El otro camino del Inca: travesía de Iruya a Nazareno, en Salta
Viajar es la mejor forma de desconectarse de la rutina y volverse a conectar con uno mismo, especialmente cuando parte del viaje consiste en andar a pie por valles y quebradas del norte argentino.
Como hicieron los incas hace cientos de años, unimos los pueblos de Iruya y Nazareno, pequeñas poblaciones de origen kolla, enclavadas entre los cerros, a pie. Pertenecen a Salta pero se acceden desde Jujuy: Iruya desde Humahuaca y Nazareno desde La Quiaca.
Éramos 10 personas, que nos conocimos la noche anterior a la partida en un hostel de Humahuaca.
Partimos a media mañana en bus hacia Iruya. La distancia que se recorre es de 50 kilometros aproximadamente, pero se tarda 3 horas, por el tipo de camino muy sinuoso y de ripio.
Iruya es un pueblo muy pintoresco y con calidez humana ubicado en la ladera de la montaña. Sus calles de piedras y desniveladas, más la altura, obligaba a recorrerla lenta y tranquilamente, disfrutando de los cóndores que sobrevolaban frente al pueblo. Por suerte, estábamos aclimatados con la altura y lejos del apunamiento, aunque no podíamos correr como los chicos del lugar. Fue un día tranquilo: subimos al mirador de la Cruz y recorrimos un poco más del pueblo, su pequeña iglesia, el puente que cruzaba el río y caminamos algunas calles que terminaban en barrancos de 5 o 6 metros de altura, no era para andar distraído.
Iniciamos la travesía temprano luego de un suculento desayuno. Con paso lento y continuo salimos del pueblo, mientras nos cruzábamos con unos pocos pobladores que iniciaban sus rutinas diarias. Nos dirigimos río arriba hacia el norte, siguiendo el cauce. Era un sendero pedregoso pero bien marcado, el pueblo empezaba a perderse de vista en la medida que ascendíamos sin detenernos.
Saltando piedras
Seguimos el recorrido por el cauce de un río seco que estaba entre montañas. Cada paso se hacía más extraño porque el cauce se volvía más cerrado, como si estuviéramos dentro de una cueva, sorteando por momentos grandes piedras que interrumpían el camino, con inmensas montañas que me hacían sentir pequeña.
En un momento uno de los guías pidió que lo esperemos, se quería adelantar para confirmar el recorrido. En la espera surgieron todo tipo de hipótesis conspirativas sobre el paradero de nuestro guía. Un rato después apareció asomado detrás de una piedra al grito de "Es por acá".
En el norte argentino los senderos son muy inestables por la erosión del viento y la lluvia, es fácil confundirse de camino. Por eso, si uno no es lugareño es difícil de recorrer sin perderse.
Luego de trepar algunas piedras salimos a un sendero fino donde apenas entraba el pie. Con un poco de vértigo y ayuda seguimos caminando hasta alcanzar el Abra del Colorado donde el paisaje se amplía y todos los cerros lucen sus colores rojos, naranjas y verdes. Fotos más fotos; luego comenzamos el descenso tranquilo, que no era tan empinado y el camino no era tan angosto como en la subida. Seguimos hasta alcanzar el río San Juan donde almorzamos un sándwich a la vera del agua.
Recargadas las energías, continuamos el recorrido con un nuevo ascenso que en un momento se hizo tan empinado que nos obligó a cambiar de camino, pero llegamos al mismo destino. Una tormenta que se iba armando nos hizo acelerar el paso, tres horas después llegamos al poblado de Chiyayoc, a 3100m de altura. Buscamos a doña Paula, una señora super amable, que era la encargada de darnos asilo y comida. Por suerte la tormenta se fue disolviendo y dejó una noche estrellada.
Doña Paula nos esperaba con la comida caliente y una sonrisa hermosa. Cenamos a la luz de las velas por falta de electricidad. No había agua caliente, así que el baño fue rápido y frío como para dormir tranquila.
Amaneció nublado, y a esa altura la bruma no permitía ver la plenitud del paisaje, pero descansados y con un desayuno energizante continuamos la travesía a pie, ascendiendo hasta el Abra de Chiyayoc, a 3700m. En este viaje me enteré que era un abra: un corte transversal en una cadena montañosa, producido tanto por sismos como, más generalmente, por las aguas de un río, que habitualmente es usado para franquear la cordillera.
A medida que avanzábamos, el día se iba abriendo de a poco. Lo bueno de caminar sin sol es que cansas menos, pero el paisaje se disfruta menos también.
Desde allí descendimos hasta llegar al poblado de Rodio, a 3000m dónde almorzamos. Por la tarde continuamos nuestro trekking con cielo despejado y el paisaje fabuloso, lleno de montañas multicolores: rojos, verdes y amarillos a pleno.
El descenso fue intenso atendiendo cada paso para no pisar en falso y tener una caída libre. Faldeamos hasta alcanzar el valle del río Trancas. Desde allí retomamos el ascenso, alejándonos del pequeño poblado de Trancas. Una vez en el filo apreciamos una hermosa vista del pueblo de Rodeo Colorado. Más descenso hasta el río Pera, donde nos cruzaron las mulas que llevaban nuestras cosas.
Finalmente llegamos a Rodeo Colorado, a 3000m. Fuimos a la casa de Javier, hincha de River, con familia numerosa. A merendar y organizar los turnos para bañarse y los lugares de las camas. Los chicos de la casa, que eran 5, esperaban ansiosos la llegada de la luz para ver la tele, aunque me sorprendió que me puse a dibujar y se me acercaron los 5 para compartir su arte, todos me dejaron sus recuerdos con su firma, orgullosos de sus dibujos. Cena charla y sobremesa. Todo un lujo.
El día, totalmente despejado, se inició con una primera hora de ascenso y alcanzamos el pueblo de Abra del Sauce, a 3250m. Una vez allí descendimos por una amplia ladera hasta el poblado de Molino, con una impresionante vista del valle del río Nazareno. Desde aquí comenzamos a remontar el valle del río hasta nuestro lugar de acampe. Tuvimos que vadear el río (cruzar varias veces por el agua) por lo cual nos cambiamos de calzado. Pusimos el equilibrio a prueba para no caernos porque había partes profundas. Dos horas después llegamos al sitio donde íbamos a acampar. Cada uno armó su carpa y los guías se encargaron de la carpa comedor. Uno de los guías se lució con unos fideos con crema, y la noche también se presentó superestrellada aunque la luna no se pudo ver porque quedó tapada por la montaña.
El último esfuerzo
Al día siguiente nos levantamos temprano, acomodamos todas las cosas para que pudieran salir la mulas antes que nosotros. Última etapa de la travesía a pie: caminamos por el lecho del río, un sendero muy pedregoso y con bastante agua, pero bastante bien marcado con piedras. Se notaba que era un camino que se usaba frecuentemente para acarreo de animales. Seguimos durante más o menos 5 horas, con pausas cada vez que necesitábamos unirnos, descansar y comer.
Nos esperaba la última subida para acceder al pueblo de Nazareno. Una subida intensa, con pasos cortos y continuos, regulando la respiración para mantener la marcha. Cuarenta minutos después llegamos a la entrada del pueblo y con una emoción increíble nos abrazamos por compartir la experiencia. Con el último aliento llegamos al hostel donde nos esperaba Nicanor.
Luego de un baño reparador, descanso y una buenas cervezas frías cerramos nuestra travesía con un riquísimo asado cocinado por los guías. Un gran broche de oro.
Datos útiles
Cómo llegar
Desde San Salvador a Humahuaca el ómnibus cuesta $ 180 y tarda poco más de dos horas.
Dónde dormir
En Humahuaca, Posada el Sol, Libertad s/n Y4630. (0388742-1466)
En Iruya Hostel Milmahuasi A4633 (0387 445-7994)
Más info
La agencia Hielo Azul organiza esta salida varias veces por año, en otoño y primavera. www.hieloazulaventura.com; info@hieloazulaventura.com