Vivo tensionado: habilidades para aprender a manejarlo
Muchas veces la violencia es la expresión del mal manejo del enojo y de la tensión. Cada vez que nos enojamos, se producen ciertos cambios físicos en el cuerpo: el pulso se acelera, la presión arterial puede elevarse, el deseo de reaccionar aparece, etc. Por otro lado, la tensión es la respuesta normal de nuestro cuerpo a presiones, tanto internas como externas. La violencia, como ya hemos mencionado, es una conducta aprendida que puede y debe desaprenderse.
Cuando el enojo es muy frecuente o muy intenso, o cuando dura mucho tiempo puede conducir a la agresión y provocar la destrucción de relaciones personales, laborales, familiares, etc.
Habilidades para manejar la tensión
Es importante identificar qué pequeños problemas pueden generar grandes tensiones. La tensión es algo normal en la vida diaria y todos la experimentamos. Una dosis saludable es buena para la vida, pues nos mantiene motivados. Sin embargo, cuando es excesiva se activa la reacción de "pelear o huir". Sabemos hoy en día que la tensión excesiva, intensa y constante en el tiempo afecta el sistema inmunológico y posee una relación directa con muchas de las enfermedades existentes.
La tensión, junto con el enojo, puede llevarnos a adoptar una conducta violenta. El mal manejo de ambos hace que muchas personas se vuelvan explosivas.
La tensión es una desproporción entre las exigencias que tenemos en nuestra vida y los recursos con los que contamos para enfrentarlas. Este factor tensor puede ser positivo o negativo, según cómo lo interpreta la persona.
¿Cómo podemos manejar las tensiones diarias?
- a. Identificando qué cosas nos causan tensión. El hecho de detenernos a pensar y analizar qué hechos o circunstancias nos generan o pueden ser factores de tensión es el primer paso. Puede tratarse de la familia, la escuela, la soledad, las pérdidas, la falta de dinero, las tareas, la mala administración del tiempo, etc. ¿Sabés qué factores son los que te tensionan? La tensión no siempre tiene que ver con una situación externa sino con pensamientos internos. Un pensamiento nos lleva a otro y rápidamente "rumiamos", lo cual hace que, al igual que una bola de nieve soltada desde la cima, se produzca una catarata de pensamientos que nos llevan a estar enojados muy frecuente o intensamente, o pasar a la agresión.
- b. Manteniendo las situaciones en perspectiva. ¿Cuántas veces nos preocupamos por el clima? ¿Logramos hacer algo al respecto? Absolutamente nada. Pero sí podemos, si llueve, elegir si nos quedamos en casa o salimos con paraguas. A veces nuestros pensamientos nos hacen dramatizar una determinada situación: "Esto es terrible", "Mi futuro se está arruinando", "Me van a odiar por esto". Dichos pensamientos nos conducen a un diálogo interno negativo. Podemos detenernos y pensar: ¿Qué puede suceder frente a esto? ¿Ya me ocurrió antes esta situación? ¿Qué le aconsejaría a un amigo en la misma situación?
- c. Empleando frases de afirmación. A muchas personas las ayuda, en momentos de tensión, repetir frases como: "Tranquilo, ya va a pasar", "Algún día me voy a reír de esto", "Esto no es el fin del mundo", "Vivo un día a la vez", "No necesito ser fuerte y competente todo el tiempo", "Puedo controlar todo lo que está sucediendo", "No necesito probar nada en esta situación", "Estoy enojado, es hora de hablar conmigo y relajarme", "Es lógico que esté tensionado". Este tipo de diálogos internos nos permiten hacer una pausa, en espera de que la presión interna disminuya. El director general de una empresa muy importante me contó que, cada vez que le suena el teléfono y hay un problema que resolver, se recuerda a sí mismos que a él le pagan para resolver problemas. También le resulta útil pensar: "Ya resolví antes muchos problemas; este también seguramente podré solucionarlo". Cada uno debe armar su propio diálogo interno que le permita manejar la situación inteligentemente.
Se ha descubierto que las personas que saben administrar la tensión poseen las siguientes características:
- Consideran los problemas como desafíos.
- Realizan ejercicio físico regularmente.
- Tienen un grupo de apoyo o de amigos con los que pueden poner en palabras lo que les sucede.
- Ayudan a otras personas.
- Buscan pensamientos creativos en las distintas situaciones.
Tiempo afuera
Cuando en un diálogo uno está muy enojado, lo ideal es posponerlo sin intentar evitar la situación. Es decir, dejarlo para más adelante y retirarse hasta que ambos estén tranquilos o relajados. Cuando uno está muy enojado, por lo general, no busca cooperar sino descargarse y competir.
Cómo controlamos el enojo
Primero identificándolo. Negar el malestar o la bronca nunca es el camino correcto. Ser capaces de identificar el enojo y de aceptarlo es el primer paso.
Segundo, identificando los pensamientos que nos molestan con una frase positiva. Podemos utilizar una frase positiva como las enunciadas anteriormente. Y luego gestionar los pensamientos molestos: "¿Por qué debo salirme con la mía?", "¿Por qué los demás tienen que pensar como yo pienso?". Hacernos estas preguntas es una manera de frenar el enojo y no darle rienda suelta.
Por último, preguntándonos: ¿Qué está sucediendo en esta situación? ¿Qué es lo que verdaderamente está sucediendo? ¿Qué quiero lograr? ¿Cuál es mi objetivo? ¿Qué situación alternativa existe para modificar esta realidad? ¿Qué puedo hacer para cambiar lo que está ocurriendo? Estos pensamientos internos permiten que el enojo vaya disminuyendo para que podamos tomar las mejores decisiones. Estar enojado es normal pero la violencia es una conducta y jamás nos lleva a buen puerto.
Si tenés alguna inquietud, podés escribirme a Bernardoresponde@gmail.com