Del diseño del Chevitrés y la Chevy Serie II a la pintura expresionista, el fructífero camino de este referente de los fierros entre los tableros de dibujo y los atriles de un artista
La pasión por los autos sigue intacta, pero hoy debe competir con la que siente por el arte. Es que Jorge Ferreyra Basso, en la actualidad un artista plástico de renombre internacional, primero volcó ese amor en el diseño de automóviles y luego lo plasmó en la pintura (en la que ha pasado por diversas escuelas y técnicas), que al principio tomó como un antídoto contra el estrés y con el paso de los años en una vena creativa que se convirtió además en una buena fuente de ingresos alternativa.
Por una empresa cerrada
"Ingresé a General Motors Argentina tras ganar el concurso de Jefe de Styling (estilo), en 1968. Estudiaba ingeniería y había terminado de diseñar el Chevitrés, mi último trabajo en Baufer, cuando vino una vecina con el aviso de GM. Salí disparado con mi DeCarlo 700 para San Martín, me presenté y gané el puesto.
"A mediados de 1978 llamaron a todos los gerentes y nos contaron que a fin de año iban a cerrar la empresa, pero que no podíamos decírselo a nadie. Era difícil, las personas que trabajaban conmigo eran más amigos que empleados y no podía decirles que nos quedábamos todos sin trabajo.
"Tenía 34 años y eso me daba vueltas en la cabeza. Desde chico dibujaba muy bien, pero nunca me había puesto a dibujar o pintar un cuadro. Entonces, usando los elementos que teníamos para diseñar, que eran papel canson francés, pasteles de todos los colores, lápices, puntas Rotring, etcétera, me puse a pintar cuadros de competencias… Uno de los primeros fue una Ferrari 312 cruzando los pueblos de Sicilia en la Targa Florio. Eso me fue entreteniendo y mejor aún: a la gente le gustaba mucho lo que hacía. Era una especie de pintura al pastel impresionista y andaba fenómeno, a tal punto que después del cierre de GM hice una exposición en el ACA con mis obras, que no solo eran pasteles sino también dibujos hechos con puntas Rotring para dibujar planos. Esa fue mi despedida de Buenos Aires.
"Cuando GM cierra recibo invitaciones para ir a Detroit o a San Pablo, al centro de diseño de GM Brasil, pero un año antes, en 1977, estuve trabajando casi dos meses en Opel tratando de desarrollar un face lift para volver a fabricar el Chevrolet 400 y tratar de salvar a la empresa. El 400 costaba menos que fabricar el Chevy y podía tener un precio más bajo. También estaba el Opel K180, pero se perdía mucho dinero con ese auto. Cuando se enteraron que me quedaba sin trabajo, me ofrecieron un puesto en Opel. Finalmente decidí ir a Alemania y una vez que el sindicato aprobó mi ingreso, empecé a trabajar allí en marzo de 1979. Fue la oferta que más me atrajo, porque había soñado siempre con ir a trabajar a Europa.
Del pastel al expresionismo
"Después de estar dos años allá, por la necesidad de pagar cinco pasajes de avión hacia Buenos Aires, se me ocurrió pintar para los coleccionistas de autos. Y tuve mucho éxito; vendí muchísimos cuadros: pintaba sábados, domingos y fiestas de guardar a lo loco. Eso me permitió tener una entrada de dinero alternativa, comprar mis autos de colección y viajar a Buenos Aires con tranquilidad; porque por más que tengas un título de "Chief Designer", en cuanto a dinero no es para tanto. Así empecé a pintar con mayor tranquilidad y otra visión.
"Pinté muchísimos cuadros al pastel, que están en todos los continentes; en el único que no hay un cuadro mío es en el Antártico, aunque un día me daré el gusto de pintar un bulldozer y regalárselo a la Base Marambio.
"Cuando decidí volver a Bueno Aires definitivamente, a fines de 2006, dije: ‘Se acabó el pastel’, y me dediqué al acrílico. Eso significó pasar de pintar con los dedos y las barras, que era como yo pintaba con pastel, al pincel. Mis cuadros no están planificados de antemano. Los tengo en la cabeza, pongo la tela y ahí voy con el pincel directamente; dibujo con el pincel y luego voy desarrollando el cuadro como si fuera modelar con arcilla. Es decir, no dibujo la tela, no uso nada por anticipado, sino directamente el pincel.
"Y ya no hago impresionismo sino que hago expresionismo. Ya desde hace años trato de plasmar la velocidad. Más que el auto, lo que quiero ahora es que la gente vea velocidad. Por supuesto, el auto tiene que estar siempre, porque es un motivo, pero quiero que el que vea un cuadro mío sienta el dramatismo, que piense: ‘¡Uy! Se me viene el auto encima’. ‘¡Uy! A qué velocidad va’. A eso me lleva el expresionismo.
"En 2011 me di cuenta que todos los que pintábamos cuadros de autos estábamos más o menos en lo mismo; la diferencia era una cuestión de estilo. Entonces dije: esto así no va, tengo que dar una vuelta de rosca y ahí decidí tomar clases con Juan Doffo, uno de los grandes pintores argentinos, y estuve todo 2012 yendo a su taller. Quería que me partiese la cabeza para pensar en otra dimensión. No en la del impresionismo de mostrar el auto tal cual es, sino de poner otros condimentos.
"Juan me entendió y eso me permitió encontrar otras formas de desarrollar mi pintura; más aún, entender lo que es la "cocina" del pintor: agregar otros elementos, no solo visuales sino, por ejemplo, trabajar las superficies con pasta de modelar, divertirme como con un cuadro de Raúl Riganti, al que le decían "Polenta"; entonces, al cuadro que pinté para el poster del Gran Premio de Baquets, la polvareda la hice con polenta. Fui al almacén, la compré y se la tiré al cuadro… ¡Y quedó fantástico!
Con estos elementos la pintura tiene una tercera dimensión, ya no es plana sino que tiene relieve. Y cada vez juego más con ese relieve y me divierto más. Creo que un día de estos voy a terminar haciendo abstracción. Pero, en la abstracción el auto tiene que seguir viéndose de alguna manera, porque el foco es el auto, no puedo salir de eso. El auto es el leit motiv de todo en mi vida."