Sin duda, la pandemia del coronavirus tiene muy preocupados a la Organización Mundial de la Salud (OMS), a los gobiernos de todos los países y a buena parte (no toda, lamentablemente) de la población del planeta. No es para menos, al momento de escribir estas líneas había en el mundo más de 180.000 infectados con un saldo de más de 7000 muertos. Aunque, eso sí, más del 80% de los que contrajeron el coronavirus se curaron.
El virus más famoso de la historia se lleva los titulares de todas las plataformas informativas y es el tema de conversación número uno. Y no son pocos los que salieron a abastecerse como si se avecinara el fin del mundo en una mezcla de miedo, paranoia e ignorancia.
Ahora bien, según la misma OMS cada año fallecen en el planeta 1,3 millones de personas en incidentes de tránsito, y entre 20 y 50 millones padecen traumatismos no mortales. Es más, los siniestros viales son la principal causa de muertes entre los jóvenes de 15 y 29 años.
Sin restarle un ápice a la importancia que una pandemia tiene, las cifras de muertos en el tránsito hacen palidecer al mismísimo coronavirus. Pero, a diferencia de lo que sucede con éste, a muy poca gente (empezando por la mayoría de los gobiernos en todos sus estamentos) parece importarle demasiado. Porque mientras el Covid-19 mató 7000 persona en tres meses (desde el primer caso en China el 8 de diciembre), en siniestros viales murieron 325.000.
Por algún mecanismo que deben explicar los sociólogos, un virus dispara todas nuestras alarmas, pero tomar conciencia de los riesgos que se asumen al conducir un vehículo resulta casi intrascendente.