Encrucijadas
En este mundo del revés que es la Argentina, cruzar la calle por la senda peatonal constituye un desafío extremo. Por eso, allí donde podemos, lo hacemos con el semáforo en contra. ¿Suena disparatado? No, si no vienen autos. Pero ¿por qué no esperar a tener el paso?
Una mañana, a eso de las 8,30, crucé la calle Gorriti camino de la universidad donde dicto clases. Un colectivo que venía por Mario Bravo dobló sin preocuparse de los transeúntes y frenó justo a tiempo para no atropellarme. Lejos de disculparse, me obsequió un brutal bocinazo. Quedé tan aturdido que no hice a tiempo de tomarle la patente.
No importan los constantes recordatorios del gobierno de la ciudad. Al doblar, el peatón sigue sin tener prioridad. Así, nos parece más seguro esperar a que no vengan autos y sortear la calzada lo más rápido posible, para evitar los que doblarán cuando cambie el semáforo.
Cierto es que muchos peatones tampoco respetan las reglas, y a veces las encrucijadas son verdaderas ruletas rusas. Y cierto es también que muchos conductores damos prioridad al peatón a pesar de los bocinazos alienados de los que vienen detrás. Pero una cosa es segura: el que lleva la peor parte siempre es el transeúnte. Anoten eso.