Adiós a una figura política poco atractiva
Theresa May es realmente una de las figuras políticas menos atractivas del mundo. Poco estable, nada simpática, arrogante y dura es, por su petulancia, incapaz de inspirar la menor simpatía y, mucho menos, de proyectar confianza. Lo que, curiosamente, nunca pareció preocuparle demasiado.
A los 62 años de edad y con una larga vida pública en su pasado, pocos conocen su apellido de soltera: Brasier. A simple vista, su personalidad y presencia física desgarbada, parecería haber salido más de una tragicomedia televisiva que de la elite política británica.
Hija de un pastor anglicano, fue elegida parlamentaria en 1997. Se desempeñó como Ministra del Interior de Gran Bretaña, desde el 2010 al 2016.
Ha sido la primera mujer que, en toda la historia, llegó a ser presidente del Partido Conservador y Unionista británico. Y la segunda (después de Margaret Thatcher) que se desempeñó como Primer Ministro de su país. Educada en Oxford (en el tradicional Saint Hughe’s College) se especializó, curiosamente, en Geografía.
Como parlamentaria, su interés principal estuvo siempre girando en torno a los temas migratorios, al terrorismo y sobre cómo enfrentar y controlar los disturbios.
Habiendo trabajado algunos años en el Bank of England, tuvo relación con algunos rincones, no centrales, del mundo de las finanzas.
No pudo nunca conducir los temas más complicados que se relacionan con ese monumental error británico al que llamamos: "Brexit", cuestión que, luego de hacerla penar, terminó no sólo derrumbándola, sino alejándola, por un buen rato al menos, del centro del escenario grande de la política británica. Lo cierto es que ni siquiera pudo consensuar sus enfoques en ese delicado tema con los líderes del Partido Laborista. Por esto la debacle del Brexit resultó la razón final que hizo inevitable su caída.
Nadie extrañará demasiado su presencia, que ha sido reemplazada por el temor de que los conservadores endurezcan aún más la salida británica de la integración europea, lo que ya se ha reflejado en la debilidad del valor de la libra, que se ha venido deteriorando desde noviembre pasado. Pero quizás lo más grave del poco feliz legado de la Sra. May es lo antedicho: la novedad de que la ultra derecha, como en otros rincones de Europa, esté golpeando insistentemente las puertas del poder en Gran Bretaña.