Resolver problemas y mejorar las prestaciones al ciudadano es parte importante de nuestro trabajo como funcionarios públicos. Y seguramente, el lector habrá escuchado reiteradamente a lo largo de su vida que la falta de presupuesto es una barrera que en muchos casos impide alcanzar las soluciones deseadas; y que es la causa de la postergación de proyectos importantes. Pero desde otro punto de vista, se puede verificar otra realidad: el dinero no es lo único que se precisa para mejorar el Estado, ya que una vez conseguido el recurso económico, hay que saber qué hacer con él.
Y es que justamente el concepto de ineficiencia presupuestaria no se refiere solamente al fenómeno de los gastos excesivos y abultados. También tiene que ver con invertir el dinero en forma no adecuada, sin una planificación estratégica del erario público. Por este motivo, los gobiernos han enfocado sus esfuerzos en el desarrollo de procesos, sistemas y plataformas cada vez más sofisticadas para asegurar la transparencia y la eficiencia en la aplicación de fondos del Estado.
Cuanto más grande la organización, más complejo es el proceso, ya que las áreas involucradas y las necesidades que se requieren son múltiples en términos de cantidad y calidad. Sin una planificación estratégica que permita definir prioridades claras y alineadas con la misión institucional, resulta muy probable que se recaiga en una situación no deseada, en la que el gasto se desenfoca y los resultados no se logran. Por eso, en nuestra actividad, que es la salud, resulta fundamental el concepto de infraestructura centrada en el paciente.
¿De qué se trata? Va un ejemplo: en el Hospital Garrahan, mil especialistas de distintas áreas realizan 600.000 consultas anuales. Como sucede con otras organizaciones públicas, esta realidad significa un enorme desafío en términos de recursos, para que todos cuenten con las herramientas indicadas en el momento indicado. Por este motivo, la tendencia de gestión nos propone hoy una estrategia de infraestructura centrada en el paciente. O sea, un enfoque que pone a los pacientes y sus necesidades en el centro, y que está asociado con la sostenibilidad y la eficiencia.
Esta filosofía de trabajo posibilita una priorización y planificación mucho más inteligente de los recursos. La idea es sencilla: se parte de un abordaje holístico, intentando comprender todo lo que precisa una persona enferma o en un tratamiento específico, y a partir de allí, integrar esas necesidades específicas con la planificación integral de la institución.
El proceso irá desde las necesidades básicas (camas suficientes, quirófanos seguros, salas impermeables y correctamente adecuadas) hasta las herramientas más sofisticadas de modernización, que pueden incluir sistemas informáticos complejos e incluso aplicaciones de la inteligencia artificial en la cadena de aprovisionamiento de un hospital.
Frente a los aumentos de costos y la multiplicación exponencial de la demanda social, nada mejor que un enfoque racional, planificado e inteligente como mejor defensa. Porque si repetidamente se suele escuchar que el costo de la salud es elevado, mucho peor es una salud cara e ineficiente.
Director administrativo del Hospital de Pediatría Garrahan
Alan Norton