Corazones miopes
Algunas feministas deben estar miopes. Tienen al menos la suerte de que miope sea una palabra inclusiva. Y es que en la historia de las campañas electorales en la Argentina, el lenguaje no sexista, por el que muchas bregaron, quizá nunca fue tan relevante como hoy.
En rigor, el inclusivo ya era tema de discusión en los ochenta; por entonces, la solución en castellano fue duplicar para visibilizar a las mujeres, aquel "todos y todas" que la ex presidenta y actual candidata a vice, Cristina Fernández de Kichner, popularizó por cadena nacional en su mandato. Por entonces, nadie le hablaba a "todes", pero las luchas de la diversidad no binaria sí habían instalado, en los noventa, las equis y las arrobas en "todxs" y "tod@s".
Contra todas esas formas hay objeciones: el "todos y todas" complejiza lo que entendíamos de antemano sin que nadie se sintiera menos por eso; el "todxs" y "tod@s" es intraducible al lenguaje de señas y al braile, y excluye, por lo tanto, a quienes más deberían ser considerados por quienes valoran la inclusión –aquellos cuya herramienta más necesaria para no quedar afuera es el lenguaje–; y el "todes", impuesto con fuerza en los últimos años por centennials en las marchas de mujeres, invisibiliza de nuevo, justamente, a las mujeres.
Esta semana, con la definición de las listas de alianzas ante la Justicia electoral de cara a las próximas PASO, el Frente de Todos sumó las variantes en un spot que se difundió en las redes. En el gif, escrito en celeste patrio, la "A" le da paso a la "O", la "O" a la "E", la "E" a un corazón celeste, el corazón a una arroba, la arroba a un signo igual que da paso a un sol que vuelve a formar la "O" del verdadero nombre que en rigor fue inscripto.
Insisto: algunas feministas deben estar miopes, le doy vueltas y no encuentro otra razón para celebrar el corazón celeste que identifica a quienes se oponen al aborto legal, de cuya media sanción en Diputados se cumplió un año también esta semana. ¿Si es un guiño al Papa del candidato del Papa, por qué dejarlo pasar? ¿Puede el feminismo admitir otro corazón que no sea el de los derechos? ¿O acaso el gesto de declamar inclusión en el discurso se volvió más importante que el reclamo concreto que nos encuentra y nos moviliza: que el derecho a la autonomía sobre nuestros cuerpos sea –por fin– ley? ¿Tendrá que ver que del otro lado, entre los machirulos de los Juntos, se encuentran el presidente que habilitó el debate y el senador que tuvo una de las intervenciones más recordadas en agosto, cuando los supuestos defensores de la vida frenaron la iniciativa? "El ‘No’ gana esta noche –dijo el anticlerical Miguel Ángel Pichetto cuando la derrota ya era un hecho–, pero el futuro no les pertenece".
A la luz de los anteojos violetas del feminismo, los que dicen incluir a Todos aparecen tan patrióticos, celestes y papales, que hasta los machirulos con patente se dan el lujo de tildar al Frente de heteropatriarcal. Razones no les faltan. En tiempos de campaña, se sabe que todas, todos y todes tenemos que "comernos algún sapo", pero algunes deberían buscar urgente dónde fue que dejaron sus anteojos. Con suerte, tal vez no se dieron cuenta, y olvidaron que aún los llevan en la Frente.
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