¿Por qué tantos están leyendo a Orwell?
Ni las memorias de Cristina Kirchner, ni Paulo Coelho, ni Florencia Bonelli: el segundo libro más buscado de la Feria 2019, que concluyó esta semana, fue 1984, la distopía imaginada por George Orwell que nos acecha desde hace más de setenta años.
El horror de la sociedad que Orwell describe –donde el pensamiento puede ser un crimen, donde hasta el lenguaje es vigilado por el Estado ("Volveremos imposible el crimen de pensamiento, porque pronto no habrá palabras con las que expresarlo"), donde se practica la guerra sin fin para mantener a la población en un conveniente estado de miedo y sumisión constantes, y donde el Partido exige que cada ciudadano esté siempre dispuesto a afirmar que 2 + 2 = 5 si así se lo exigen– ha hecho pasar a segundo plano un aspecto más sutil, pero que quizá sea el fundamento de todo el edificio totalitario: la manipulación del pasado.
En 1984 el pasado real es suprimido sin cesar, a escala industrial, para que el Estado lo reemplace por otro adaptado a sus necesidades de propaganda. El mismo protagonista, Winston, trabaja en el Ministerio de la Verdad, cuya función, precisamente, es corromperla. Cada vez que un documento cuestiona la verdad oficial, debe ser arrojado de inmediato a unos incineradores llamados, con siniestra poesía, "memory holes" (agujeros de la memoria). Winston vive en una sociedad vigilada por un Estado omnipresente a través de pantallas que a la vez transmiten y registran, y que están por obligación en cada oficina, en cada lugar público, en cada cama. El pasado se manipula para fortalecer el control del Estado y suprimir la disidencia.
¿Qué tan diferente es nuestro mundo de esa pesadilla orwelliana, si hasta el acto de leer esta nota en el diario será un dato para el algoritmo que descubre y clasifica nuestros íntimos patrones digitales, si nuestros movimientos, creencias, relaciones y preferencias son recopilados en forma sistemática en cada uno de nuestros nuestros dispositivos y cuentas para después ser compartidos y vendidos?
¿Habrá también un algoritmo oculto detrás del impensado fenómeno de ventas de 1984? ¿Por qué tantos vuelven a leer hoy a Orwell? Tal vez porque vivimos en una sociedad vigilada por algoritmos omnipresentes a través de pantallas que a la vez transmiten y registran, y que están por obligación en cada oficina, cada lugar público, cada cama, porque las llevamos nosotros mismos en la palma de la mano. Hoy el pasado se manipula para fortalecer el control sobre nuestras compras, nuestras preferencias, nuestra forma de votar y nuestra forma de vivir, y en el presente el pensamiento y la palabra son acallados pavorosamente en una guerra sin fin que se cuela hasta en la Feria del Libro. Leemos a Orwell y sentimos cierto alivio al comprobar que vivimos en una sociedad muy diferente de la que imaginó. Pero, ¿estamos tan seguros de que la nuestra es mejor?