Cambio de roles entre el oficialismo y la oposición K
El ingreso del racinguista Hernán Lacunza al equipo de Mauricio Macri lo ubica en la clásica función de los números 5 del fútbol argentino: poner la pelota contra el piso y administrar el ritmo de juego. No tanto para lograr el milagro de dar vuelta el partido, sino, al menos, evitar más goles en el arco propio.
Sus primeras jugadas al frente del Ministerio de Hacienda apuntaron claramente a reducir daños y riesgos inmediatos. Una fue explicitar la prioridad de estabilizar el dólar a fin de no realimentar más remarcaciones preventivas de precios, pese a admitir que las producidas antes y después de las PASO se harán sentir en los índices de agosto y septiembre. Otra, ensayar una suerte de fair play a través del diálogo directo con economistas de los partidos opositores para buscar coincidencias sobre esa necesidad y desalentar pronósticos apocalípticos. Su argumento, difícil de rebatir, es que un mayor deterioro de las expectativas económicas en el frente interno y externo tornará más dificultosa la gobernabilidad del "próximo mandato" (a secas).
Aunque en estos días el partido pasó a jugarse en la media cancha, durante una semana corta con dólar más calmo y menor volatilidad en los mercados a costa de tasas y riesgo país muy altos, el problema que no puede resolver Lacunza es la prematura reconfiguración del poder político provocada por las PASO.
Todavía faltan 63 días para volver a las urnas, pero en los hechos Alberto Fernández es percibido como virtual presidente electo por buena parte de la sociedad y también por los mercados. De ahí que lo que diga o deje de decir sea tomado como señal para después del 10 de diciembre y, según los casos, genere confianza o desconfianza de manera inmediata. Por lo pronto optó por aclarar lo que no piensa hacer ni cepo cambiario, ni default, ni alterar la independencia del Indec. También por atribuirse el retroceso del dólar a menos de $60, aunque sin admitir que su triunfo en las PASO junto con el pedido de que se cuiden las reservas del Banco Central, había catapultado la cotización más de $10 en solo tres jornadas.
A la inversa, tras su amplia derrota del 11 de agosto, todas las medidas adoptadas por Macri en su dificultoso intento de alcanzar el ballottage son a plazo fijo. A lo sumo llegan hasta fin de año (salvo la suba del mínimo no imponible de Ganancias) y acortan el horizonte económico. El Presidente dejó de hablar del futuro para reducirlo a los próximos dos meses.
La incertidumbre que genera el período de transición hasta las elecciones de octubre solo contribuye a deprimir la actividad económica. Quienes cuentan con capital o atesoraron dólares no se animan a gastarlos ni invertirlos; los que viven al día o no llegan a fin de mes reorientan o reducen sus gastos y, por ende, las empresas que subieron los precios venden menos si no anuncian ofertas. Mientras tanto, este inédito escenario preelectoral está produciendo un cambio de roles entre el oficialismo y la oposición kirchnerista. En uno y otro caso, se ven obligados a tratar de convencer -o tranquilizar- a quienes no los votaron con discursos y gestos diferentes a los utilizados antes de las PASO. Y que ahora no están exentos de incomodidades, contradicciones ni medias verdades.
El Presidente apuesta como candidato a rescatar votos perdidos entre la clase media-baja, a través de mayores dosis de autocrítica por sus malos resultados económicos, aunque esto implique admitir como tardíos los remedios transitorios anunciados una vez conocido el escrutinio. Y el candidato más votado busca, sin arriesgar su caudal electoral, que empresarios y mercados locales e internacionales dejen de ver detrás de él la sombra populista de Cristina Kirchner, cuyo forzado silencio táctico y sus periódicos viajes a Cuba no son precisamente un factor de confianza para los votantes moderados. Menos aún si prestan atención a las tapas de Página 12 o los mensajes de Víctor Hugo Morales en C5N dirigidos a la militancia kirchnerista. El fracaso macrista con la economía no redime al autoritarismo de la gestión CFK.
Dentro de este entrecruzamiento, Macri debió recurrir a medidas de corte populista (alivios impositivos, previsionales y financieros, congelamiento por decreto de precios de combustibles) que parecían impensables hace un mes, cuando las encuestas le asignaban mejores chances electorales. Y Alberto F, a cuestionar la pérdida inmediata de ingresos por regalías petroleras (que provincias y empresas productoras acaban de judicializar) e impuestos coparticipables (por IVA en alimentos y Ganancias), por más que estas últimas habían sido promovidas desde el peronismo. Esta crítica de tono ortodoxo no es casual. Fernández busca reforzar el apoyo a su candidatura de los gobernadores peronistas que ya se aseguraron su propia elección, aunque muchos mantengan recelos con Cristina.
En medio de este debate, pasó casi inadvertido que Lacunza explicase que el 40% del sacrificio fiscal de corto plazo será asumido por la provincia de Buenos Aires y que, a nivel nacional, la pérdida de ingresos sería compensada en buena medida con mejoras en la recaudación, probablemente debido al impacto inflacionario de la devaluación. Aun así, el candidato del Frente de Todos tiene otros motivos para quejarse: si accede a la Casa Rosada, le tocará como herencia enfrentar el previsible descongelamiento de tarifas y combustibles, así como el vencimiento de las medidas impositivas y financieras (Ahora 12 sin interés y suspensión del ajuste por UVA en créditos hipotecarios), que se harán sentir con una inflación de 50% anual.
De todos modos, tanto Macri como Fernández comparten una urgencia más inmediata: la necesidad de que el FMI apruebe el último desembolso importante del actual crédito stand-by, por US$5400 millones, que debería definir esta semana la misión del organismo.
Sin ese ingreso de divisas, las reservas del BCRA se ubicarían en un nivel preocupante para los mercados. Sobre todo, cuando de aquí a fin de año existe un calendario de nueve licitaciones para colocar Letras del Tesoro en dólares (LETE) por un total de US$7500 millones y en pesos (Lecap y Lecer) por el equivalente de US$2500 millones. La primera será el próximo martes y el porcentaje de renovación de vencimientos se convertirá en un test de confianza, jaqueado por la suba del riesgo país y la incertidumbre poselectoral.
Los enviados del Fondo se reunirán con Lacunza, quien se encargó de recordar el cumplimiento de las metas del ya lejano segundo trimestre y anticipar que no habrá nuevas medidas de impacto fiscal. Lo hizo en un reportaje con TN a través de una analogía médica: "A un paciente no se le puede cambiar los medicamentos todos los días". Esta práctica de urgencia fue la que motivó la renuncia de Nicolás Dujovne, precisamente por no haberla avalado previamente.
Pero también escucharán a los economistas que asesoran a Fernández, como Guillermo Nielsen, quien debió aclarar que no planean reestructurar la deuda con acreedores privados ni entrar en conflicto con los mercados. Esto ocurrió el último lunes, cuando volvieron a desplomarse las cotizaciones de bonos y acciones argentinas en el exterior al conocerse en el sitio web de Clarín el audio completo del reportaje con el candidato, que luego afirmó no haber dicho lo que dijo ("negociar uno por uno"). Otra evidencia del problema de conformar al frente interno sin alarmar al frente externo.
nestorscibona@gmail.com
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