Desde hace un tiempo el sector industrial vive una suerte de transformación, un rejuvenecimiento que llega de la mano de nuevos referentes del sector que proponen ideas disruptivas y mejoran no solo las construcciones sino también optimizan los procesos de cada uno de los nuevos desarrollos. La mirada de las nuevas generaciones aporta un poco de aire fresco a uno de los rubros menos difundidos y, actualmente, más castigados del mercado inmobiliario.
Adolfo Curi, presidente del Grupo Posadas es uno de los referentes de la nueva generación . Maneja la empresa familiar que se dedica desde 1996 al desarrollo de inmuebles comerciales. Su búsqueda de nuevas propuestas no sólo lo llevó a sumar recursos tecnológicos sino también a fusionar el arte con los parques industriales. "La empresa nació como una respuesta a las necesidades del sector. Por aquel entonces, hace casi tres décadas, fue mi padre el que comenzó a incorporar algunas mejoras tecnológicas a un inmueble industrial; esa nave se la alquilamos a L’Oréal y a los seis meses se la estábamos vendiendo. Poco a poco comenzamos a sumar obras hasta convertirnos en especialistas del sector", recuerda el joven. La empresa posee un predio industrial de más de 15 hectáreas que tienen en Tigre en donde se lucen unas 30 esculturas que llevan el sello del artista plástico Carlos Regazzoni. "Entendimos que incorporando esculturas de gran tamaño lográbamos cambiar el hábitat de trabajo optimizando el recurso más valorado: el humano. El arte influye en el comportamiento de los individuos, potenciando la imaginación, rompiendo la rutina, despertando nuestra inteligencia emocional, aportando equilibrio y pensamiento divergente. Estar frente a una obra de arte modifica positivamente nuestro ánimo por la generación de endorfinas y dopamina. Ahora, si todo esto lo logramos llevar a un espacio laboral el resultado no puede ser menos que positivo tanto estética como anímicamente para todos sus ocupantes y por consiguiente mejorando su resultado laboral", relata.
Esa experiencia que nació como prueba piloto hoy se convirtió en un sello identificatorio del sector. "Muchas empresas hoy nos vinculan con el arte y eso no deja de enorgullecernos y de marcarnos, de alguna forma el camino", agrega Curi.
Otro de los jóvenes que se crió entre galpones y depósitos fue Pablo Ostapovich hijo. "Ya de pequeño en la escuela no dibujaba casas sino galpones industriales. Me crié en este mundo. Creo que casi que no podría haber hecho otra cosa. Como era lógico comencé en este sector en la empresa de mi padre pero al tiempo y luego de varias diferencias decidí trazar mi propio camino, dejé la compañía familiar, renuncié a la herencia y me lancé a la aventura de la mano de una reparación de un galpón. Con lo que obtuve con ese trabajo monté una oficina y le di forma a la marca que hoy conduzco: Dimo", cuenta Ostapovich. Hoy la firma basa su desarrollo en un modelo de gestión que tiene como centro la planificación y la incorporación de tecnología con un toque estético. "Soy de la idea que un galpón no sólo debe ser funcional sino también que puede ser lindo. Todas nuestras obras tienen un mismo criterio estético". Su marca logró obtener la certificación ISO 9.001:2000 e ISO 14.001, sobre gestión de calidad y estándares de cuidado del medioambiente. El punto fuerte de su trabajo son las construcciones de galpones industriales, puestos de logística, fábricas y otras construcciones de hasta 10.000 m2. En la actualidad, la firma se encuentra en proceso de ejecución de obras por $200 millones.
Tanto para Darío Ramborger, presidente y CEO de RR Construcciones como para Christian Fucile, fundador y presidente de la constructura IMB, el camino familiar fue impulsado por sus abuelos. "Mi familia –dice Fucile– está en el mercado hace más de medio siglo. Él empezó como distribuidor de perfiles y chapas. Yo sigo en el rubro aunque fundé, en 2010, IMB con el objetivo de expandir el negocio, y de aportarle valor agregado al acero. Sin duda mi vinculación en el sector es casi una herencia familiar pero en mi caso se convirtió en una pasión", cuenta el titular de la compañía, que actualmente se desempaña también como titular de la Unión Industrial de Merlo. Según el emprendedor, los desarrolladores se encuentran inmersos en una carrera constante por mejorar los costos operativos tanto para ellos como para sus clientes. "Hoy los márgenes cada vez son menores, y eso obliga al sector a aggiornarse, y a buscar abaratar costos. Este es un objetivo que no se puede desatender", dice el especialista.
La historia de Ramborger tiene puntos de contacto tanto con Fucile como con Ostapovich. "Mi abuelo fabricaba tinglados, tenía una fábrica y yo pasé gran parte de mi infancia allí. Disfrutaba, en exceso, de todo este mundo. Luego, en mi adolescencia, colaboraba desarrollando ingeniería estructural para diversas empresas, hasta que finalmente a los 23 años decidí crear mi propia constructora. Hoy la firma tiene casi ocho años. Nos iniciamos primero en el campo de la ingeniería y en la fabricación de estructuras, luego a medida que fuimos creciendo formamos un equipo para desarrollar obras llave en mano. Hoy tenemos un plantel de más de 100 empleados directos y 13.000 metros cuadrados entre la fábrica y los depósitos. Actualmente, contamos con 16 obras en diferentes parques. Si bien ya estamos trabajando en el Norte y Sur del país, tenemos previsto instalar una fábrica que nos permita abastecer a la Patagonia".
Diego Barnes Beretta, socio y fundador de la firma Stark ,especializada en la construcción galpones y en el desarrollo de parques industriales tienen un origen completamente diferente al resto de sus compañeros. "El nacimiento de nuestra compañía nada tiene que ver con la historia familiar, sino que proviene de un deseo cultivado por dos amigos. Arrancamos en noviembre de 2014 con Emiliano Valli. Ambos encontramos un negocio que nos permitiera desarrollar nuestras dos pasiones, la arquitectura –por mí lado– y las leyes –por el suyo–. El trío societario se completó unos meses después de la creación de la empresa cuando se sumó Matías Vaccarezza, con su perfil de empresario y constructor. Con él completamos todas las patas de nuestro negocio", explica Barnes Beretta. "Apostamos al modelo llave en mano e intervenimos en todas las etapas del proyecto: desde la construcción hasta la comercialización pasando por la logística de la obra. Esto nos permite abaratar los costos para el cliente casi en un 20 por ciento. En cada parque contamos con maquinarias pesadas, planta hormigonera y camiones para trasladar el material", dice Barnes Beretta. La compañía cuenta con 25 empleados y unas 120 personas que trabajan en la construcción tanto en forma directa como indirecta. Actualmente desarrollan tres parques industriales: Polo Buen Ayre en San Martín, Polo 21 en Merlo y Polo 24 en Moreno que suman casi 70 hectáreas en la provincia de Buenos Aires.
Más allá de las diferentes propuestas, los jóvenes coinciden en que el mercado de inmuebles industriales está en una situación crítica. "El sector se encuentra prácticamente parado desde marzo de 2018. Se han terminado obras iniciadas en 2017, aportando al mercado una cantidad de metros cuadrados muy superiores a la absorción histórica", dice Curi. Barnes Beretta agrega: "El mercado industrial está casi amenazado o en vías de extinción, también los industriales medios, las pymes, y las grandes empresas. Hoy en día es casi insostenible la carga impositiva. No solo no se está generando ninguna ayuda o beneficio impositivo sino que también se lo combate con los aumentos poniendo en riesgo al sector". Fucile y Ostapovich coinciden que para salir de este presente se requiere de financiamiento por medio de créditos blandos, subsidios para realizar exportaciones y de algún tipo de incentivo fiscal. "A estos puntos hay que sumarle un dólar estable y el apoyo del Estado. De nuestro lado solo podemos seguir aportando creatividad para palear la crisis y seguir buscando soluciones no sólo para nosotros sino también para nuestros clientes", concluye Ramborger.
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