado a un punto final. Un Bolsonaro novedoso por su tono amable dijo que ayudará al país con todo lo que esté a su alcance en la renegociación de la deuda ante al FMI para evitar que su socio se convierta en un país "bolivariano". "A fin de cuentas, la Argentina es nuestro mayor socio comercial de América del Sur. Nos interesa que sea un país fuerte", dijo un pragmático Bolsonaro el día siguiente a la reunión.
La recomposición de la relación dejó, por último, otro hecho auspicioso: el compromiso de que se vuelva a reunir la comisión bilateral de comercio. La instancia técnica, que busca agilizar las transacciones entre los países, no se reúne desde 2018. Ambos gobiernos tienen interés en potenciar un flujo comercial que el año pasado fue de solo US$20.000 millones. La comisión podría reunirse en marzo.
Días antes de la visita de Solá, una reunión entre el embajador Daniel Scioli y Paulo Skaf, el presidente de la Federación de Industrias de San Pablo, muy alineado con Bolsonaro, ya había dejado señales alentadoras en el plano comercial. Skaf sugirió desdolarizar el comercio entre países y adoptar un mecanismo de compensación de divisas para agilizar los intercambios.
Rubens Barbosa, exembajador de Brasil en Washington (1999-2004) y presidente del Instituto de Relaciones Exteriores, resumió a LA NACION: "Se superó la ideología y se restableció el diálogo. Ahora es momento de que se avance en un nivel técnico".
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