Más cerca de la empatía que de la técnica criminalística
La "mordaza" que, en cuanto a la difusión de más detalles del caso del médico que mató de varios tiros al ladrón que quiso robarle el auto en San Martín, estableció la jueza que coordina el debate en el juicio contra el cirujano Lino Villar Cataldo es novedosa. No obstante, es realmente una utopía esperar que tenga el efecto pretendido, que es el de evitar que las declaraciones públicas -esencialmente, de una de las partes- influyan de forma decisiva al jurado de ciudadanos bonaerenses que deberá decidir si el médico Lino Villar Cataldo es o no culpable de homicidio.
Hoy desfilarán los peritos que trazaron trayectorias y distancias que podrían develar la dinámica de los hechos, y conocer cuánto se acercan o se alejan de la explicación que el propio acusado dio acerca de los acontecimientos de aquel 26 de agosto de 2016.
Radica ahí una diferencia esencial en cuanto al análisis de la cuestión, sea el juicio por jurados o del tipo "clásico". El tribunal colegiado de magistrados debe interpretar las pruebas e indicios a través del prisma del derecho y arribar a una convicción razonada que debe hallar anclaje, precisamente, en la evidencia.
Del jurado integrado por ciudadanos legos en derecho, se requiere solo su honesta lectura de alegatos y testimonios, y el arribo a un consenso en torno de culpabilidad-no culpabilidad más cercano a la empatía que al rigor legal.
El caso de Villar Cataldo puede verse en el reflejo del juicio por jurados al carnicero Daniel "Billy" Oyarzún, que tras un robo en su local persiguió a los ladrones con su auto, los arrolló y aplastó contra un poste de luz a uno de los delincuentes. Esa vez, la Justicia evaluó las constancias a la luz del Código y entendió que había una presunción de delito; tanto, que en juicio el fiscal abogó por una condena por homicidio por exceso de la legítima defensa.
En septiembre pasado, los 12 jurados llegaron por unanimidad a la conclusión de que Oyarzún se había defendido de una agresión ilegítima y, por lo tanto, no merecía ningún reproche penal. Ni se detuvieron en el exceso en la respuesta, que era evidente.
Es probable que los peritos, hoy, pongan en duda la versión que Villar Cataldo dio del hecho. Pero el médico y la defensa confían en que, como en el caso del carnicero zarateño, triunfe la empatía y el jurado reconozca que la reacción frente al delito, al final de cuentas, no merece sanción.
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