Sigamos así
Eriza la piel de solo pensar que pasaría acá si dos candidatos presidenciales terminan cabeza a cabeza y no se puede consagrar oficialmente un ganador por varios días, como sucede ahora mismo en Uruguay, sin que se hayan alterado los siempre templados ánimos de nuestros vecinos rioplatenses.
De todos modos, los argentinos debemos sentirnos muy orgullosos de atravesar la transición entre dos gobiernos de signos antagónicos con una placidez social desconocida y que resalta más en un contexto latinoamericano convulsionado. Ojalá que ese clima pueda mantenerse en el tiempo y convertirse en una proverbial costumbre. Sin duda exigirá un delicado equilibrio a gremios y movimientos sociales cuyas protestas callejeras muchas veces pueden ser un necesario cable a tierra para evitar llegar a detonaciones imprevistas y peores como la crisis chilena, pero cuya persistencia, si se vuelven muy agresivas, hastían y ponen en riesgo a personas y bienes.
En doce días será la transmisión del mando. Hagamos de esa ceremonia una fiesta de la democracia. Que nadie se atreva a ensuciarla con silbidos e insultos. Que los aplausos y vivas al sistema cierren, al menos por un día, la grieta.