La importancia del entrenamiento invisible: respetar el tiempo de descanso el día después
Quizás hayas leído el título y pensado: "Ah, este ejercicio sí lo hago" a modo de chiste. Y tiene su gracia, pero el entrenamiento invisible es tan importante como el visible, y aún así es algo de lo que se habla poco. Se refiere al descanso, al día después, al momento en el que los músculos se regeneran y empiezan a dar resultados. "Es básicamente todo lo que hacemos cuando no entrenamos, y aquello que puede convertir nuestro sacrificio en logros felices", apunta la entrenadora nacional de atletismo Carolina Rossi. Es que los resultados que veremos no solo dependen de cómo y cuánto entrenamos, sino sobre todo de si hacemos las cosas bien en el tiempo restante (que es mucho más).
Así, este concepto se refiere a la alimentación e hidratación que realizamos en ese período (tu combustible es una parte vital del proceso), pero sobre todo a respetar el tiempo de descanso, que es cuando se produce la adaptación del organismo al entrenamiento. "La idea es ser prolijos a tiempo completo: solo de esta forma uno puede reponerse correctamente después de una sesión y llegar a la siguiente en condiciones de asimilar lo nuevo, a la vez que minimizamos el riesgo de lesión por sobreentrenamiento".
¿Cuánto es el tiempo de descanso correcto? No hay respuestas perfectas, porque varía de individuo a individuo. Sin embargo, la regla general es no llegar cansado a entrenar. También, dormir lo suficiente. "Cuando estamos en reposo, regeneramos, pero cuando dormimos lo hacemos más, ya que durante el sueño se segregan hormonas que estimulan la regeneración celular", explica. Unas 7 a 9 horas diarias sería el número mágico.
Otra parte del descanso es la elongación, que debería suceder justo después de terminado el trabajo duro. Esto dará alivio muscular en el momento, pero en especial ayudará a disminuir posibles dolores, molestias o lesiones en los días posteriores.
También existen otros métodos para colaborar en los procesos de recuperación entre sesiones, que favorecen la circulación, oxigenación de tejidos, eliminación de toxinas y relajamiento de los músculos. Por ejemplo, el frío es un excelente analgésico y desinflamatorio: llenar la bañadera de agua fría y sumergirse con las piernas extendidas después de un entrenamiento intenso es una llave a la recuperación inmediata (y una forma de crioterapia casera). Si tenés acceso a un sauna, es otra fórmula perfecta, un tratamiento que permite eliminar toxinas por la piel y que favorece la vascularización. "Es muy bueno su contraste con duchas frías, ya que el estímulo frío-calor genera vasoconstricción y vasodilatación, activando el retorno venoso", recomienda Rossi. Un último método más que apreciado son los masajes, de gran poder relajante y descontracturante. Ya ves, no todos los entrenamientos son tan duros ni difíciles… Pero sí, a este también hay que ganárselo en buena ley.