La partitura perdida de Pocho Lapouble
Todos los años, en algún momento de la primavera, mi escuela se partía en dos. De un lado, los rojos. Del otro, los azules. Toda la maquinaria de ese pequeño colegio de barrio se ponía, en los días previos a al domingo elegido, al servicio del Sport's Day. En ese momento, ya éramos conscientes de lo pomposamente ridículo y aspiracional del nombre de la competencia, que empezaba con unas pruebas de atletismo. Más cerca del mediodía, había juegos recreativos entre padres e hijos. Y a la tarde, los partidos de rugby, fútbol, hockey y softbol. Luego, el conteo de puntos, la entrega de medallas y la vuelta olímpica de los ganadores. Igual tenía su gracia.
La historia que quiero contarles, en verdad, empieza con una instantánea de uno de esos domingos. Más precisamente, el de 1989. Es una foto de una cinchada que jugamos antes de la avalancha sobre el puesto de patys y choripanes. Estamos mi viejo y yo, con diez años, tirando para el mismo lado que uno de sus amigos, el baterista Pocho Lapouble, junto a su hijo, Pepito, que tendría seis o siete. Todos éramos del equipo rojo. Los cuatro haciendo fuerza, del mismo lado de aquella grieta. En ese momento, yo no sabía muy bien quién era Pocho Lapouble, pero años más tarde esa foto, como aquellas otras que mi viejo me sacó con Don Cherry o Gil Evans, iba a cobrar un significado especial.
En la adolescencia tuve la fortuna de escuchar muchas veces a Pocho, y empecé a entender su magnitud no solo como baterista, sino también como arreglador y compositor. Y a valorar, también, su constante buen humor. Por proyectos como Quinteplus, el grupo de hard-bop que a comienzos de los 70 versionaba "Los ejes de mi carreta", de Atahualpa Yupanqui, Pocho entró en el podio de mis músicos predilectos. También por su grupo Lapouble & Asociados, una big band impactante de los años 80, que escucho en vinilo mientras escribo estas líneas. Por su participación incidental en una de las escenas más desopilantes de Felicidades, el film de Lucho Bender. Y por mil proyectos más. Porque además de talentoso, era prolífico. ¿Y la batería? Hace poco, Mourinho elogió al Chelo Díaz, el 5 de Racing. "Juega como si estuviera en pantuflas", declaró. Así tocaba Pocho: con el lógico sentido del ritmo, pero con una musicalidad, una naturalidad y un nivel de sutileza superlativo.
Como durante la secundaria seguíamos yendo a la misma escuela, con Pepito siempre tuvimos un vínculo muy especial. Lo vi transformarse en mago, primero, y en un notable pianista después. Y celebré cuando en 2007, siguiendo los pasos de su madre, la escritora y letrista Bibi Albert, ganó un concurso que organizaron Los Pericos, que le pusieron música a su letra "El jueves soy hormiga". Así que cuando Pocho falleció, prematuramente, en 2009, lloramos juntos su partida.
Un año después, Pepo se encontró con una valija llena de discos, videocasetes, fotos y composiciones de su padre. Descubrió, entonces, la partitura de un tema inédito titulado "El Peje", apodo que le había puesto -por error- un amigo de Pocho. "Algo tenía que hacer con tamaña herencia", dice Pepo, en el comienzo de El Peje, una serie documental de ocho capítulos que compilan uno de los homenajes más conmovedores del que tenga memoria. Inspirado en un viejo proyecto de su padre, quien junto al Negro González, su soul-brother del contrabajo, grabaron un disco junto a una decena de pianistas amigos interpretando su propia versión del standard "Stella By Starlight", Pepo (o El Peje) decidió emularlo. Convidó, entonces, a sus entrañables compañeros de ruta y de risas -"musicazos con los que me di el lujo de crecer", dice- a dar vida a esa partitura quieta, cada uno como la sintiera. "El Peje es eso: una excusa maravillosa para dar lugar a las anécdotas de quienes más lo entendieron, lo quisieron y lo disfrutaron", explica.
Fui testigo de todo ese largo proceso, hecho a pulmón (o, más bien, a corazón abierto). Tuve el honor de participar del documental, junto a una infinidad de talentos que aportaron su arte y sus recuerdos, unánimemente bellos: De Gillespi y Manuel Fraga, a Ed Motta y Palito Ortega; de Alberto Favero y Ricardo Nolé, al Pipi Piazzolla y Leo Maslíah; de Emilio del Guercio y Oscar Giunta, a Litto Nebbia y Gustavo Bergalli. La lista es inabarcable. Lo único que puedo decirles es que busquen a El Peje en YouTube. Lo tienen a un clic de distancia.
Mirá el primer capítulo de El Peje: