El pequeño pueblo francés que hizo famoso El Principito
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Oppède le Vieux es un pequeño pueblo del Luberon, en las cercanías de Ménerbes, del Monasterio de Vénanque, Gordes y el Mont Ventoux, en el Departamento de Vaucluse, en el sur de Francia.
Hasta allí fui recordando una historia que relaciona esta villa con Antoine de Saint Exupéry. En las ruinas del viejo pueblo, situado en lo alto de una formación rocosa, se refugiaron, o mejor dicho se autoexiliaron, algunos artistas –escritores en su mayoría– y arquitectos también, poco después del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Esto sucedió inmediatamente después del armisticio de Vichy, firmado en 1940, y que le otorgaba a Alemania el dominio de todo el norte de Francia, manteniendo la soberanía en el sur del país.
Era la época en que multitudes de franceses del norte –obviamente también de París– se dirigían en largas caravanas hacia el sur. Entre estas personas se encontraba Consuelo Saucín de Saint Exupéry, escritora y esposa del autor de El Principito y Vuelo Nocturno.
La pareja se había conocido en Buenos Aires en 1929; ella, que vivía en París y había enviudado poco tiempo antes, era salvadoreña. Estaba aquí de paso por trámites inherentes a intereses de su marido fallecido, el guatemalteco Enrique Gómez Carrillo, escritor y periodista, que era cónsul argentino en Francia, primero en París, y luego en Niza, por designación del presidente Hipólito Yrigoyen. Saint Exupéry era uno de los aviadores de Aéropostale, y vivió en Buenos Aires entre 1929 y principios de 1931. Consuelo Saucín y Antoine se casaron en Francia en 1931.
El último contacto
Los avatares de la vida de aviador mantuvieron muchas veces separada a la pareja, y es así que Saint Exupéry viajó a Oppède en 1941, meses después que su mujer, y la llevó a Nueva York. Él regresó a Francia en 1943 y se incorporó a la aviación, poco después de desembarcar en Orán. Desapareció en el Mediterráneo durante una misión de reconocimiento el 31 de julio de 1944, hace setenta y cinco años.
Consuelo había prometido escribir sobre las penurias de sus compañeros de autoexilio durante los meses en que permaneció en el petit village y así surgió su libro Oppède, publicado en 1945 a su regreso a Francia, donde las relata.
En mayo de 1944 había enviado algunos capítulos del libro a Saint Exupéry quien, desde Argel, donde se encontraba su escuadrilla, le contestó en un telegrama: "Felicitaciones por tu libro. Escribiré para ti el prólogo más bello del mundo". Fue la última comunicación con su esposa.
Recorrer las empinadas calles del pueblo y subir hacia la parte alta de Oppède le Vieux, con su castillo y la iglesia de Notre Dame (Siglos XI-XIII), actualmente restaurados, nos permiten imaginar los días aciagos de la guerra, con una Francia ocupada, en la que un grupo de intelectuales había elegido estas ruinas para restaurarlas y vivir en ellas rodeados de la más absoluta carencia.
El paisaje desde la parte alta de Oppède es espectacular; permite ver el valle de Calavon, la planicie de Vaucluse y la villa de Ménerbes. Hasta allí llegó el autor de El Principito para llevarse a su mujer.
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