Laura Tavurek de Zárate tiene 77 años y siempre le gustó viajar. A penas tuvo la oportunidad, llevó a su nieto Augusto Gentile a conocer Perú. Él tenía 10 años y no dudó cuando su abuela sugirió madrugar a las 4 de la mañana para ver el amanecer en Machu Picchu. Hoy, Augusto se convirtió en un viajero empedernido y hace más de 4 años que su hogar no tiene una dirección exacta.
En marzo de 2018, cuando él se encontraba viviendo en Australia, "Pelusa" (así le dice a su abuela) lo invitó a recorrer Nueva Zelanda, Indonesia, Camboya y Singapur, pero con una condición: que él ideara todo el recorrido. "Mi nieto organizó todo a la perfección. Si bien nuestro primer viaje fue todo digitado por mí, y yo estaba todo el tiempo protegiéndolo, todo cambió en éste: él me cuidaba ahora, buscaba todo lo mejor para mí", dijo la abuela.
Ese viaje fue muy distinto a los que ella estaba acostumbrada: durmieron en casas de familia, recorrieron muchos templos y hasta anduvieron en moto. "¡Y lo hicimos sin casco!", recuerda "Pelusa".
El vínculo de abuela-nieto que existe entre ellos siempre fue muy fuerte. Tienen muchas cosas en común como la meditación, el gusto por lo esotérico, la metafísica, entre otros. A pesar de eso, ambos creen que este viaje los hizo aún más cercanos.
"No tengo palabras para expresar lo que significó su compañía. Solo puedo agradecer por haber compartido esos momentos todos los días", expresó la abuela, quien tiene como fondo de pantalla de su celular una imagen de ambos en el templo de Angkor Wat.
Su nieto recuerda a la perfección ese día que tuvieron que subir decenas de escalones para recorrer hasta el último recoveco de ese templo. "Ella estaba a la par de todo el grupo a donde la edad promedio era 35 años. Pudimos conocerlo por dentro, superando cada escalón que se presentaba. Explorar semejante reliquia junto a mi abuela fue totalmente gratificante", expresa Augusto.
Un vínculo sano
Este es uno de los casos cada vez más frecuentes de abuelos que viajan en compañía de sus nietos, una buena manera de fomentar el vínculo entre ellos y saltar la distancia generacional. No sólo por una cuestión de parentesco, sino también porque beneficia a la psiquis de ambos: ayuda a disminuir la posibilidad de depresión en los adultos mayores y a estimular el desarrollo madurativo en los más jóvenes.
Según una encuesta de la American Association of Retired Person (AARP), el 40% de los abuelos consultados afirman haber viajado alguna vez con sus nietos y el 50% está interesado en hacerlo en el futuro. Ese mismo estudio arrojó que los mayores suelen recurrir a los viajes de ocio para salvar la distancia que los separa de sus nietos y crear momentos de felicidad con ellos.
"Los adolescentes cuando están en contacto con sus mayores pueden desarrollar una característica imprescindible para su vida que es la empatía, capacidad de ponerse en el lugar del otro. Para los abuelos, el desafío de contactarse con sus nietos jóvenes hace que tengan un permanente entrenamiento cognitivo, manteniéndolos informados acerca de los avances sociales y tecnológicos", explicó Paola Bornancini, licenciada en Psicología.
En el lugar del otro
El cordobés Augusto Dericia (25) emprendió una aventura con su abuelo Raúl Oscar del Valle Dericia (alias Pirucho) en el que "ponerse en el lugar del otro" era parte del itinerario. Era febrero de 2017 y su abuelo, con 87 años, lo invitó a recorrer España y a visitar a otro de sus nietos que estaba viviendo en Andorra.
"Yo nunca había viajado con mi abuelo tan lejos. Me tuve que acostumbrar a que cuando él estaba cansado, me pidiera frenar en algún bar. Cuando uno es joven, le gusta hacer las cosas caminando y él, cuando llegábamos a las ciudades, prefería pasear en los colectivos turísticos", comentó Augusto.
Muchas veces, Pirucho no podía seguir y se volvía al hotel a descansar un rato. Augusto aprovechaba esas horas para caminar a su ritmo y visitar lugares que le quedaban pendientes. Luego, lo buscaba para ir a merendar y seguir camino. A paso lento pero firme conocieron Andorra, Madrid, Toledo, Sevilla, Granada y Barcelona.
"A pesar de esa diferencia de edad, una de las cosas que más me sorprendió fueron sus ganas y su energía. Yo también me canso de los aeropuertos, de los aviones y no me imagino cómo hizo él con cuatro veces mi edad", dijo y contó que en ciudades como Granada o Sevilla, llenas de subidas, bajadas y calles angostas, Pirucho no se resistió a la caminata.
Según Bornancini, esta actitud de "ponerse en el lugar del otro" es algo que se intensifica en los viajes y que puede generar una mayor complicidad o ser motivo de conflicto.
"Tienen que negociar qué lugares visitar, aprender a tolerar ritmos diferentes. Esto revitaliza mucho a los abuelos porque los ayuda a planificar viajes, sin pensar en que no podrán cumplirlos. A su vez, el joven desarrolla el hacerse cargo de un proyecto realizado".
A pesar de estas circunstancias, Pirucho y su nieto pudieron compartir momentos inolvidables como el día que vieron un partido del Barcelona en el Camp Nou. Fue el famoso 6 a 1 que el equipo de Lionel Messi le anotó al Paris Saint Germain por los octavos de final de la Champions.
"Toda mi vida fui futbolero y me gusta ver partidos. Le dije: ¿cómo no vamos a ir a ver al Barcelona? Cuando entramos al estadio había 90 mil personas. Yo había ido a las canchas de Talleres y Belgrano pero nunca con tanta gente. Una cosa de locos", expresó Pirucho quien anotó cada momento del viaje en una pequeña bitácora.
Abuelos, hijos y nietos
La encuesta de la AARP tiene un apartado diferente para aquellos viajes que incluyen a varias generaciones: el 73% de los abuelos que viajaron alguna vez con sus nietos, lo hicieron también con hijos y bisnietos.
Yolanda Apaolaza (79) planeó un viaje que incluyó a cuatro generaciones de su familia: sus hijas, sus nietas y su bisnieto, Gio, de 4 meses. Todas Las Divinas, como les gusta llamarse, emprendieron una aventura hacia Santiago de Chile en agosto de 2017.
La logística fue una odisea: debían ponerse de acuerdo 11 personas distintas. Finalmente, después de muchos intercambios de WhatsApp, fijaron una fecha y sacaron los pasajes. Una de Las Divinas partió desde Mendoza y el resto desde Córdoba.
"El primer día que llegamos la abuela dijo: Qué lindo que estamos todas juntas. Ahí pensé que teníamos que hacerlo más seguido", dijo María del Mar Navarro (34), nieta de Yolita. El viaje incluyó eternas caminatas, visitas a los edificios más importantes de la ciudad y largas horas en los probadores de los shoppings. "Éramos 11 mujeres así que entrábamos a las tiendas y nos probábamos de todo. Nos reíamos mucho entre nosotras", cuenta Yolanda que, según sus propias nietas, es muy coqueta.
Para Bornancini, una actitud positiva y vital por parte del adulto mayor es imprescindible para alentar una relación positiva con los más jóvenes. "La actitud nutricia de los abuelos, y la de moverse en el presente sin limitarse a pensar que pueden morir pronto, es fundamental para que los jóvenes se sientan atraídos hacia el vínculo", explicó.
A la noche, se quedaban en el departamento que habían alquilado en Providencia y se dividían para cocinar la cena. Pasaban horas charlando hasta que el sueño les apagaba las voces. "Un viaje te hace compartir más momentos que a veces en la vida cotidiana no pasa. También ayuda a que ella pueda contar cosas de su vida que tal vez no todas las nietas saben. Durante el viaje, se habló de nuestro abuelo que falleció cuando mi mamá tenía 9 años. Ese fue un lindo momento compartido porque nos hizo conocer más esa parte de donde venimos", expresó María del Mar.