Vientos complicados parecen soplar sobre la industria automotriz de todo el planeta. Más allá de la caída en las ventas en el primer semestre (-5%), en especial por la desaceleración del empuje en China (que tenía a todos muy contentos), el problema pasa por otro lado: cumplir con las exigentes normas antipolución que la Unión Europea impondrá a los automóviles nuevos desde 2020. Estos deberán emitir en promedio (entre todas las gamas) menos de 95 g/km de CO2. El incumplimiento implica multas de miles de millones de euros.
Tras la caída en desgracias de los automóviles con motores diésel y el crecimiento de los SUV con propulsores nafteros, ¿cuál es la solución? Más vehículos 100% eléctricos y/o híbridos. Pero toda esta tecnología está en los comienzos de su desarrollo (no son pocos los fabricantes que recién andan por sus primeros prototipos y otros lanzando sus modelos iniciales de serie); por lo tanto, es cara. El precio al consumidor es más oneroso todavía y la inmensa mayoría de los compradores no tiene aún una muy buena impresión de los eléctricos en cuanto a practicidad y autonomía. Sin olvidar que los puntos de carga rápida son escasos en todo el mundo.
En ese contexto, una vez más, son muchas las marcas ausentes en Fráncfort 2019: el grupo FCA (Alfa Romeo, Fiat, Chrysler, Jeep, etcétera), Mazda y el gigante Toyota (que coinciden: "adoptamos ir a un solo gran salón europeo y ese es Ginebra"), el grupo PSA (Peugeot, Citroën y DS), Nissan, GM y no pocas marcas de lujo y deportivas como Jaguar y Aston Martin tampoco están.
Igual, aunque siempre hay modelos que brillan en los stands, el cielo pinta encapotado en los próximos años para la industria automotriz de todo el planeta.