Los clérigos iraníes imponen su particular moral islámica y ejercen el liderazgo político
El público en general suele olvidar, sino minimizar, el hecho de que Irán es –institucionalmente- una de las pocas "teocracias" del mundo. Por ello, no sorprende que esa Nación sea conducida, con particular firmeza, por sus poco tolerantes y enriquecidos clérigos.
En una más de las particulares derivaciones de esa inusual situación, los clérigos iraníes están impulsando ahora una campaña de lucha contra las que ellos llaman: "prácticas inmorales".
La ofensiva esta vez ha tenido como blanco a los restaurantes y cafés de las principales ciudades iraníes, incluyendo a aquellos instalados en su activa y desordenada ciudad capital: Teherán. Unos 547 establecimientos gastronómicos fueron cerrados como consecuencia de esa particular porfía y once personas quedaron bajo arresto el pasado sábado 11 de junio por presuntamente contradecir con sus conductas personales la moral islámica que esos clérigos no sólo definen, sino que imponen.
Para los líderes iraníes, todo lo que socialmente tenga que ver con las costumbres de Occidente huele, en principio, a "inmoralidad". Fuertemente. En particular, si sucede en los espacios públicos. Por ello, hablan de lo que denominan su lucha contra los "crímenes o invasiones culturales".
Por ejemplo, está estrictamente prohibido sacarse el velo con el que las mujeres cubren discretamente sus cabezas hasta en el interior mismo de los automóviles. También ingerir alcohol y los bailes mixtos, esto es aquellos en los que participan hombres y mujeres simultáneamente, lo que se tiene por pecaminoso.
De tanto en tanto, los clérigos, en su permanente afán moralizador ponen en marcha campañas destinadas a tratar de erradicar las más notorias costumbres sociales occidentales, sobre todo entre los jóvenes. Es su manera de pretender "purificar" a una sociedad -restringida y casi ahogada- que ellos conducen arbitrariamente y con mano dura, con mecanismos de vigilancia tan extendido, como firme. Sociedad a la que disciplinan con amenazas constantes, absolutamente singulares. Así consolidan un ambiente social siempre tenso, donde el miedo cotidiano es, desgraciadamente, un componente que para ellos luce como absolutamente esencial. Querido, entonces. No casual.
Dejando de lado el plano doméstico, la tensión entre Irán y los Estados Unidos no ha disminuido. Los norteamericanos acusan a Irán de ser responsable de la serie de ataques perpetrados aparentemente por grupos indefinidos contra buques-tanque petroleros en el estrecho de Ormuz y sus cercanías. Irán niega cualquier participación en los mismos. Pero lo cierto es que ellos continúan ocurriendo. Y para el presidente Donald Trump, la mano iraní está detrás de los mismos.
Una reciente gestión diplomática en procura de disminuir el nivel de tensión entre los dos países nombrados, realizada por el Primer Ministro japonés, Shinzo Abe, parece haber fracasado, pues Abe se encontró con una posición iraní particularmente inflexible en el sentido de "no confiar" en los Estados Unidos desde que el país del norte decidió unilateralmente retirarse de los acuerdos alcanzados en el 2015 entre Irán y la comunidad internacional, respecto de los peligrosos programas nucleares del país del Golfo.
Pese a la falta de resultados de su gestión, Abe aclaró que continuará con sus esfuerzos para tratar de estabilizar a la región del Golfo.
Mientras tanto, Arabia Saudita y los Emiratos continúan acompañando a los Estados Unidos en su política de "máxima presión" respecto de Irán.
Esa política se ha traducido ya en movimientos militares significativos, que incluyen el despliegue de un enorme porta-aviones, bombarderos B-52, y de 2.500 efectivos militares adicionales que ya están estacionados cerca de Irán. En la agenda actual de paz y seguridad del mundo el conflicto que enfrenta a Irán con los Estados Unidos parece ser hoy, claramente, uno de los más delicados.