Poesía de lo mínimo
Nuku'alofa, Tonga.- Difícil estar más lejos. El sol que acaricia cada una de estas prendas es el mismo que baña al reino de Tonga, uno de los tantos archipiélagos de Oceanía. Alguien colgó, uno por uno, los buzos, las remeras y los pantalones que revelan la existencia de uno o más niños por aquí. La frágil y mundana poesía de lo mínimo: las zapatillas que yacen al fondo, perdidas u olvidadas; el cerdo que husmea por entre la basura y quizá se sienta mascota y no posible recurso alimentario; las maderas un poco destartaladas, las chapas con herrumbre. Y la ropa, suspendida de una cuerda más bien endeble, impregnada de agua, jabón y un resto de infancia. La ropa que un par de manos -sin dudas, femeninas- fregaron, estrujaron y pusieron a secar en una secuencia tan continua como la marea que, lejos de esta escena, se mece al ritmo exquisitamente azul que precisan los turistas.