La cancelación del salón suizo fue una de las primeras consecuencias del coronavirus; repasamos el diseño de los concept cars que se presentaron online y el incierto futuro de la industria automotriz
Qué difícil es hablar de autos por estos días. De hecho, resulta difícil hablar de cualquier otra cosa que no sea el coronavirus, su evolución diaria y sus consecuencias. Pero en este dramático contexto, el reciente (y fallido) Salón de Ginebra viene al caso. Porque para el mundo del automóvil fue la primera señal clara de que algo grave estaba pasando. Para los que no lo saben, la coqueta y tradicional muestra fue cancelada el 29 de febrero, es decir, tan solo 2 días antes de su inauguración, cuando la mayor parte de los stands estaban armados. Cuando llegó el anuncio de la suspensión, muchos consideraron la medida como "apresurada" e "inapropiada", por las multimillonarias pérdidas que implicaba. Mientras, en el norte de Italia se acumulaban los primeros cientos de casos de Covid-19 confirmados. Lo cierto es que todas las novedades preparadas para el Salón estaban listas –incluida más de media docena de concept cars– y las "presentaciones" terminaron haciéndose vía streaming para la prensa internacional y el público general. Entre ese momento –hace menos de un mes– y hoy parece haber pasado una eternidad.
En estas notas hablamos de diseño y tendencias, que se expresan generalmente en los llamados concept cars. Lo que ocurre es que la visión del futuro que los fabricantes tenían hace menos de un mes puede haber quedado absolutamente obsoleta porque, vamos, nadie tiene la menor idea de cómo la industria va a salir parada de esta crisis. Y mucho menos el impacto que va a tener en los consumidores, no solo en términos de poder adquisitivo, sino de la percepción misma que van a tener sobre los automóviles y la movilidad en general.
Hasta hace muy poquito, el futuro estaba representado por la propulsión eléctrica, la movilidad autónoma y los sistemas de car sharing. El precio del petróleo en sus niveles más bajos desde hace décadas puede reconfigurar la viabilidad de seguir empujando hacia la electrificación (por más que este proceso parece el más irreversible), el capital intensivo requerido para la automatización puede ser una barrera para su implementación si las automotrices salen muy heridas financieramente (algo casi seguro), y el car sharing –incluso el transporte público– puede ser víctima de cierta fobia al contagio. En definitiva, aunque nadie sabe cómo será "el día después", sí es seguro que las cosas no serán iguales. El nonato Salón de Ginebra queda entonces como una foto de cómo se veía el futuro de los autos antes de la gran pandemia.
Creativité
De todos los modelos presentados, uno que encaja bien con la idea de "cambio de era" es el Citroën Ami. Es un vehículo eléctrico muy pequeño, de dos plazas, totalmente concebido para el tránsito urbano a bajas velocidades. Lo interesante es que no requiere licencia de conducir y Citroën lo propone como parte de un sistema de micromovilidad compartida, algo que está por verse de aquí en más. Teniendo en cuenta que estos miniautos serían la manera más racional de movernos en cuatro ruedas por las ciudades, pareciera haber un enorme potencial en ellos. Por el momento, sigue siendo un mercado muy pequeño e intentos previos como el Renault Twizy quedaron lejos de acercarse a la masividad. Respecto del diseño propiamente dicho, queda claro que está pensado desde adentro hacia afuera, y el resultado no puede ser algo muy distinto que un pequeño cubo. Sí se nota el esfuerzo de los diseñadores de Citroën por darle un carácter simpático y alegre, además de algunos detalles de funcionalidad muy interesantes, como el uso de exactamente la misma puerta de los dos lados. Desde el punto de vista de la marca, productos innovadores, inteligentes y amigables como el Ami son los que pueden devolverle a Citroën esa aura de constructor creativo y original sobre la que cimentó su reputación.
Simplicidad vs. exageración
Otro que deslumbró por su originalidad, en este caso más por el lado estético, fue el Hyundai Prophecy Concept. Es un gran sedán deportivo de tamaño similar al Tesla Model S y su mayor virtud es un cambio radical con respecto al paradigma estilístico agresivo y recargado que predomina hoy en día. Las superficies del Prophecy son muy simples y fluidas, algo que puede apreciarse muy bien viendo cómo los reflejos corren prístinos por el lateral sin ningún tipo de interferencia. Las líneas y la silueta son también tan limpias que parecen salidas de un pistolete (las plantillas que los dibujantes utilizan para trazar curvas de radios progresivos). El auto culmina su silueta con una caída de cola muy baja, que recuerda mucho a la del Porsche 911, pero no deja de ser muy original para un vehículo de estas características.
En las antípodas de la originalidad y la limpieza del Prophecy está el BMW i4 Concept, que se presenta como un anticipo de la próxima Serie 3 eléctrica. Queda claro que luego del poco éxito comercial de los (avanzados) i3 e i8, BMW dio un paso atrás y reperfiló su estrategia de diseño hacia productos mucho más convencionales. Esto quiere decir que a pesar de ser 100% eléctrico, el i4 "reproduce" la silueta del actual Serie 3 con motor térmico delantero y tracción trasera. El resultado es tan impecable como poco innovador, y está coronado por una parrilla "doble riñón" sobredimensionada, que se supone adaptada al gusto chino pero no deja de recibir críticas por parte de la prensa especializada en diseño.
Otra marca que se movió hacia un diseño mucho más agresivo fue DS. El Aero Sport Lounge Concept es un SUV que anticipa el futuro estilístico de la marca, y que parece apuntar hacia una estética muy expresiva, con proporciones al límite de la exageración y mucha parafernalia visual. Resulta paradójico que el modelo de Hyundai mencionado arriba esté mucho más cerca del legendario DS original (¡incluso en su silueta!) que este nuevo Aero Sport Lounge, que no es sino uno más en la larga lista de SUV/crossovers que tienen como objetivo sintonizar con el gusto del mercado chino.
Billonario’s design
Es un hecho que Suiza es un lugar muy multimillonario friendly y por eso la ocasión del Salón de Ginebra siempre es aprovechada por las marcas de súper lujo para presentar sus nuevas creaciones. Siguiendo la tendencia iniciada por las Ferrari SP1/SP2, Aston Martin y Bentley se sumaron a la moda de las barchettas (coupés deportivas sin techo y a veces sin parabrisas) con sus respectivos V12 Speedster (88 unidades, 700 CV, 765.000 euros) y Mulliner Bacalar (650 CV 12 unidades a 1,7 millón de euros). Pininfarina se sumó con el Battista Annivesario (1926 CV eléctricos, 150 unidades a 2,6 millones de euros); Bugatti con el Chiron Pur Sport (60 unidades, 1600 CV a 3,3 millones de euros), y por último la sueca Koenigsegg con su Gemera de 4 plazas, ideal para llevar a los chicos al colegio a 350 km/h (300 unidades, 1677 CV a más de 1 millón de euros). ¿Qué tienen en común todos estos autos, además de ser espectaculares y despertar los suspiros de los amantes de los "fierros"? Que todos están dirigidos a esas 120.000 personas que hoy tienen fortunas de 500 millones de dólares para arriba, y que reúnen entre todas una riqueza equivalente a la del 30% de la población mundial. Lo más interesante es que ese número (de gente muy, pero muy rica) se duplicó desde la última gran crisis de 2008/2009, cuando la especulación financiera casi se lleva puesto al sistema económico global. En aquél entonces, los estados más poderosos salieron al rescate de la situación inyectando billones de dólares "por arriba" para salvar a los bancos. Buena parte de esa monumental suma de dinero no "derramó" hacia abajo, y eso explica buena parte del extraordinario incremento de precios en todos los bienes suntuarios "de colección" –como los autos clásicos– que alcanzaron valores récord durante la década pasada. Y por supuesto, la multiplicación de la oferta de estos autos carísimos.
Hoy nadie sabe qué pasará en el futuro inmediato, pero queda claro que la economía mundial sufrirá un golpe inconmensurable. Ya muchos hablan de la necesidad de un nuevo Plan Marshall, haciendo referencia a la multimillonaria ayuda económica de los EE.UU. a Europa para su reconstrucción tras la Segunda Guerra Mundial. Ese renacer europeo sobre sus cenizas dio lugar a la época más fructífera y creativa de la historia de la industria automotriz, representada mejor que nadie por modelos populares como el Mini, el Renault 4, el VW Beetle y el Citroën 3 CV.
El "día después" de la crisis actual será bien distinto, y encontrará a una industria sobredimensionada (y con serios problemas de rentabilidad de antemano). Si el estímulo a la demanda se produce "por abajo", puede representar una gran posibilidad para que, a la larga, los fabricantes respondan con más autos racionales y económicos como el Citroën Ami. Ojalá que así sea, porque lo que el mundo va a necesitar no son más autos espectaculares, sino mejores autos.