Un avance que les da más escalofríos a los demócratas europeos
PARÍS.- Después de haber permanecido enterrada durante casi medio siglo tras la muerte de Francisco Franco, en 1975, la extrema derecha española resurgió de ultratumba con una fuerza desconcertante en las elecciones legislativas de ayer, llenando de alegría a los demás partidos continentales afines, que sueñan con convertirse en la principal fuerza política del Parlamento Europeo el mes próximo.
Es verdad, con esos resultados Vox no tiene posibilidades de llegar inmediatamente al poder. Pero, teniendo en cuenta que se trata de una primera elección, las cifras provocan frío en la espalda. Y aunque los demócratas españoles puedan respirar aliviados, sus homólogos europeos no pueden decir lo mismo.
Bienvenido al mundo aterrador de los "anti". Antiinmigrantes, antiislamistas, antiaborto, anticasamiento gay, antifeministas, anticosmopolitas... En resumen, xenófobo, ultraconservador y nacionalista, Vox es la copia fiel de sus equivalentes europeos. Con una especificidad propia del contexto español: ante todo es antiseparatista.
Ayer, en todo caso, la totalidad de la extrema derecha europea escrutaba con ansiedad los resultados de Vox. A cada una de ellas le importan poco las especificidades locales y, mucho menos, la suerte de los catalanes. En esa elección solo vieron al nuevo aliado potencial que les permitirá pesar un poco más en el futuro Parlamento Europeo. Porque, según las encuestas, Vox podría obtener 10% de votos en las elecciones de mayo próximo. Más o menos el mismo promedio de votos que totalizará el resto de la ultraderecha del continente.
Pero del dicho al hecho suele haber una gran distancia. En este caso, el tan declamado "internacionalismo de los nacionalistas" padece de una contradicción fundamental: ¿cómo hacer funcionar una alianza armónica de partidos de extrema derecha cuando cada uno de ellos pretende defender su primacía nacional? Cada uno de ellos, autoproclamados "campeones de la defensa del interés nacional" en forma estrecha, vindicativa, agresiva o como mínimo defensiva, se verá rápidamente en conflicto con fuerzas que, del otro lado de la frontera, harán exactamente lo mismo.
"Lo que tal vez podrían conseguir -aunque todavía está por verse- es defender un proyecto europeo alternativo, al que han llamado 'Europa de las naciones'", analiza el sociólogo francés Alain Bihr. "Pero la sistemática defensa de una nación cerrada sobre sí misma deja poco espacio para la construcción de un proyecto de construcción común, incluso confederal", agrega.
En todo caso, el resultado obtenido por Vox es la prueba del cambio profundo del paisaje político en Europa, que no concierne exclusivamente a la extrema derecha, sino al conjunto de las derechas.
Todas, en todo caso, comparten con la derecha tradicional la intención de preservar el sistema capitalista. La diferencia radica en la estrategia para conseguirlo. El problema es que las contradicciones reales vehiculizadas por esas opciones -riesgo de estallido de la UE por enfrentamientos nacionalistas, peligro de guerras intraeuropeas e incluso mundiales- solo aparecerán en el ejercicio de un poder que cada vez les tiende más los brazos.