Contra el populismo, con la vieja política
Todavía como opositor, Pichetto discutía sus objeciones al Gobierno directamente con Macri . Una de las conversaciones más acaloradas entre ambos fue hace un año, en días de corrida cambiaria y mientras el Congreso trataba una ley del PJ que bajaba las tarifas y que el Presidente finalmente vetó. "Si igual la vas a vetar", justificaba el senador, con la lógica de que el peronismo no podía ser menos que los radicales que habían empezado cuestionando los aumentos, y esa respuesta exasperó a Macri. "Pero el mundo te mira a vos -lo reprendió-. Ellos ya saben cómo pienso yo: lo que les preocupa es el populismo en la oposición". Esa vara con que el establishment internacional suele evaluar a los gobiernos -el umbral mínimo de aceptación de la sociedad entera a medidas que los inversores juzgan razonables- es lo que empezó a gravitar en la campaña electoral desde esta semana, con la incorporación del legislador a la fórmula oficialista.
Pichetto llegó al macrismo a eso. Su perfil pragmático se llevó puesta aquella idea originaria de preservar la sustancia de Pro con dirigentes propios. Así lo interpretó el mercado, como lo indica la baja en el riesgo país. "En el caso de ganar, van a ser un gobierno de consenso", se entusiasmó el miércoles ante este diario Adelmo Gabbi, presidente de la Bolsa. Para el sector financiero, que desde hace un año duda de la capacidad de Macri para lograr reformas estructurales -y, por consiguiente, de su solvencia para pagar deuda-, la nueva fórmula fue una noticia inmejorable. No solo porque evidentemente la cree competitiva para octubre, sino por la certificación de lealtad que el candidato a vicepresidente porta desde hace décadas.
Ese verticalismo, que Pichetto ejerció sin interrupciones durante todas sus etapas oficialistas, es incluso más relevante que su cosmovisión o los proyectos que pueda haber defendido en el pasado, pese a que la parte más ortodoxa de Cambiemos viene desde el martes esforzándose en encontrarle convicciones con las que coincidir. El senador no tiene tantos reparos ideológicos. "El oficialismo siempre acompaña con mucha convicción: para eso estamos como oficialismo", fue su explicación en abril de 2013, cuando se discutía en el Congreso la democratización de la Justicia, aquella iniciativa cuyos principales trazos fueron dos meses después declarados inconstitucionales por la Corte. Pro tenía entonces una opinión que Pichetto creía guiada por "algunas líneas editoriales periodísticas", según cuestionó en aquellos días en conversación con Télam. "Se opusieron a la recuperación de las AFJP y de YPF, a la reestatización de Aerolíneas, así que no es novedoso que frente a estas posturas planteen una postura opositora", agregó.
Tenerlo ahora de su lado representa para Macri una ventaja que no solo podría garantizarle gobernabilidad futura, sino un anticipo de ella: tranquilidad cambiaria en el camino a octubre, que es la principal inquietud del Presidente. "El abrazo de Trump", llama él en la intimidad a esa amenaza provocada por una situación ambivalente: el líder norteamericano que, por un lado, ayuda a la Argentina intercediendo ante el FMI para domar aquí al dólar, pero que, por otro, la perjudica al tensar la relación con China y ahuyentar a los tenedores de activos financieros de los países emergentes.
Pichetto, que ya era para Macri el mejor opositor, ha pasado a ser desde el martes su oficialista ideal, infinitamente más atractivo que los radicales o los incondicionales de siempre. También para el establishment económico, que le venía prestando atención desde bastante antes. Hace un mes, por ejemplo, había tranquilizado en Nueva York a operadores financieros durante dos encuentros, uno en la sede del banco Barclays, ante unos 30 fondos de inversión, y otro con Black Rock y VR, con exposiciones en las que habló a favor del acuerdo con el Fondo y alentó a descreer de un eventual default.
Es cierto que Pichetto tiene con Macri otras sintonías valoradas en el mundo occidental. En la política exterior o la de seguridad, por lo pronto. "Me gustaría mandar un mensaje a las Fuerzas Armadas para la construcción de una gran convocatoria para fortalecerlas -dijo esta semana a Radio Mitre-. La democratización ya se hizo, ya son democráticas: ahora hay que jerarquizarlas, volver a la OTAN; cuestiones que son centrales para el fortalecimiento de una democracia integrada al mundo".
Incorporado para Macri el respaldo del "círculo rojo", queda todavía por calibrar lo que para su electorado más fiel podría representar cierta pérdida de identidad. Debe convencer a esos creyentes de la primera hora de que este giro pragmático no pone en juego promesas que partían del ADN de Cambiemos, una coalición que se formó con la pretensión de "transformar la vieja Argentina". Desde esa óptica, Pichetto se ve como el statu quo. ¿Su llegada será capaz de garantizar, por ejemplo, la continuidad de las investigaciones por corrupción? La pregunta no solo tiene una dimensión moral, sino económica: como el Lava Jato en Brasil, la causa de los cuadernos contribuyó aquí a profundizar la recesión. No bien empezaron, ambas investigaciones amenazaban desfondar todo el sistema político.
De buena relación con algunos jueces de Comodoro Py y seguramente molesto con miembros de la Corte por el fallo que le impidió en marzo ser reelegido a su socio político Weretilneck en Río Negro, Pichetto es antes que nada un peronista: nunca partidario de implosiones de ningún tipo. Alguna pista dio el lunes en una entrevista con Carlos Pagni, horas antes de que se conociera su convocatoria, cuando contó advertencias que, dijo, el presidente colombiano, Iván Duque, acababa de hacerle a Macri sobre ciertos instrumentos de la Justicia. "Cuidado con la ley del arrepentido, que en Colombia dio pie a muchas cosas, y con el instituto de extinción de dominio, porque va contra el Estado. Mañana cualquiera puede tener una imputación: sale una noticia en el periódico y cualquiera se presenta y le inicia una acción de extinción de dominio ante un juez civil", dijo el senador, que después se refirió a la figura de "responsabilidad objetiva" que les cabe a los funcionarios: "Se aplicó en los delitos de lesa, pero como eran los militares, muchos de ellos ancianos, nadie dijo nada. En muchos casos la cúpula militar sabía; en otros, a lo mejor, no tanto".
A fines del año pasado, en una entrevista que les hizo Jorge Fontevecchia a él y a Durán Barba, se había referido a empresarios de los cuadernos: "A mí me preocupan Techint y Rocca; no por Rocca, sino por lo que significan como generación de empleo: me preocupan los trabajadores". No hay que olvidar que estos dilemas, que serán resueltos solo en el ejercicio del poder, surgen a partir de la decisión sorpresiva de un presidente urgido por la crisis. La reactivación y la salida del populismo que tanto detesta obligan ahora a Macri a pagar ese costo. El viejo sistema al menos tiene certezas.