¿Techo de cristal o techo de paja?
Techo de cristal se llama al conjunto de obstáculos que encuentran las mujeres en su carrera laboral que en igualdad de condiciones les impide progresar del mismo modo que a los hombres. Marilyn Loden fue la primera en nombrarlo de esa manera hace 40 años, cuando las diferencias eran invisibles. Pero hoy ya no lo son. Las redes sociales muestran todos los días la ausencia de mujeres en las mesas donde se toman las decisiones más importantes de una empresa, un club, un sindicato, el superior tribunal de una provincia y ministerios o incluso gabinetes enteros en los que muchas veces se define la suerte de millones de personas.
Es un gran avance que hoy la ausencia de mujeres en puestos de decisión, al igual que la brecha salarial, la mida el propio Estado, a través de los informes que el Indec elabora a partir de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) y los de otras agencias como la Dirección de Estadísticas de la Ciudad de Buenos Aires, los que, además, se dan a publicidad y difusión a la ciudadanía.
Estas estadísticas coinciden en que, en igualdad de posiciones y de responsabilidades, los hombres ganan el 25% más que las mujeres, y en algunas provincias la brecha -o grieta- puede llegar al 30%, el mismo porcentaje de mujeres en puestos de dirección en empresas contra el 70% restante ocupado por hombres. Un porcentaje similar arrojaron las últimas cifras de la Procuración General de la Nación respecto del acceso de mujeres a los cargos de fiscales, que se replica en los concursos que permiten el acceso a cargos en la Justicia.
Entonces, no es más un techo de cristal el que invisibiliza las dificultades históricas y culturales. Es un techo de paja el que no permite que las mujeres avancen en sus carreras y lleguen a puestos de decisión y a tener remuneraciones acordes con sus funciones y dedicación que las haga autónomas, y que con el tiempo les dé la posibilidad de tener su propio patrimonio. La brecha muchas veces se anuncia en la entrevista de trabajo, otras veces aparece en la carrera cuando se acercan los años reproductivos: aún hoy abajo del techo de paja se sigue celebrando la decisión de la mujer que decide dejar su carrera, no importa a qué altura lo hace, para dedicarse de lleno a las tareas de cuidado del grupo familiar, que no son remuneradas, a las que, también según las mediciones del Indec, ellas dedican el doble de tiempo por día que los hombres.
Una serie canadiense, Workin' Moms, por estos días en Netflix, muestra con humor ácido la suma de los prejuicios que una mujer ejecutiva soporta al regresar de su licencia por maternidad en su decisión de seguir adelante con su carrera profesional, no solamente de parte de los hombres que la rodean -su marido, que aquí sería considerado deconstruido; su jefe y sus colegas de trabajo-, sino también de las mujeres con las que se relaciona, dentro y fuera de su propia familia y grupo social.
El problema entonces no ocurre solo en la Argentina, pero acá la desigualdad de la mujer en el ámbito laboral lleva a lo que otros indicadores económicos denominan como feminización de la pobreza, que consiste en que el desempleo y la informalidad sean cada vez mayores para las mujeres. Y ese techo también se ve y está en las calles.
Profesora de Derecho Tributario en la Facultad de Derecho de la UCES