Durante años, los deportivos de dos puertas fueron los favoritos de los amantes de la velocidad; pero, paradójicamente, parecen estar desapareciendo del mercado automotor
En enero último se presentó en el Salón de Detroit el nuevo Toyota Supra. El revuelo que causó fue impresionante, y con razón: espectacular por donde se lo mire,alta performance garantizada y un nombre legendario. Pero una de las cosas que más llamó la atención, es que es una "verdadera coupé", fabricada por una marca generalista. Muchos celebramos la osadía de Toyota porque –se sabe– las coupés han sido desde siempre los autos más admirados y deseados, esos que nos conectan con la parte más emocional del mundo del automóvil. Pero, mal que nos pese a los entusiastas, este tipo de vehículos de dos puertas y ambiciones deportivas abundan cada vez menos.
La coupé como estilo de vida
En la industria automovilística moderna, la palabra coupé siempre ha sido sinónimo de "auto deportivo". De hecho, hasta hace no tanto tiempo –unos 25 años– la relación era unívoca, es decir, un auto solo podía ser percibido como deportivo si tenía dos puertas laterales. Es algo de fuerte raíz histórica, ya que los autos deportivos son derivados de los de carrera, que solo requieren una o dos plazas y por ende no es necesario agregar puertas extra. Incluso menos puertas implican una mayor rigidez estructural, algo indispensable para un modelo de alta performance. Recién en la década de 1950 –se puede fechar con la aparición del Lancia Aurelia B20– empezaron a aparecer en Europa los autos deportivos de cuatro plazas (las dos traseras muy pequeñas), que adoptaron la denominación de Gran Turismo. Poco tiempo después aparecieron en los Estados Unidos los primeros muscle cars, sedanes de dos puertas de gran potencia y relativamente bajo costo.
A partir de entonces, un ciudadano relativamente normal –no necesariamente un piloto profesional o alguien muy acaudalado– podía acceder, no solo a la alta performance y la emoción en el manejo, sino a todo lo que ello representaba en términos de estilo de vida. Porque durante esos años dorados de posguerra se fue consolidando una imagen ideal del arquetipo masculino: aventurero, seductor, ciertamente rebelde y eternamente joven. Y el auto deportivo –la coupé– comenzó a ser un elemento inseparable de esa imagen. El cine, gran exponente del imaginario social de cada época, lo representó a la perfección a ambos lados del Atlántico en películas como Rebelde sin causa (con el malogrado James Dean) o Il Sorpasso (con el gran Vittorio Gassman) entre muchas otras. Dos tipos audaces, El Mago, Magnum, Los Duques de Hazzard, El Santo, hasta nuestros Súper Agentes fueron distintas versiones de ese arquetipo que llegó a su máxima expresión con el personaje de James Bond.
Los años ’80: el cenit de las coupés
La industria reaccionó a esa demanda aspiracional y las coupés empezaron a proliferar. Pero no solo autos específicamente diseñados como tales, sino también versiones de dos puertas de los sedanes tradicionales. Para mediados de los años 80 casi todos los sedanes estadounidenses y buena parte de los europeos y japoneses tenían su versión de dos puertas, y prácticamente todas las marcas generalistas alineaban dos o más modelos que podían ser calificados como coupés.
Para fines de la década las había para todos los bolsillos, en todos los tamaños, y le hacían ganar dinero a los fabricantes. La lista es larguísima: Toyota Supra, Célica y AE86: Nissan 300 ZX y Silvia; Mitsubishi Eclipse; Honda Prelude; Isuzu Impulse; Mazda RX7 entre las muchas japonesas; los tradicionales Chevrolet Corvette y Camaro, Pontiac Firebird, Ford Mustang/Mercury Capri e incluso los poco conocidos Dodge Daytona/Chrysler Laser, por el lado de la industria americana. En Europa también hubo un boom de coupés compactas o "mini GTs" como el Opel Manta, el Volkswagen Scirocco (luego Corrado), el Audi Coupé y nuestros conocidísimos Renault Fuego y Ford Sierra XR4, que se complementaban con los más clásicos BMW Serie 3, Alfa Romeo GTV y Lancia Beta. Hasta los suecos de Saab y Volvo tenían versiones de dos puertas de sus sedanes medianos 900 y 244, respectivamente. Era tal el auge que algunas marcas generalistas, envalentonadas, incursionaron incluso en formatos extravagantes como pequeñas coupés "accesibles"¡con motor central!, como el Toyota MR2, el Pontiac Fiero y el Fiat X1/9.
Cambio de tendencia
A partir de mediados de los años ’90 la tendencia empezó a cambiar y nos condujo hasta el panorama que tenemos hoy, en el que solo sobreviven las coupés de lujo y los superdeportivos. Las "accesibles" prácticamente han desaparecido: solo en los Estados Unidos mantienen cierta vigencia, empujadas en buena medida por las ventas a flotas de alquiler. Y este no es un dato menor, porque la gente está más dispuesta a alquilarlas por un tiempo limitado que a comprarlas.
¿Qué pasó en el camino? Bueno, muchas cosas cambiaron desde entonces. Para empezar, hubo un marcado cambio de clima cultural. Aquella idea del macho alfa montado en su corcel de acero y 4 ruedas fue dejando de ser el máximo aspiracional de los adultos jóvenes y hoy está más cerca de ser un estereotipo caricaturizado.
A mediados de los ’80, también empezaron a aparecer sedanes deportivos que combinaban potencia, confort y practicidad. El Mercedes-Benz 190 E 2.3 16 y el Peugeot 405 Mi16 fueron precursores, y mucha gente empezó ver que un solo auto podía reunir la posibilidad de llevar a los chicos a la escuela y a la vez sentirse al mando de una máquina poderosa. En 1995 el Alfa Romeo 156, diseñado por el gran Walter De Silva, demostró que además de potencia un sedán de cuatro puertas podía lucir tan sexy como una coupé. Incluso hasta las rurales sumaron versiones de alta performance, capaces de dejar pagando en un semáforo a la coupé más pintada.
Para las empresas fue un negoción, porque siempre será más económico agregarle potencia a un modelo existente (que en general ya está amortizado por sus versiones "tranquilas"), que desarrollar un nuevo modelo de bajo volumen. Por eso las coupés que sobreviven son aquellas que se pueden vender a precios muy altos (para compensar la baja escala de producción), un lujo que solo se pueden dar las marcas de alta gama y los constructores más "artesanales".
La edad, el acceso y la altura
Es un hecho que los admiradores de los autos deportivos son de todas las edades, pero los compradores son en general personas de 40/50 años para arriba. La razón es simple: son los que acumularon el dinero suficiente para tener un segundo o tercer auto "para darse un gusto". Y aquí hay un problema evidente: las coupés deportivas son bajas, tienen el asiento muy pegado al piso y por eso entrar y salir no es una operación fácil. Esta dificultad aumenta por supuesto con la edad. La ironía es entonces que a los pueden comprarlos les va resultando más difícil usarlos. Según Sebastián Campanario, economista y autor del libro La revolución senior (próximo a salir), está cambiando el paradigma de percepción social de la edad adulta y de la vejez. Los adultos mayores están abandonando esa necesidad de mostrarse más jóvenes de lo que realmente son –las coupés cumplen justamente ese rol– y es natural que sus consumos se desplacen hacia autos más confortables, como los SUV.
Por otra parte, en un tránsito cada vez más hostil, con autos cada vez más grandes y altos, una posición de manejo elevada –más dominante– se ha convertido casi en una necesidad. El auge de los SUV responde en gran medida de esa "sensación de poder y seguridad" que confieren. No iba a pasar mucho tiempo en que también se conviertan en autos con aspiraciones deportivas. Es cierto que un vehículo de dos toneladas y un centro de gravedad relativamente alto nunca tendrá las características dinámicas de una verdadera coupé deportiva, pero si se trata de andar rápido, los más de 400 CV de algunas versiones del Porsche Cayman, el Maserati Levante o el BMW X6 (entre muchos otros) son más que suficientes. El hecho de que Lamborghini haya lanzado un súper SUV y que Ferrari, Lotus y Aston Martin estén próximos a hacerlo, indica que el paradigma del auto deportivo ha cambiado para siempre.
Las cosas por su nombre
Es paradójico: las verdaderas coupés están desapareciendo, pero la palabra sigue tan vigente como nunca. Los genios del marketing parecen haber descubierto que combinarla con otras expresiones le agrega automáticamente una pátina de deportividad (y el estilo de vida que eso implica) a cualquier tipo de producto. Tal parece que la palabra ha dejado de ser un sustantivo que designa "vehiculo de dos puertas", para convertirse en un adjetivo, o sea una palabra que agrega o modifica cualidades a otro sustantivo.
La idea entonces es que cualquier vehículo que tenga una caída de techo más o menos fluida puede llamarse "coupé", no importa si tiene 2, 3 o 10 puertas. Así tenemos "coupés de 4 puertas" (algo tan contradictorio como decir "moto de 4 ruedas"), "SUV Coupé"; "Compact Crossover Coupé"; "Crossover Utility Coupé", y no sería extraño que alguna marca ya esté pensando en una "Sport Pickup Coupé" o algo por el estilo… En definitiva, no es muy distinto a lo que los comerciantes de Buenos Aires vienen haciendo desde hace un tiempo con la palabra "Palermo".
Sin embargo, el lenguaje se define por su uso. Que un auto tenga una silueta acoupesada no quiere decir que sea una coupé. A esos autos les pueden poner el nombre que quieran, pero si alguien dice "me compré una coupé Mercedes", lo que indefectiblemente viene a la mente es un SL, un Clase C Coupé, o hasta un AMG GT. Nadie va a pensar en un CLS y mucho menos en un GLC o un GLE. Seguramente Renault y Fiat también intenten convencernos de que sus futuros Arkana y Fastback son de alguna manera coupés. Al 911 se le van a reír las medias por el intento.