Cuatro mujeres en bici por el valle del río Loire
El siguiente relato fue enviado a lanacion.com por Analía Tablado. Si querés compartir tu propia experiencia de viaje inolvidable, podés mandarnos textos de hasta 5000 caracteres y fotos LNturismo@lanacion.com.ar
En agosto de 2018 decidimos recorrer el valle del río Loire en bici con mi hija Sol. Se nos sumaron dos amigas, Marisa y Marcela, sin experiencia ciclística previa, pero con muchas expectativas. Quiero aclarar que tengo 62 años y no soy no una ciclista avezada sino más bien una "cicloturista" que salgo por Buenos Aires y zona norte los fines de semana.
Ese fue un verano muy cálido y la semana previa a la partida hubo temperaturas altísimas en la zona que superaron los 35°, lo cual nos tenía un poco preocupadas. A esto se sumó que mi hija Sol se luxó el codo unos días antes del viaje jugando al squash por lo que estaba enyesada. Ella quería hacer el viaje igual y que fuésemos en una bici tándem, a lo que me negué rotundamente a riesgo de que nos matásemos las dos. Nos acompañó igual, pero siguiendo nuestro recorrido en tren, bondi, a dedo y a pie si era necesario.
El río Loire o Loira nace en el centro-sur de Francia, dobla hacia el oeste antes de llegar a París y desagua en el Atlántico, a pocos kilómetros de Nantes. Cruza gran parte de Francia y mide 1000 km. El valle se extiende desde Nantes a Orleans, mide unos 400 km y es la zona donde se encuentran la mayoría de los castillos y palacios.
Es una zona muy turística que se puede recorrer en auto, pero es muy popular hacerlo en bici con familia e inclusive chicos. Tiene pendientes suaves, la bicisenda es muy segura y es muy buena la señalización. Nosotras decidimos hacer la ruta en seis días, por lo que tendríamos que recorrer entre 50 y 80 kilómetros cada día.
Nos encontramos las cuatro en Nantes el sábado 11 de agosto. Habíamos reservado un hotel frente a la estación de tren de Nantes. La ciudad es pequeña y lindísima, dominada por el castillo de los duques de Borgoña, con pequeños negocios y un movido centro comercial.
Allí mismo alquilamos las bicicletas, en Detours de Loire, una empresa que brindó un servicio impecable. Pagamos 80 euros por cada una y 6 euros por cada casco por los 6 días de alquiler. Las bicis: híbridas, livianas, con cambios, asiento cómodo, portaequipaje. Se podía alquilar alforjas, pero nosotras preferíamos llevar una mochila pequeña con lo estrictamente necesario. La empresa de las bicis tiene locales en las ciudades del valle para brindar asistencia ante cualquier imprevisto (¡o arrepentimientos!).
El valle está recorrido por un tren que sigue el recorrido del río y en el caso de "no dar más" se puede subir con la bici sin costo adicional.
Rumbo a la aventura
El domingo 12 a las 10 de la mañana partimos las tres, luego de algunos problemas con el ajuste del equipaje. Sol fue en tren. La idea: llegar al atardecer a un paraje en el medio del campo llamado La Poissoniere que teníamos reservado: un B&B, la casa particular de Laura, en la campiña francesa (100 euros en total para las cuatro por noche). Sol ya estaba allí luego de bajarse del tren en un apeadero y caminar 50 minutos por el campo con su valijita con rueditas y su brazo enyesado…
Ese primer día habíamos recorrido unos 80 km con muy buen clima, bastante calorcito y cielo seminublado. Pasamos por pueblitos varios, todos de techo de pizarra y cuando vimos un restaurante en medio de la nada comimos aunque no nos entendiésemos nada entre el francés, el castellano y el inglés.
A la mañana siguiente: desayuno espectacular en el comedor de la casa y partida a las 10. Luego de algunos extravíos de caminos pasamos por un lindo pueblo, Savennieres, y llovió un poco cuando paramos a comer en una pizzería que encontramos abierta. Los franceses almuerzan y cenan muy temprano por eso siempre encontrábamos todo cerrado.
Seguimos en dirección a Samour donde llegamos a las 18.30, luego de recorrer unos 75 km (¡siempre terminaban siendo más de lo que pensábamos!). Samour es una ciudad muy linda, pequeña, sobre el río Loire. Paramos en un hotel pequeñito del centro que reservamos por la web (85 euros la doble) con muy buen desayuno.
En todos los sitios, y contrariamente a los prejuicios, los y las francesas nos trataron súper cordialmente, tratando de entendernos en cualquier idioma posible.
El martes 14 seguimos con buen tiempo y calor. A poco de andar pasamos en un pueblito divino: Candes de San Martin, con una colegiata bellísima entre románica y gótica. Seguimos por pueblos, campos y viñedos. Al mediodía: picnic en un lugar reservado para ello, con baños y mesas.
Por la tarde paramos en Langeais: un pueblo con un castillo, frente al cual nos tomamos un cafecito. La entrada al pueblo: de cuento. Ese día hicimos menos kilómetros y a las 18 llegamos a Luynes, donde nos esperaba Sol. Paramos en un hotelcito exquisito de la cadena Relais du Silence (90 euros la doble) donde cenamos por 120 euros las cuatro.
El miércoles encontramos Tours, con una impresionante catedral gótica. Es otra de las ciudades importantes del valle. Estaban celebrando misa porque era del día de la Virgen y estaban todos los comercios cerrados.
Por la tarde llegamos a Amboise. En esa ciudad vivió y murió Leonardo da Vinci. Paramos en un hotel muy moderno que era una base de globos aerostáticos (95 euros la doble). Almorzamos frente a uno de los castillos de la ciudad y por la tarde visitamos el castillo de Clos-Luce, donde vivió Leonardo.
El jueves fue un día de mucho calor (más de 30° todo el día), sol pleno y muy duro, con algunos extravíos de ruta. Creo que es más conveniente seguir las indicaciones de la Loire a velo y no es indispensable llevar GPS.
Coup de chaleur
A las 4 de la tarde llegamos cerca de Blois, yo estaba al borde del "coup de chaleur", por no decir al borde del colapso por la temperatura. Decidimos no parar en Blois, no ir ese día a Chambord, descansar en la orilla del Loire hasta recuperarnos y luego seguir por la costa los 27 kilómetros que nos faltaban hasta Saint Laurent Novart, donde paramos en un hotel lindísimo que costaba 69 euros la doble. Allí nos esperaba Sol, que había llegado en tren y a dedo desde la estación que estaba a 10 kilómetros. El pueblo no era gran cosa, pero el hotel era muy cousy, aunque estaba pegado a una planta nuclear.
A la mañana siguiente pedimos un taxi para recorrer los 12 kilómetros que nos separaban de Chambord, visitamos el castillo (17 euros con audioguía) y regresamos al hotel a buscar nuestras bicis.
Entonces, partimos a las 11.30 hacia nuestro destino final: Orleans. Nos esperaban los últimos 50 kilómetros. Ya más distendidas y cerca de la meta hicimos varias paradas: en una comunidad hippie que tenía un asentamiento "en medio de la nada" con un barcito, otra para almorzar en Meung sur Loire y una última en la costa del río.
Llegamos a Orleans antes de las 17 donde nos esperaba Sol para filmar (con una sola mano) el feliz arribo. Devolvimos las bicis, sin haber tenido un solo inconveniente ni haber pinchado nunca.
Orleans es una ciudad hermosa que recuerda a Juana de Arco. Preside su plaza central una catedral gótica, tiene edificios elegantes y un barrio antiguo con callejas medievales.
El sábado después del mediodía tomamos un tren a París (15 euros por pasaje) donde cada una seguiría su itinerario: Marcela se quedaría allí. Marisa, Sol y yo tomamos un tren al aeropuerto de Orly y de allí un avión a Menorca, pero eso es otra historia…
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LA NACION