Cura de mar
MECKLENBURG, ALEMANIA.- "Conozco la cura para todo: agua salada... de una u otra forma: sudor, lágrimas o el mar". La conocida frase de Isak Dinesen resuena, quizá con timidez, en esta particular postal marina. Están las sillas, carentes de dueño, como a la espera de aquellos que por ahora no están y que en algún momento vendrán a tomar su parte de cura, extendidos entre el cielo, lo punzante del aire y lo bienhechor de la arena. Está el Báltico, allá al fondo, un recuadrito apenas, confundido en un gris que parece querer teñirlo todo. Y están ellos dos, hombre y gaviota. Cada cual en su mundo, indiferentes el uno del otro. Gorrito, mochila y campera, él; gesto reconcentrado -un momento de fugaz acicalamiento-, ella. No es un radiante día de playa; el frío debe apretar, allá tan al norte. Pero algo del vigoroso abrazo del mar, que envuelve a sus protagonistas, trasciende la imagen y nos obliga a soñarlo.