Desde Los Ángeles, Quentin Tarantino atiende el teléfono a horas de que se conozca la noticia de que, a los 56 años, con su esposa israelí Daniella Pick, va a ser papá. "Estamos felices. Mi mujer y yo somos dos personas muy felices en este momento", dice Tarantino. También lo pone contento el estreno en Argentina de su novena y extraordinaria película, Había una vez en Hollywood, que lidera los números del box office internacional.
Es la historia de un actor en decadencia, Rick Dalton (Leonardo DiCaprio), y su doble de acción, Cliff Booth (Brad Pitt). Durante casi tres horas cautivantes (con cambios bruscos de tono, largas parrafadas, música en autos y decenas de referencias pop), Tarantino sigue a estos tipos a los que adora (quizá sea, junto con Jackie Brown, su película más afectiva, la menos canchera y cool). En su pequeña mansión de las colinas de Los Ángeles, un Dalton en crisis observa la llegada de nuevos vecinos: Roman Polanski, una celebridad mundial, y su mujer, la preciosa Sharon Tate (Margot Robbie), modelo y actriz en ascenso. Apenas se los cruza, pero admira su aura sofisticada y cosmopolita. Parecen vivir de fiesta, libres, felices y desprejuiciados. Y ya sabemos cómo terminó.
"Es gracioso, porque a mí no me interesa hacer películas sobre el cine, como se cree. Quería hablar de la ciudad de Los Ángeles y de su industria (de cine), de las dos cosas juntas, pero en un período interesante", dice Tarantino. "Y 1969 es muy interesante, no solo por todo lo que estaba pasando en el mundo sino porque cualquiera que llegara a Hollywood se encontraba con un gran fracaso. El Hollywood que representa Rick Dalton estaba desapareciendo, tomado por este Hollywood hippie y contracultural, que se llamó New Hollywood, en los 70. Esto estaba dejando a mucha gente sin trabajo. Y, en ese cambio contracultural, apareció la familia Manson, que tuvo un efecto fuerte en la ciudad. Así que pensé que unir esos dos asuntos sería una forma interesante de hablar de Los Ángeles: tanto de la ciudad como de su industria".
¿Y cuál es tu lugar en ese momento de quiebre? Los personajes lo ven un poco de afuera.
Si hubiera vivido ese momento, hubiera estado del lado de la contracultura, a favor de ese cambio. Pero para los que estaban del otro lado, fue un tiempo de crisis total. Es así: me gustaba mucho la idea de hablar de esa contracultura, pero no desde los que fueron parte de ella, sino de los que estaban afuera de todo eso.
¿Cuánto te impactaron los crímenes de Manson como para escribir una obra sobre eso?
Bueno, sigue siendo un asunto que fascina, pero para mí había ahí un bello retrato, un retrato al óleo precioso, de Los Ángeles y Hollywood. Y Manson es como una especie de derretimiento, que toma la tela, y se va haciendo camino hacia la imagen. Porque el mundo de Rick Dalton parece maravilloso. Se cruza con algunos personajes ficticios y otros reales, como Steve McQueen. Pero entonces, a la vuelta de la esquina, asoma la familia Manson desde el margen. Y ellos representan lo que sabemos que eventualmente va a pasarle a esta ciudad, a esta cultura.
Puede pensarse que ese cambio cultural es equivalente a otros, como el que se vive ahora, y que la industria intenta adaptarse.
Sí, la película habla de lo rápido que está pasando todo ese cambio. Un film como Easy Rider (1969), para alguien como Rick, que hace westerns, es una porquería. La gente como él se preguntaba: ¿quién quiere ver algo así? Y a los estudios, ese cambio los tomó completamente desprevenidos, no entendían qué pasaba ni cómo la gente respondía a eso. Ya no sabían más qué tenían que producir. En 1970, Fox hizo tres películas bélicas: la primera fue una enorme, épica, llamada Tora, Tora, Tora, sobre el bombardeo a Pearl Harbour; la segunda, Patton, otra película enorme, que fue un gran éxito. Pero su tercera película, por la que no apostaban y a la que no le prestaron mucha atención, fue Mash. Y, sabés qué, Mash le hablaba a la contracultura, hablaba de la era de Vietnam, y Mash hizo mucho más dinero que las otras dos juntas. Era 1970, y no tenían ni idea.
Algunos dicen que tu mirada es nostálgica. Algo así como todo cine pasado fue mejor.
No estoy del todo de acuerdo con eso. Se habla mucho de mi "carta de amor a Hollywood", pero yo, francamente, no usaría el término "carta de amor". En todo caso, una carta de amor a la ciudad de Los Ángeles, una carta de amor a lo que era vivir en esa ciudad, en ese momento. Pero teniendo en cuenta lo extraño que era, lo frenético, lo dado vuelta que estaba todo. Desde el punto de vista de Rick, en el Los Ángeles de 1969 nada me hubiera puesto más loco que la llegada del nuevo Hollywood.
¿Cuánto tiempo y cuánto trabajo te tomaste para armar la música de este film, un catálogo de hits y temas instrumentales de la última parte de los 60?
Ah, eso es muy interesante y gracioso. Hice una estación de radio real, 93KFG, que es como un narrador de época: te lleva al momento en la película, con sus jingles, sus tandas, sus temas musicales. Quería representar la época desde mi punto de vista pero en todos sus aspectos. Y me pregunté qué se escuchaba en la radio ese año. Así que, en la película, solo suena la música que pasaba esa estación de radio en el 69. Exactamente esa, la música que se escuchaba en ese momento. Fue un trabajo muy satisfactorio. Durante los dos años previos a empezar a filmar cargaba este casete al que le iba poniendo música que planeaba usar en la película. Pero cuando empezamos la preproducción, conseguí unas 16 horas de tapes de archivo de una radio real. Lo escuché y me di cuenta de que tenía que usar las canciones reales, las que pasaban, que eran las grandes canciones de ese tiempo.
"Mrs Robinson" parece un guiño cinéfilo. Y luego está ese tema terrorífico de Charles Manson, que parece una canción infantil. Y la fantástica versión de José Feliciano de "California Dreamin'".
Es fantástico ese tema, y ese disco, Feliciano, que fue muy popular en ese momento, cuando él iba a los talk-shows y era muy conocido. La cultura pop llegaba a todas partes, conocían esas melodías los chicos de 6 años. En 1969, "Mrs Robinson" estaba en la radio todo el día, la escuchabas constantemente, era como que flotaba en el aire.
¿Es cierto que vas a hacer otra película y se termina ahí?
Esa es la idea: hacer diez y entonces terminar mi demografía dramática. He trabajado duro en películas por más de treinta años y estoy muy feliz con todas ellas, pero tengo ganas de escribir. Voy a tener un hijo y me imagino como un hombre de letras. Estoy trabajando en mi primera novela.
Mariana Mactas
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