Despedir a un ser querido (2° parte)
Debido a la enorme cantidad de correos y comentarios por la repercusión de la nota sobre la despedida de un ser querido, retomé el tema y aquí va la segunda parte.
La muerte es un tema tabú que debe ser hablado y meditado. Hablar de esto nos ayuda a disminuir el miedo, las supersticiones. Decía una gran psicoanalista: "Cuando hablamos de lo que tememos, deja de ser peligroso".
a. Las frases inútiles que le decimos a quien perdió un ser querido
Muchas personas bien intencionadas, en los momentos terminales o de profundo dolor utilizan expresiones trilladas que no solo no alivian la emoción sino que, muchas veces, la acrecientan. Ya lo vas a superar. El dolor no se supera, el dolor se transforma y nos transforma. Es parte de nuestra historia. Decirle a un papá que perdió a un hijo que ya lo va a superar le genera mayor tristeza y, también, bronca. Otra frase es: "Pensá en otra cosa, distraete". Del dolor no hay que distraerse, pues es un camino que hay que atravesar. No es un pozo sino un camino que cada persona debe transitar. Otra frase es: "Dios tiene un plan. Por eso permitió esta muerte". Esta es otra frase inútil ya que el dolor es una pregunta que no tiene respuesta y creer que Dios "se llevó" a un ser amado solo acrecienta el dolor y el culto al sufrimiento.
b. Las explicaciones que damos
Aquí podemos agrupar todas las explicaciones que se suelen dar. El dolor no es un problema que hay que resolver, ni un conflicto que hay que explicar, sino más bien un proceso que hay que atravesar. La mejor manera de acompañar al doliente es en silencio, escuchándolo con los ojos y simplemente estando presente.
c. Acompañar al que va a partir para que pase sus últimos momentos lo mejor posible
La familia acompaña pero no "haciendo algo para el futuro" sino entregándole un regalo en el presente. Ensanchar su calidad de vida es la tarea del amor familiar. Nuestra presencia es el regalo más grande que le hacemos a quien está por partir. Debemos entregarle nuestra compañía, nuestras palabras y nuestra paz. Stephen Levine decía: "Cuando tu miedo toca el dolor del otro, se convierte en lástima; cuando tu amor toca el dolor del otro, se convierte en compasión".
d. Prever la muerte le permite al terminal valorar sus opciones y hacer planes sobre lo porvenir
Esto significa que la persona es protagonista de su propia partida (a menos que verbalice no querer saber). De esta forma tiene la oportunidad de ver los temas pendientes, de decidir cosas importantes, de expresar las cuestiones no resueltas y las emociones guardadas. Podemos preguntarle: "¿Hay alguien más que debería estar aquí?". Tal vez sea una persona religiosa que acompañe, un familiar distante, un ser querido que está lejos, un amigo, etc. Algunos desean escuchar música, mientras que otros prefieren el silencio.
Cada dolor es único e irrepetible. Es verdad que el duelo anticipando va elaborándose poco a poco antes de la partida, lo cual es distinto de una pérdida de un momento para el otro. Hoy sabemos por la ciencia que hay fases claras y patrones frecuentes que tienen lugar en los últimos momentos de vida (de manera general), como la pérdida de la conciencia y la respiración automática. La persona duerme más, su cansancio aumenta y su respiración es lenta. A veces, entra en estado de inconsciencia y en un sueño profundo. Por lo general, no hay dolor al final. Al disminuir su nivel de energía y retraerse cada vez más del mundo externo, la partida se produce en paz.
El dolor, como ya citamos, no se supera. Se transforma y nos transforma. Seguimos siendo los mismos luego de una pérdida pero, a la vez, somos distintos. Necesitamos recordar a quien ha partido no como una suma de momentos o fragmentos sino como un todo. La familia debe hablar y expresar lo que siente para "gastar el dolor". No es sano que en una familia alguien tome el rol de la persona que partió. Esto sucede a menudo en hijos pequeños que asumen el rol del padre o de la madre.
e. No hay fuertes en el dolor
Muchas personas dicen: "Tengo que ser fuerte porque, si yo me caigo, todo se derrumba". El fuerte suele ser aquel que reprime el dolor creyendo que la tristeza o el llanto es símbolo de debilidad. Jamás llora y se coloca una coraza tan potente que nada la puede penetrar. Cree que debe ser fuerte como el roble. El roble es un árbol robusto pero no posee flexibilidad. Cuando una persona soporta sus sentimientos y no se permite expresarlos, el proceso interno se acrecienta. En realidad, somos fuertes cuando somos capaces de expresar "nuestra debilidad".
Un viejo refrán de los indios americanos dice: "No pueden dejar atrás lo que llevan adentro". A lo largo de mi práctica profesional, en estos últimos treinta años, he visto y acompañado innumerables procesos de duelo. Estas son las dos reflexiones que siempre comparto con la gente:
- ¿Qué semillas te dejó el que ha partido? Todos los que se van antes nos dejan una multiplicidad de semillas: bondad, esfuerzo, alegría, etc. ¿Qué semilla te ha dejado ese ser amado? Tal vez es solo una. Tu tarea ahora es hacerla crecer. Esa es la mejor forma de honrar a quien partió. El dolor es sagrado y debe ser limpio. Es decir, sin autorreproches ni autocastigos sino haciendo crecer esa semilla que nos fue sembrada.
- ¿Qué cosas cambiaron? ¿Qué prioridades cambiaron a partir de ahora? La muerte siempre cambia las prioridades. Lo que pensamos que era importante ahora deja de serlo y lo que antes era trivial ahora resulta importante. Hoy sabemos por la ciencia lo que históricamente los seres humanos sabíamos por intuición: lo más valioso de la vida son los vínculos afectivos. Cultivarlos es lo que nos brinda plenitud. No buscamos ser felices sino tener intimidad porque es allí donde abrimos nuestro corazón y hallamos la felicidad.
Un escritor decía: "Lo importante no es cómo vamos a morir sino cómo vamos a vivir hasta ese día". La muerte debería hacernos reflexionar sobre la vida. ¿Cómo estoy viviendo? ¿Qué cosas son importantes para mí? ¿Qué es lo que quiero? ¿Hacia dónde estoy yendo? ¿Cuáles son las relaciones profundas en mi vida? Meditar y reflexionar le da plenitud a nuestra vida: esa oportunidad maravillosa que tenemos los seres humanos de existir y de ser bendición para los demás.
Si tenés alguna inquietud, podés escribirme a Bernardoresponde@gmail.com